Bahía Blanca | Jueves, 17 de julio

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“No me imagino la vida sin el fútbol porque jugar al fútbol fue lo que hice toda mi vida”

El “Chori” Vega llegó a los 100 partidos con la camiseta de La Armonía y a los 44 años le pesa entender que la carrera como profesional que inició en 1998 transita por su último capítulo. Jugó en Talleres, Defensa y Justicia y Olimpo, aunque el telón lo bajará, sin temor a equivocarme, con la V azulada en el pecho y en el estadio Hermanos Francani.

Fotos: Prensa La Armonía y Archivo La Nueva.

Instagram: @sergiopeysse

Twitter: @elpeche1973

(Nota ampliada de la edición impresa)

“Cuando me avisó `Cocho´ (Eduardo López, periodista y estadístico de LU2) la noche anterior un poco me sorprendí, no podía creer que había pasado tan rápido y que me esperaba una tarde especial que no había imaginado y para la que no estaba preparado”.

A los 44 años, David Alejandro Vega le sigue agregando páginas a su libro de historia personal, cuyo capítulo inicial se escribió hace casi tres décadas, precisamente el 8 de agosto de 1998, cuando el “Chori” debutó en la Primera de Talleres de Córdoba (2-4 ante Racing).

Con los ojos prendidos fuego por la emoción, el volante zurdo recibió la camiseta de La Armonía con el Nº 100 antes del choque de su equipo frente a Comercial, el domingo que pasó en un “helado” (al momento de mover la pelota del círculo central la temperatura marcaba un grado centígrado sobre cero) estadio velezano que entró en calor aplaudiendo al ídolo de mayor edad en defender los colores del club en su corto recorrido en la mayor de la liga del Sur (se afilió a esa categoría en 1996).

“Cumplí 100 partidos en La Armonía, ¡que loco todo!; contento, orgulloso y agradecido a una institución que me trató de diez desde el primer momento que llegué, antes de la pandemia y cuando me había tenido que ir de Olimpo después de 12 temporadas consecutivas”, deslizó el nacido en la capital cordobesa, que se inició en Paz Juniors y que entre 2009 y 2020 tuvo el privilegio de ser adorado por los Dioses aurinegros: 194 presencias (13 goles) y un ascenso en 2010.

“Nada fue tan fácil como parece. A los 12 años me fui a vivir a la pensión de la T, debuté a los 17 y en esa misma semana firmé mi primer contrato profesional. En 2004 pasé a Defensa y Justicia (estuvo hasta 2009, disputando 127 encuentros y marcando 12 tantos), después Olimpo y ahora La Armonía, una gran familia y a donde me quedaría para siempre”, indicó el “Rey David”, campeón con el “Tallarín” de la Copa Conmebol 1999.

--¿El punto final es acá en la V?

--No sé. Mientras el físico me siga respondiendo, mis compañeros me banquen y el club me demuestre el afecto de siempre, lo voy a seguir intentando. Me hace feliz el día a día, los entrenamientos, las charlas en el vestuario, ese es mi combustible para permanecer activo y entero físicamente. Sino estoy al cien, no puedo ser parte de un fútbol tan competitivo como el de la Liga. El esfuerzo vale la pena y el reconocimiento que me hizo el club un mimo al alma.

--Tenés que elegir: último partido de tu carrera, el de la despedida, ¿con la de La Armonía o con la de Olimpo?

--Uhhh... Todos saben que en Olimpo viví momentos maravillosos y que el cariño de los hinchas es el tesoro más preciado que me llevé de esa entidad. Algunos simpatizantes me siguen pidiendo fotos por la calle, otros me demuestran su afecto por las redes sociales; es muy difícil desligarse de eso. Mi identificación con Olimpo será para siempre, al igual que el respeto y el amor que tengo y recibo de gente noble, con sentido de pertenencia y que se desvive por La Armonía.

“Lo que sí definí desde hace algunos años es que mi residencia final es Bahía. Acá conseguí la paz y la tranquilidad que no tuve en ciudades grandes como Córdoba y Buenos Aires, donde sino vivís a mil, te llevan puesto en el ir y venir de todos los días. El hecho de haber bajado las revoluciones y tener más tiempo para todo me hizo valorar lo realmente interesante, lo que tiene sentido en tu vida y en la vida de los que están a tu lado. Me siento un bahiense más aunque la tonada delata que soy cordobés hasta la médula”.

--¿Alguna muletilla del bahiense que hayas incorporado?

--El “pero” después de cada palabra o frase, lo repito sin darme cuenta. Igualmente, el arrastre de la “r” no lo puedo disimular, cualquiera se da cuenta que mi cordobés es más notorio que el idioma bahiense. De esta ciudad se me “pego” esa costumbre de “paso a tomar unos mates”. Aunque trabajes y entrenes, siempre te haces un tiempo para el “otro”, algo muy poco habitual en las citys donde el ritmo de vida te termina estresando.

 

Un abrazo a la distancia

“Me hubiese gustado que el día de los 100 partidos estén mis hijos (Leonel, de 23 años; Santiago, de 21 y Jano, de 15), quienes viven en Córdoba con la madre. Los tres alieron futboleros como yo, los extraño mucho, por eso quería que estén en la foto conmigo, para poder abrazarlos y decirles lo mucho que los amo”, adelantó el “Chori” sin poder ocultar las lágrimas de un padre que sufre con ese flagelo llamado “distancia”.

--¿Hablás seguido con ellos?

--Todos los días. Están en una edad donde tienen que tomar decisiones, los escucho, pero no decido por ellos. Deben hacer los que les diga su corazón, es la única manera de forjar el mejor camino. Son buenos y trato de acompañarlos pese a la lejanía.

--¿Qué más podés acotar sobre un club que crece y crece como La Armonía?

--Que está cada vez más reluciente, que cuenta con muchos pibes y que la dirigencia trabaja denodadamente para mantener con buen número de chicos cada una de las categorías. Es un orgullo ser parte de lo que es hoy La Armonía.

--¿Te imaginás la vida sin el fútbol?

--No me imagino la vida sin el fútbol porque jugar al fútbol fue lo que hice toda mi vida. Me fui de mi casa a los 12 años, viví solo en una pensión, tuve que forjar mi carácter y aprender todo de golpe. Lloraba, pataleaba de bronca, pero así y todo nunca bajé los brazos. Hasta llegué a pensar que mi familia no me extrañaba, que mi mamá no quería que vuelva a Córdoba porque no me llamaba ni preguntaba (eso creía) como estaba en la residencia de menores de la T.

“En realidad, mi mamá no me llamaba porque si lo hacía yo le iba a pedir volver, y en ese momento mi sueño iba a quedar en la nada. Tenía que resistir, y si llegué a donde llegué fue porque me cuidé y porque cumplí al pie de la letra lo que me enseñaron y aconsejaron los profes y técnicos que tuve a lo largo de mi carrera. Estoy tratando de disfrutar lo poco que me queda como futbolista profesional; es triste decirlo y me cuesta, pero es la realidad”.

“Y ahí me engancho con la pregunta: sabiendo que el retiro está cerca no me puse a pensar que va a ser de mi sin el fútbol”.

--Estás sensible.

--Sí, muy. Cuando salgo de trabajar (hace reparto para una panadería) voy a entrenar, estoy mucho tiempo fuera de mi casa haciendo siempre “algo”. El problema se va originar cuando haga menos o nada de lo que estoy haciendo. Aunque lo que te cuento es una realidad similar a la de cualquier jugador de la Liga del Sur, que puede cobrar por jugar pero que no puede dejar de laburar si pretende vivir bien o dignamente.

“Al venir de una familia pobre, siempre valoré las posibilidades que me dieron para crecer y desarrollarme. Incluso acá en La Armonía, un club de barrio con valores y buena gente, no nos hacen faltar nada. El esfuerzo se ve todos los días, y es lindo poder disfrutar de eso que tanto te cuesta conseguir”.

“Nunca imaginé llegar hasta acá, estar jugando a los 44 años. Fue un camino largo, donde perdí amigos, días de vacaciones y momentos especiales, como Días del padre o de la madre. A veces tuve que festejar mi cumpleaños solo, concentrando con algún equipo o viviendo lejos de mi familia, pero ya está, no me arrepiento de nada porque cumplí el sueño de jugar en Primera división (con Defensa y Olimpo). Es más, si volvería a nacer haría lo mismo que hice para llegar al mismo lugar en el que estoy hoy".