¡Se inunda Ingeniero White!
La suba de las mareas era letal para los habitantes de la localidad portuaria.
Es periodista, ingeniero civil y docente de la Universidad Nacional del Sud en materias relacionadas con el Patrimonio arquitectónico y el planeamiento urbano. Ha publicado notas en revistas Vivienda, Todo es Historia, Obras & Protagonistas y Summa +. Participa en varios micros radiales referidos a la historia de Bahía Blanca. En dos ocasiones recibió primera mención por parte de ADEPA en el rubro Cultura e Historia.
Hace cien años, en mayo de 1925, los vecinos de Ingeniero White sufrían las consecuencias de las mareas altas y solicitaban de manera urgente la ejecución de obras para impedir que se inundara la localidad.
La situación era conocida, habitual y catastrófica: siempre que soplaba el viento Sur se producía el mismo fenómeno: las mareas subían de manera excesiva, constituyendo una amenaza para el vecindario.
“Los habitantes del lugar reclaman desde tiempo inmemorial la realización de trabajos de defensa”, se mencionó.
Aquel mes de 1925 se volvió a vivir esa situación cuando sobre las 21 el agua se ubicó 5,90 metros por sobre el nivel normal, invadiendo calles y viviendas. Recién a las 1,20 se notó un leve descenso, de apenas 20 centímetros.
El momento resultó angustiante para los vecinos. “La fuerte creciente alarmó a todos, sobre todo a los habitantes del Bulevard. Las familias afectadas prorrumpieron en gritos, reclamando auxilio y hubo también algunos disparos al aire”, detalló este diario.
El primero en prestar ayuda fue el Ferrocarril del Sud, empresa gerenciada por Arturo Coleman, que dispuso una máquina con un vagón para que fuese hasta la garita Este, en el sitio denominado Baradero Viejo, para prestar el auxilio a las familias, “retirándolas del peligro”.
Mientras tanto, el pueblo se hallaba invadido por las aguas, habiendo llegado éstas hasta el edificio de la Unión Telefónica y a los depósitos de la casa Bunge y Born.
De acuerdo a datos recabados en ese momento, la marea resultaba apenas diez centímetros por debajo de la de seis metros de un par de años antes, la cual había inundado todo el casco urbano.
A un siglo de aquella crecida, y pese al reclamo “inmemorial”, la localidad sigue expuesta a las peligrosas consecuencias de las fuertes lluvias y de su coincidencia con las mareas altas.