Bahía Blanca | Jueves, 31 de julio

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Lomos de burro: el mal de todos

No sólo no ayudan a reducir la velocidad sino que además complican y afectan al tránsito vehicular.

Si algo sufre la ciudad desde hace tiempo es una severa dificultad para circular con fluidez vehicular por sus calles, como consecuencia de varias situaciones.

Por un lado, el enorme crecimiento del parque automotor, el cual supera las posibilidades físicas de la mayoría de las calles del centro para soportarlo.

Se ha intentado mejorar la situación suprimiendo estacionamientos, ampliando el ancho de las arterias, estableciendo topes de velocidad. Nada ha funcionado desde el momento que cada medida se ha hecho y deshecho, una y otra vez.

Es conocida la falta de sincronización de los semáforos en las avenidas, como tampoco hay un diseño claro del sistema en función del volumen de tráfico que registra en cada calle.

No se toman definiciones a partir de datos concretos y reales. Hay semáforos que regulan el cruce de avenidas con duraciones de 15 segundos, generando embotellamientos de hasta tres cuadras mientras que por la avenida disponen de casi 60 segundos para el pase de unos pocos vehículos.

Otro elemento nocivo es el uso de los denominados “lomos de burro”, supuestos reductores de la velocidad que lejos están de cumplir con ese cometido ya que obligan a frenar en un punto determinado y luego se retoma la velocidad.

Conforman una seria afectación al paso de los vehículos de emergencia, por caso ambulancias, bomberos o patrullas.

Por su mal diseño, la mayoría significa una posibilidad cierta de daño al vehículo al tiempo de obligar a frenar y acelerar, generando emisiones y ruido.

Por otra parte, la mayoría de estos lomos no respetan los criterios técnicos adecuados, no permiten una transición suave, los letreros no anticipan su presencia ni tampoco se los pinta de un color que permita detectarlos.

Otra consecuencia es que las calles que poseen lomos de burro comienzan a ser evitadas por los conductores, que se desvían a otras paralelas que quizá no son las adecuadas.

La ciudad necesita un análisis amplio y detallado del flujo vehicular, del movimiento real de cada día, de detectar sus puntos conflictivos para luego intervenir y corregir, mejorar y ayudar a tener un tráfico más fluido y seguro.