Bahía Blanca | Miércoles, 17 de abril

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Monopolios al banquillo: ¿son los culpables de la inflación?

Los datos demuestran que la falta de competencia en un mercado no es la causa de la acelaración inflacionaria.

Foto: Archivo La Nueva

Francisco Rinaldi / frinaldi@lanueva.com

   Culpar a la falta de competencia en sectores estratégicos de la economía nacional por la inflación es una hipótesis que siempre sobrevuela en el aire. Atrapante tanto para algunos ciudadanos de a pie como para ciertos economistas y políticos “progres”, relacionar la suba constante y generalizar en el nivel de precios con la presencia de mercados oligopólicos o cuasi mononopólicos suele repetirse como un mantra, incluso por algunos académicos de renombre.

   Sin embargo, un simple examen de algunos datos clave demuestra que esta idea tiene mucho de mito, pero nada de verdad, y que la inflación no es culpa de empresarios que detestan a la competencia a tal punto que sólo quieren evitarla, concentrando sus esfuerzos en esquilmar a los pobres consumidores.

   Como primer medida, la concentración económica en la oferta de bienes y servicios (vale aclarar, la presencia de pocas empresas que explican porcentajes sustanciales de la producción, las ventas totales, los activos, las utilidades, etcétera dentro de un sector económico) no debería sorprender en mercados internos pequeños, como el caso del argentino.

   De hecho, si se examinan los datos del INDEC para el período 2015-2019, más precisamente, de la Encuesta Nacional a Grandes Empresas (ENGE), sobre un panel de las 500 firmas más grandes de nuestro país, apenas 200 explicaban el 80,1% de todo el Valor Agregado Bruto (VAB) generado por el total de esas empresas en 2019, y, cinco años antes, representaban un porcentaje similar (79,9%).

   Tomando otros parámetros, como las utilidades, se obtiene que en 2015, esas 200 empresas representaban el 81,2% de las utilidades, al tiempo que en 2019, el porcentaje bajó un poco (78,2%).

   Algo similar ocurre cuando se analizan otros parámetros (como el total pagado en concepto de impuestos a la producción), aunque en exportaciones y puestos de trabajo asalariados se ve un comportamiento dispar.

    “En términos de VAB, utilidad e impuestos sobre la producción, podríamos decir que el grado de concentración de las variables no sufrió cambios en los años bajo análisis”, señalan desde el organismo que encabeza Marco Lavagna, lo que permite concluir que la concentración de mercado no se incrementó de forma llamativa durante los cuatro años analizados.

   Pero ¿qué pasó con los precios? Las cifras del organismo local CREEBBA arrojan que para el mismo período de la ENGE, la inflación trepó hasta el 297,6%. Conclusión: sin un aumento llamativo en la concentración, los precios aumentaron en forma sostenida, primera cuestión que invita, por lo menos, a dudar de esta idea.

   Comparaciones

    Una de las maneras más difundidas para medir la presencia de mercados oligopólicos (pocas firmas) o monopólicos (una sóla firma) en un mercado es el Índice de Herfindahl-Hirschmann (IHH).

   El IHH es muy utilizado por los organismos reguladores, como por ejemplo, la Comisión Nacional de Defensa de la Competencia o sus similares de otros países, para dictaminar penalidades, ya que un mercado concentrado suele dar lugar a prácticas anticompetitivas, a las que la ley denomina como abuso de posición dominante, las que suelen tener efectos nocivos para consumidores u otras empresas.

   A modo de ejemplo, si las cuotas de mercado (ventas de una empresa en relación al total), se encuentran distribuidas en forma pareja, en el sentido de que ninguna aventaja excesivamente a la otra, tendremos valores númericos bajos del IHH. Ocurre lo contrario toda vez que pocas o una sola empresa se queda con la mayor cuota de mercado.

   ¿Y que ocurre si examinanos el IHH de otros países de la región? De acuerdo con un documento de la CEPAL para el año 2018, en Chile, los niveles de concentración basados en este indicador arrojaron valores considerados como “altos” por los autores del estudio en cuatro de los diez sectores industriales (comunicaciones, energía, salud y tecnología).

   En nuestro país, los niveles de concentración fueron calificados como “de consideración” en sectores como tecnología, salud, energía e industria.

   En Brasil, nuestro vecino y principal socio comercial, los niveles de concentración fueron catalogados como “moderados” en la industria, al tiempo que en Colombia, la CEPAL no dudó en tildar de “preocupante” a los niveles de concentración, con algunos sectores (como el tecnológico), donde los valores del IHH lo sitúan como prácticamente un monopolio, o los productos de consumo básicos, donde se pasa a un “muy preocupante” valor de concentración.

   Si las cifras que surgen del IHH son similares -o incluso mayores- en varios países de la región, los guarismos inflacionarios deberían ser, bajo la idea orwelliana de los monopolios como factor explicativo de la inflación, también similares.

   Pero nada de eso ocurrió: en 2018, año en que se realizó el informe de la CEPAL, la inflación chilena, colombiana o brasilera no pasaba del 3,7% interanual, cifra que era casi diez veces mayor en nuestro país.

   Asumiendo que esta situación no varió de forma sustancial en el presente, y considerando que las brechas inflacionarias se ampliaron todavía más, los datos arrojan que los oligopolios o monopolios pueden ser responsables de abusos que podrían ameritar a la sanción legal por parte de los reguladores, pero no de la inflación.

   Sabiendo que no hay a quién echarle la culpa, quizá, los gobiernos entiendan que para bajar la inflación, primero, hay que evitar los atajos y los diagnósticos incorrectos. Por atractivos que parezcan.