Juani Bellozas llegó con un saxo, una guitarra y un piano: "¿Trajiste zapatillas de básquet?", le preguntaron
“Es mi esencia”, aseguró el puntaltense, que "tocó" en Ateneo y se fue con la música a otra parte. Jugará en Unión de Mar del Plata y. paralelamente. espera "hacer la temporada" en La Feliz.
Ingresó en La Nueva Provincia en 1995. Trabaja en la sección Deportes y fue colaborador en Regionales y Locales de este mismo medio. Se especializa en básquetbol. Formó parte del staff de la revista Encestando y Zona de Básquet durante 10 años. Tuvo experiencia en el programa Radial Contrabásquet, en Radio La Red.
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Juan Ignacio Bellozas le pone música a su carrera basquetbolística. Dos actividades que las lleva de la mano. Ya es un estilo de vida.
En este camino, tras jugar cuatro temporadas en Unión de Mar del Plata, una combinación ideal para lo que él busca, aceptó el desafío que tenía pendiente: vivir la experiencia en Buenos Aires.
Estuvo primero jugando la Liga Argentina en El Talar y después la Liga Federal en River.
Tras eso y también después de darse el gusto de volver a su “infancia” y ponerse la camiseta de Ateneo para jugar en Segunda entre amigos, tomó su destino favorito: Mar del Plata. Y más aún por tratarse del regreso a Unión.
Y allá fue, con el título de profe de Educación Física guardado y sus instrumentos bajo el brazo.
“Estoy estudiando saxo”, cuenta Juani.
-¿Estás tocando?
-Toco lo que es covers, lo más funcional para los bares, que buscan rock nacional o internacional. Y estamos saliendo a tocar con mis amigos de acá (el grupo “Hombre Pie”). Ya nos juntamos de vuelta. El otro día tocamos con un amigo y estamos viendo para hacer la temporada, siempre que lo permita el calendario. Lo empecé en Bahía, lo seguí en Mar del Plata, y en Buenos Aires lo hice en menor medida, por una cuestión de tiempos y distancias. Además, acá en Unión ya me conocen y es más fácil que me entiendan.
-Claro, porque entiendo que es difícil de explicar, ¿no?: “Yo juego, pero también soy músico”.
-En Unión me conocieron así y entienden que suma por otro lado. En El Talar, en Buenos Aires, no lo entendieron de esa forma o no entró por ese lado cuando, la verdad, ayuda mucho para el grupo. Tengo la convicción que es importante, por ejemplo, venir tocando la guitarra en el colectivo, que todos canten las mismas canciones... Son cosas que pasan desapercibidas, pero para mí suman al grupo.
-Puede ser que, quien no te conoce, dude entre si vas de fiesta o a jugar al básquet, je.
-Claro, claro, un poco lo que pasó en Buenos Aires. Pero es mi esencia. Cuando llegué, López Varela un compañero que me recibió, me vio bajar con un saxo, un piano y una guitarra y me preguntó “¿trajiste las zapatillas de básquet?”, je. Le dije “es parte de mí”. Por eso, desde el primer día tuve que estar explicando.
-Por todo esto, imagino que acorta el camino volver a un lugar conocido.
-Siempre es importante. Y obviamente acá, al haber conseguido cosas con el club, lo hace más fácil. Además, seguimos algunos de los que estábamos hacía tres o cuatro años, así que también me pone contento.
-¿Qué te llevó a volver?
-La ciudad, la gente que es responsable, y se hace todo más fácil que cuando vas a un lugar desconocido. A esta edad y aún pudiendo, elijo dónde vivir. En un momento la opción era volver a Napostá, donde tenía la familia cerca, lo mismo que acá en Mar del Plata.
-¿La idea es seguir consolidándote en la Liga Argentina o está en tu cabeza probar afuera?
-Tuve alguna posibilidad de ir afuera, pero ahora, por la economía, se invirtió la cosa, de hecho, muchos jugadores están volviendo. Sí voy a tratar de llegar lo más alto posible y entregar todo hasta donde pueda. Siempre intento mejorar, lejos de ser mediocre. Lo de Napostá hubiera sido hasta diciembre y después hubiese buscado un equipo de Liga Argentina para volver a meterme en el ruedo. No era la idea plantar bandera en el torneo local.
-¿Ese deseo te permitió estabilizarte en la categoría?
-La verdad que hace cuatro años no imaginaba poder tener protagonismo en la Liga Argentina. Pero fui encontrando mi lugar y sintiéndome cómodo. Obviamente siempre está el sueño y las ganas de jugar una Liga Nacional, ya sea como recambio o lo que fuera. Eso sería lo máximo para mí.
-¿Qué te permitió estar en un lugar impensado cuatro años atrás?
-En mi segundo año en Mar del Plata, que tuve de compañero al Tola (Cristian) Cadillac me cambió bastante la cabeza fuera de la cancha, en el cuidado de las comidas, de entrenar al 100 y demás. Entendí que se podía mejorar. Y cuando él se fue mantuve los hábitos. Al básquet lo veía como un medio, pero no sé si alcanzaba a disfrutarlo tanto. Y, encima, nos acompañaron los resultados, con el ascenso a la Liga Argentina.
-Es decir, empezaste a disfrutar más del trabajo.
-En realidad lo disfrutaba, pero no me lo tomaba tan en serio.
-¿Pasaba por una cuestión de no tener al básquet como principal objetivo en tu vida?
-Exacto. No apuntaba a lo máximo. Por ahí me conformaba con jugar el Federal. Y ya cuando ascendimos con Unión a la Liga Argentina la encaré como un desafío personal. Me preparé mucho.
-¿Hubo algo antes que te encaminó hacia el básquet profesional o bien durante el recorrido las mismas devoluciones te fueron motivando?
-Hasta los 21 o 22 años fui escalando cuando llegué a jugar con Olimpo el TNA, en 2015. Cuando me cortan de Olimpo sufrí una especie de bajón y ya no me lo tomé igual. En ese momento sentí que en Olimpo había dado todo, pero era chico, y ahora, de más grande, reconozco que no estaba del todo preparado. Después estuve muy cómodo en Napostá y ya en Mar del Plata tuve otra mentalidad.
-¿Te considerás un jugador utilitario, que se amolda a las necesidades del equipo y en una posición que puede variar entre el perímetro y el juego interior?
-De por sí, cincos no hay, aunque por mi altura, 1m95, es muy difícil aspirar a la Liga Nacional, pero en la Liga Argentina no siento la desventaja. La suplo con un poco de dinamismo, velocidad e intensidad, porque los que son más altos, también son más lentos y por algún lado les entrás.
-Como que le encontraste la vuelta para tener ventaja.
-Claro. También, como que me definí, porque en algún momento me decían que jugara afuera, porque era petiso, pero terminé muriendo en la mía, porque mi posición natural es esa.
-¿Fue por convencimiento o te lo inculcó alguien?
-No, fue algo más bien personal, lo sentía así, estar dentro de la pintura y no fuera. Es más, tengo amigos que me dicen que se arrepienten de haberse puesto a jugar de tres y alejarse del aro. Por pretender ser un tres de dos metros, terminaron siendo ni fu ni fa (sic). Me parece que pasa por hacerte experto en lo que sabés hacer.
-¿Eso también pasa por conocer las limitaciones?
-Mi idea este año es sumar un poco el tiro externo. Jugar de cuatro y tener tiro me abriría un poco el camino.
Como en casa
-¿Volviste a sentirte el pibe del club en Ateneo?
-Sí. Agradezco a Unión que no me puso ninguna traba, porque a muchos jugadores de Liga Argentina no les permitían jugar en otro lado. Además, me sirvió para mantenerme en este receso larguísimo. Tuve compañeros que se quedaron siete meses sin jugar me parece un delirio. Por suerte estuve tres meses en River y dos en Ateneo, que me permitieron seguir en forma, además de estar en mi ciudad. Por eso no quise obtener ningún rédito económico, porque podía jugar un partido, seis o diez.
-Es decir, jugaste gratis.
-Sí, pero justamente por eso, porque prefería estar tranquilo y comprometerme por el tiempo que yo pudiera, sin ponerle fecha.
-¿Con qué te reencontraste en Ateneo?
-Me reencontré con la misma gente. Mis amigos de toda la vida, los dirigentes y algunos que nos fueron dejando. Pero la verdad que nos juntábamos una vez por semana a comer y surgían las anécdotas y los recuerdos.
-¿Disfrutaste todo el entorno o lo padeciste en algún momento por las expectativas generadas?
-No. A los 21 o 22 había vuelto a Ateneo con esa presión, pero esta vez el equipo estaba bien y sabía que podía ayudar. Me encontré con un club bárbaro, desde la fruta del entrenamiento, el agua, los vestuarios nuevos, atravesando un momento que nunca lo vi, en lo deportivo y estructural. Me puso muy contento y disfruté un montón.
-¿Entendés que mucho de esto pasa porque los equipos de Punta Alta puedan participar de los torneos de la ABB?
-Sí, le sube la vara un montón. De hecho, el único equipo que nunca había estado en las primeras posiciones era Ateneo.
-¿Notás el crecimiento en el básquetbol de Punta Alta en cuanto al día a día, la expectativa y que se vive de otra manera?
-Sin dudas. Te cambia cien por ciento. Los equipos se arman de otra manera, es otro nivel y la verdad que estando tan cerca era una chicana no jugar todos en un mismo torneo.
-Todavía se ilusionan con poder tenerte algún partido más en el torneo de Segunda. ¿Podrán concretarlo?
-La verdad que los entiendo a los chicos, Alexis (Amarfil) fue uno de los primeros técnicos que tuve, y son todos amigos... pero es imposible.
-De todos modos, imagino que esta experiencia habrá finalizado con “algún día voy a volver”.
-Lógico. Pero la verdad que quería volver en un momento que estuviera bien y lo hice así.
Así lo disfrutó Juani, el pibe del club y así lo disfrutan ahora a Bellozas en Unión, donde verdaderamente le permiten combinar lo que le gusta: el básquetbol y la música.