El fútbol, esa pequeña (gran) alegría colectiva
Justificado y merecido, disfrutar sin culpa de os buenos momentos que nos brinda el seleccionado argentino
En un país que no termina de acomodar sus cuentas, que parece caminar siempre al borde del precipicio, que mantiene males eternos como la corrupción y la pobreza, los argentinos seguimos encontrando en el fútbol un pequeño oasis en medio del desierto.
Tan grande ha sido el impacto de este deporte, en particular los logros obtenidos por el seleccionado nacional, que ha excedido largamente esa pasión a los hombres y hoy también las mujeres son partícipes de estos sentimientos de alegría y satisfacción.
El reciente triunfo sobre el combinado de Brasil por 4 a 1 y la clasificación para el mundial 2026 ha sido un nuevo punto de alegría, la manifestación de una superioridad abrumadora sobre el rival por excelencia que además, históricamente, nos ha rebasado en juego y logros.
Quizá la historia de este marco de euforia comenzó con el campeonato del mundo de 1978. Un logro merecido y extraordinario en el peor escenario social, con los tres genocidas de la junta militar presentes en la cancha sin recibir un solo insulto de parte de los 80 mil espectadores.
El mundial del 86 fue épico, puso a Diego Maradona en un sitial único, y Qatar 2022 fue un sueño cumplido que reafirmó la realidad de ser los mejores en este juego, luego de décadas y décadas de buscar conformarnos con el título de “campeones morales”.
Los especialistas en sociología y psicología coinciden en señalar que estos triunfos deportivos tienen un impacto profundo en el ánimo colectivo del país, funcionando como un catalizador de emociones, identidad y unión social.
Porque además el fútbol es parte de la cultura argentina y su Selección es un símbolo de unidad en un país con marcadas divisiones políticas, económicas y sociales. En un contexto de crisis recurrente, ofrece un respiro emocional y momentos de felicidad compartida.
Bienvenido entonces este momento tan particular de la Scaloneta, que además se puede disfrutar desde un lugar de más madurez de la sociedad.
Son triunfos que ya no se utilizan para ocultar problemas de fondo, los propios jugadores evitar ser usados por la política y la sociedad ha perdido su inocencia. Se puede festejar sin culpas ni engaños.