El centenario vivero de Argerich
Más de un siglo generando ejemplares para las ciudades del país.
Es periodista, ingeniero civil y docente de la Universidad Nacional del Sud en materias relacionadas con el Patrimonio arquitectónico y el planeamiento urbano. Ha publicado notas en revistas Vivienda, Todo es Historia, Obras & Protagonistas y Summa +. Participa en varios micros radiales referidos a la historia de Bahía Blanca. En dos ocasiones recibió primera mención por parte de ADEPA en el rubro Cultura e Historia.
Hace 116 años, en mayo de 1909, el abogado y diputado provincial Juan Antonio Argerich dio detalles sobre los trabajos que se llevaban adelante en las tierras por él donadas en cercanías de Médanos para dar forma a un vivero.
El motivo por el cual Argerich decidió brindar datos del avance de la obra fue en respuesta a versiones malintencionadas que aseguraban que nada hacía el gobierno nacional en el sitio.
Por un lado daba cuenta de que se había alambrado todo el perímetro del predio de 24 hectáreas y se encontraba montado el galpón destinado al personal. Trabajaban ya en el lugar un encargado de cultivos y otro de frutales, además de “un arboricultor norteamericano muy distinguido proveniente del vivero de Villa Casilda.
También confirmó que se encontraba en viaje desde Liverpool, a bordo del vapor de la P.S.N. Co, “una espléndida casa de Arbestory para el funcionamiento de la dirección del establecimiento.
Estaba además próximo a iniciarse la construcción de los pozos de agua. Se había construido uno en la estancia de Argerich con cañería de 10 pulgadas y bomba para arena, extrayendo 40 m3 de agua por hora, estimando que con más potencia podía duplicar ese volumen.
Con esos datos Argerich pretendía desvirtuar los rumores sobre la falta de tareas. “El Vivero está hecho, es una realidad y me alegra decir que los vecinos han prometido su ayuda en esta obra de civilización y progreso que se ha querido desvirtuar en una campaña ridícula y poco patriótica, dándole carácter de una cuestión de barrio, como si yo tuviera tiempo para ocuparme de semejantes cosas”, finalizó.
Lo cierto es que el Vivero de Argerich fue una realidad, decenas de ciudades recurrieron a sus plantaciones de eucaliptus, pinos, cipreses, acacias, arces y frenos. En 1992 dejó de depender de la Nación y pasó a manos de la municipalidad de Villarino.