Bahía Blanca | Domingo, 05 de mayo

Bahía Blanca | Domingo, 05 de mayo

Bahía Blanca | Domingo, 05 de mayo

Bahía Blanca, camino al progreso

La ciudad tiene atributos privilegiados, puerto de aguas profundas, nodo energético, polo petroquímico, ciudad universitaria, plataforma de salud de alta complejidad, artistas, espacios culturales, un enorme estuario y otros.

El progreso de nuestro país dependerá de que dejemos ser buenos de a uno y comencemos a serlo en equipos.

La extrema involución en el desarrollo o crecimiento del país debe ser uno de los casos más notables de los últimos dos siglos. Es probable que este retroceso haya comenzado cuando el país, pese a ser potencia mundial, fue excluida de los acuerdos de Bretton Woods en 1944 (Presidencia de Farrell), en el que los 44 países más importantes del mundo establecieron las reglas de juego de la economía para luego de finalizada la gran guerra.

Esta exclusión se debió a la neutralidad proalemana que mantuvo Argentina durante el conflicto.

Estos acuerdos, que significaron la creación del FMI y del Banco Mundial, y la adopción del dólar como moneda de cambio internacional mantuvieron plena vigencia hasta comenzados los 70, cuando la aparición de nuevas potencias como China, India y Japón, abren la puerta a la globalización. Argentina tampoco subió a este tren y profundizó su deterioro.

Hoy el desgaste argentino se puede visualizar principalmente en el intercambio económico negativo, el empobrecimiento generalizado de la sociedad, la degradación de la infraestructura y, quizá el más grave, el deterioro de la educación. Y, en esta post modernidad, del imperio de lo efímero, de la vertiginosa tecnología y ciencia y de la globalización, Argentina está obsoleta.

Si se buscan culpables, es probable que en el primer lugar se señalen a los políticos. Es cierto que las políticas las hacen los políticos, pero es también cierto que la sociedad es la que produce a los políticos. Y reiteramos discusiones sobre ideologías y las culpas del pasado, cuando el mundo piensa en mejorar la calidad de vida y la sustentabilidad en una gran comunidad mundial.

Está visto que los argentinos somos buenos, pero siempre destacamos individualidades. Y en cada caso los tomamos como modelo a imitar. Messi o Maradona en deporte, Leoir, Favaloro o Milstein en ciencia, Rosas, Sarmiento, Evita, Perón en política, el Che Guevara en revolucionario, y tantos otros. También tenemos un Papa y una Reina de un país europeo.

Somos geniales individualmente, pero fracasamos en grupo. Hoy el progreso se genera por la acción de agrupamientos en post de un objetivo. Nadie recuerda al director de la NASA, sólo recuerdan al equipo de la NASA que puso al primer hombre en la Luna.

Probablemente, los especialistas podrán aportar más, pero tenemos un exceso de ego que nos está impidiendo actuar en grupos. El ego y la ambición son motores vitales para generar logros, pero administrados adecuadamente.

Ahora, yendo al tema que nos interesa, nuestra Bahía Blanca, no es una isla en este mar de insuficiencia. La ciudad tiene atributos privilegiados, puerto de aguas profundas, nodo energético, polo petroquímico, ciudad universitaria, plataforma de salud de alta complejidad, artistas, espacios culturales, un enorme estuario y otros. Todo lo necesario para progresar. Pero sigue siendo una de las ciudades de menos crecimiento nacional, con segmentos de pobreza, a los que no queremos ver, y que son cada vez mayores.

Tenemos una gran masa crítica de gente con capacidades, visión, toda una sinergia para plantear futuro, pero, también se nota la falta de empatía entre los distintos actores para generar políticas de desarrollo sustentables y a largo plazo para darnos la ciudad que merecemos.

La última acción colectiva de la ciudad, en pro de un ejercicio concreto de desarrollo, fue “Bahía Blanca de Pie” en los 70, para impulsar la instalación en nuestro suelo del Polo Petroquímico. 50 años después y a 4 escasos años del bicentenario de su fundación, la ciudad carece de acciones concretas para proponer en el 2028 un programa que nos instale en el país y en el mundo como polo de desarrollo. Palabra muy utilizada y poco aplicada.

Hasta el Papa Francisco bromea con que admira La flema de los ingleses, la puntualidad de los suizos, la alegría de los brasileños y el ego de los argentinos.

Encontremos esa voluntad colectiva que está ausente. Ya lo decía Albert Einstein: Hay una fuerza motriz más poderosa que el vapor, la electricidad y la energía atómica: la voluntad.