Bahía Blanca | Miércoles, 25 de junio

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¿Qué impacto tienen las vacaciones de verano en los aprendizajes de nuestros estudiantes?

En Argentina, con un promedio de 71 días, las vacaciones son más extensas que el promedio de América Latina (66). Plantean estrategias efectivas para mitigar los efectos negativos en alumnos de sectores más vulnerables.

Fotos: Archivo La Nueva

Las vacaciones de verano afectan el aprendizaje y pueden profundizar las desigualdades entre estudiantes de distintos sectores socioeconómicos. Mientras los alumnos de sectores favorecidos siguen aprendiendo durante el verano, los más vulnerables pierden aprendizajes.

Ello surge del informe “Vacaciones de verano: evidencia sobre su impacto en el aprendizaje”, del Observatorio de Argentinos por la Educación, con autoría de María Sol Alzú y Leyre Sáenz Guillén en conjunto con Irene Kit, de la Asociación Civil Educación Para Todos.

Este cuadro de situación bien puede insertarse dentro de la polémica suscitada con el planteo que esbozó días atrás Daniel Scioli, secretario de Turismo, Ambiente y Deporte de la Nación, acerca de demorar el inicio de clases del ciclo lectivo 2025 en CABA para luego de los Carnavales.

El funcionario nacional atribuyó esa postura a un intento de resarcir al sector turístico frente a una temporada estival con merma de ocupaciones hoteleras, de alquileres y de consumo en los diferentes destinos que ofrece nuestro país.

Todo ello, agravado por lo tentador que resulta en este tiempo vacacionar en países considerados “baratos” para los argentinos como Brasil y Chile, por ejemplo.

Claro que la iniciativa de Scioli fue descartada de plano por diversos sectores vinculados a la Educación. E, incluso, por la gestión de Jorge Macri, jefe de Gobierno porteño.

Lo cierto es que los estudiantes argentinos tienen, en promedio, 71 días de receso en el verano: es más que el promedio de países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE, 63 días) y de América Latina (66).

¿Cuáles son las estrategias que pueden contribuir a reducir esta brecha?

A nivel regional, el país ocupa la quinta posición en cuanto a duración de las vacaciones, superado por países como Perú (con 87 días, la cifra más alta de la región), y muy por encima de México, que tiene vacaciones más cortas (41 días).

A nivel nacional, existen diferencias en la duración de las vacaciones en las provincias. Catamarca, La Rioja y Santiago del Estero tienen los períodos de receso más extensos, con 82 días, mientras que jurisdicciones como CABA, Corrientes y San Juan reportan las cifras más bajas, con 66 días de vacaciones.

Ahora: ¿cuáles son las estrategias que pueden contribuir a reducir esta brecha?

En cuanto a las acciones tendientes a combatir la pérdida de aprendizajes de verano, el informe menciona cuatro que se han usado en diferentes países desarrollados y Latinoamérica: escuelas de verano, talleres de lectura, modificaciones del calendario escolar y programas de tutorías. La efectividad de cada medida depende de factores como el diseño, la población objetivo y los recursos disponibles. 

Las escuelas de verano implican actividades académicas y recreativas durante las vacaciones con el objetivo de reforzar o recuperar conocimientos. Otra estrategia, similar a esta, se enfoca exclusivamente en talleres de lectura guiada durante el verano. 

En cuanto a la modificación del calendario escolar, implica mantener la cantidad de días de vacaciones, pero redistribuirlos en recesos más cortos a lo largo del año académico.

Por otro lado, los programas de tutorías, que consisten en intervenciones uno a uno o en pequeños grupos con tutores que guían a los estudiantes en actividades académicas durante el verano, también han mostrado beneficios.

"El informe nos muestra que los lógicos y necesarios cortes vacacionales tienen una especie de costo asociado a ciertas cuotas de olvido. Afortunadamente, no son olvidos definitivos, se pueden y deben recuperar al inicio del año escolar”, plantea Irene Kit, presidenta de la asociación civil Educación para Todos y coautora del documento

“Pero también, como familias y en las organizaciones de la comunidad, podemos mantener activa la mente de los niños y niñas, estimulándolos a juegos activos, interpersonales, imaginativos, así como a lecturas compartidas, dramatizaciones, dibujos y expresiones plásticas de todo tipo. Las familias recibimos y buscamos información para estas actividades lúdicas y formativas en tiempos de pandemia. ¿Por qué no resignificar eso que aprendimos años atrás, y ponerlo nuevamente en marcha?", sostiene Kit.