Bahía Blanca | Jueves, 28 de marzo

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Los itinerantes claretianos cumplen 100 años en la ciudad

Siempre listos para dondequiera los llame el bien de las almas, "sin oro, ni plata, ni dinero en los bolsillos; sin alforja para el viaje, ni más de una túnica y un calzado" La cita de San Mateo 10,9-10 bien puede describir la misión emprendida por los religiosos claretianos en nuestra región, hace hoy 100 años.




 Siempre listos para dondequiera los llame el bien de las almas, "sin oro, ni plata, ni dinero en los bolsillos; sin alforja para el viaje, ni más de una túnica y un calzado"


 La cita de San Mateo 10,9-10 bien puede describir la misión emprendida por los religiosos claretianos en nuestra región, hace hoy 100 años.


 "El padre general siempre nos decía que nosotros no tenemos ni familia ni patria. La itinerancia es una característica muy nuestra. Resulta duro, pero uno luego se habitúa", dijo con indisimulable tono español el padre José María Gómez.


 Oriundo de la provincia de León, el párroco del Inmaculado Corazón de María se encuentra en América desde 1961.


 "Cuando acabé mis estudios fui destinado a Uruguay. Después de 30 años, en 1994 me mandaron para Rosario donde permanecí durante 9 años y ahora desde 2003 estoy en Bahía Blanca", destacó.


 Específicamente, la labor de los misioneros claretianos se brinda en el área de la pastoral, evangelizando en comunidades y grupos.


 "Ahora estamos tratando de incentivar a las pequeñas comunidades en orden a asumir una misión que se proyecte en los grupos y las familias y, sobretodo, a recuperar a los `perdidos'... ¿Qué quienes son los perdidos? Esos que buscan lo mágico en la fe y, puedo asegurar, la fe no es para nada mágica".


 Por el momento, en la parroquia de Zelarrayán al 700 sólo dos sacerdotes se encuentran al servicio de la comunidad educativa y de la gente.


 "El padre Aldo y yo estamos a cargo del templo, ya que el año pasado tuvimos un proceso de entrega de la parroquia a la diócesis que por algunos desencuentros y vicisitudes no se cumplió. El traspaso quizá se realice a finales de este año y será el momento de ver hacia dónde nos lleva la providencia", aseguró.


 A su juzgar, los claretianos han realizado una destacada labor en la ciudad, tanto a nivel de parroquia como en el plano educacional.


 "Pero además, aquí tratamos de darle un trato preponderante a la juventud que hoy por hoy se encuentra muy carenciada de ciertas cosas. Ellos necesitan que los escuchen, compartir con alguien todos los cambios que están viviendo y muchos padres no tienen ese tiempo o no se lo hacen, pero esas experiencias de vida sólo ellos pueden brindarlas", concluyó.

Rica historia.




 La congregación Claretiana de los misioneros Hijos del Inmaculado Corazón de María, ya en 1870 tenía en pleno desarrollo la Visitaduría de América Meridional con fundaciones en Chile, Brasil y Argentina.


 En 1908, con la idea de instalar una sede de la orden, los misioneros se instalaron en Punta Alta para cuidar una capilla, debiendo habitar en una casa alquilada.


 Ante el fracaso del proyecto, al año siguiente el padre Iglesias dispuso el traslado de la misión a la ciudad de Bahía Blanca.


 A partir del 26 de abril los padres alquilaron (por 150 pesos mensuales) una vivienda en Lavalle 262, desde donde continuaron prestando servicio dominical a Punta Alta hasta el mes de diciembre.


 Ya en nuestra ciudad, la peregrinación de los padres por casas rentadas se prolongó por algún tiempo. El 1 de febrero de 1910 se instalaron en Donado 528 y en mayo del mismo año, en Rodríguez 36, donde actualmente funciona Cáritas Arquidiocesana.


 Finalmente, sería el superior general Martín Alsina quien visitando la comunidad en marzo de 1911 impulsaría la compra del solar de Zelarrayán 741, a siete cuadras de la plaza mayor y de la iglesia matriz, conforme al criterio marcado por el obispo.


 Bahía Blanca, luego de años de constante crecimiento, tenía entonces unos 70.000 habitantes y prometía más desarrollo gracias a sus puertos --comercial y militar-- y a la red ferroviaria que por entonces ya la convertía en importante cabecera de circulación de productos para la zona pampeana y patagónica.


 Para los misioneros presentes en Bahía significó mucho el poder hacer pie en esa extensión urbana denominada por entonces "Las Quintas", muy cercana al centro y de futuro promisorio.


 El 9 de mayo de 1911, mediante escritura de compraventa, entraron en posesión del terreno de Zelarrayán 741; pero pasarían casi dos años para que pudieran comenzar allí, en abril de 1913, la construcción de su morada definitiva, según planos del Padre Forcada y con dirección del constructor Pedro Cabré.


  El 25 de julio siguiente, a cinco años de su llegada a Bahía, entraron a vivir en ella, ocupando las habitaciones del piso superior, y el 24 de agosto, fiesta del Corazón de María, abrieron al culto la capilla provisoria de 10 x 5.50 metros, dispuesta en la planta baja del edificio. Con ello se les abría la posibilidad de implementar el conjunto de actividades que venía caracterizando a las casas-misión abiertas en el país.


 Años más tarde, luego de una visita, el padre general Alsina dispuso que cuanto antes comenzara la construcción del templo al Corazón de María.


 El superior de la comunidad, padre Larrea, se abocó rápidamente a la búsqueda en la ciudad y la región, de familias que pudieran contribuir con un aporte mensual capaz de iniciar y dar cierta continuidad a las obras hasta su finalización.


 Las crónicas claretianas mencionan los nombres de las familias de Rodolfo Funke, Carlos Furlong, Nicolás Montani, Diego Rivero y Anita P. de Elizagaray, entre otros, como los principales contribuyentes.


 Sólo en 1923, siendo superior el padre José Villafranca, se pudo dar comienzo a las obras siguiendo un proyecto del arquitecto Herminio Manfrín, amigo y bienhechor de los misioneros, bajo la dirección del constructor Pedro Cabré.


 El proyecto consistía en la concreción de un templo cuya nave central debía ser de 40 metros por 12 de superficie y 15 de altura interior, en estilo románico y con algunos elementos bizantinos.


 El 26 de agosto se colocó la piedra fundamental con la presencia del gobernador de la provincia de Buenos Aires, doctor José Luis Cantilo y de lo más granado de la sociedad bahiense.


 Por entonces, los fondos disponibles permitieron avanzar hasta los tres metros en todo el muro perimetral. En enero de 1924 las obras se suspendieron y sólo serían retomadas dos años después bajo la dirección del constructor Justo J. Querol.


 Con otras pausas, impuestas siempre por la escasez de fondos y gracias al entusiasmo del superior padre Jaime Panadés, el conjunto quedaría sustancialmente finalizado en 1929, de modo que el 12 de octubre de ese año se procedió a su bendición.


 Al año siguiente se lo completó en su exterior con el revoque del frente y la terminación de la elegante torre de 40 metros de altura, con sus tres niveles correspondientes a las campanas, al reloj con sus cuatro cuadrantes y al templete que protege la imagen del Corazón de María y que, a su vez, está coronado por la cruz.

Laura Gregorietti


Los festejos. Como parte de los festejos por el centenario, hoy a las 11, se compartirá una misa con el arzobispo monseñor Guillermo José Garlatti, los superiores de la orden Claretiana, la comunidad educativa y la parroquial. "Por razones de costos, al cabo de la celebración habrá una comida a la canasta. Además, se proyectará un power point con la trayectoria de la parroquia desde su inicio hasta nuestros días", dijo el padre Gómez.

Cronología.
* 1909 se instalan los claretianos en nuestra ciudad.
* 1913 fue colocada la piedra fundamental.
* 1929 inauguración del templo.
* 1951 apertura de la parroquia del Inmaculado Corazón de María.
* 1962 abre sus puertas el Colegio Claret.

La congregación.
Fundada por San Antonio María Claret en Barcelona, España, el 16 de julio de 1849, los Claretianos poseen como patrona principal al Inmaculado Corazón de María. Entre los objetivos de la congregación figuran el anuncio del Evangelio al estilo de los Apóstoles para promover la evangelización de los pobres, la conversión de los corazones, la renovación de la vida cristiana, la liberación de los hombres y la construcción de un mundo nuevo que nos acerque al Reino de Dios.