Bahía Blanca | Viernes, 19 de abril

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El básquet, China y un orgullo: la nueva vida del bahiense Lucas Benítez

El entrenador cumple un año en el país donde se originó la pandemia. “Ya me pregunté ‘¿qué hago acá?’”, contó.

Fotos: gentileza Lucas Benítez

Por Mauro Giovannini / mgiovannini@lanueva.com
(versión ampliada de la nota publicada en la edición impresa)

   “Mi esposa me dijo que me seguía a cualquier parte del mundo, menos a China; y acá estamos”.

   La anécdota, simple y profunda a la vez, pone de manifiesto la aventura que hace un año comenzó a vivir Lucas Benítez.

   Lejos de Argentino, 9 de Julio y Pueyrredón, el entrenador bahiense se encuentra abocado a guiar deportivamente a jóvenes de Xiaolan, lugar ubicado en la ciudad de Zhongshang y que pertenece a la provincia de Guandong.

   “Siempre tuve la idea de ir a España, pero ingresar como entrenador en un club europeo iba a ser difícil. Hasta que a través de Linkedin recibí el contacto de un agente italiano que me preguntó si me interesaba ir a dirigir a China”, narró Benítez.

   “Si bien era un destino del cuál no tenía mucha información, soy amigo del preparador físico Marcelo López, que estuvo con (Luis) Scola aquí en China, así que lo primero que hice fue hablarlo con él. Me dio toda la motivación y la información de su experiencia, que había sido muy positiva”, añadió.

   La propuesta se concretó en octubre del año pasado —cuando el bahiense trabajaba en Obras Sanitarias—; aún sin imaginar la llegada de un virus que alcanzaría el nivel de pandemia que lo obligó —a él y a su esposa, Victoria Zorzoli, también entrenadora— a trasladarse un mes entero a España.

   Es decir, Lucas llegó a Asia apenas concluido el mundial que volvió a poner a la Argentina en la vidriera.

   “Que Sergio (Hernández) sea de Bahía como yo, ellos no lo saben. Si saben algo, es sobre Scola, que jugó acá tres temporadas, y Campazzo, que en el Mundial les abrió los ojos y con su actuación pasó a ser muy conocido”, contó.

   “Para los que saben de básquet, la actuación de Argentina nos puso en un panorama global. Ya había pasado con la Generación Dorada y con Manu (Ginóbili), porque los chinos consumen mucho NBA, a niveles inimaginables”, añadió.

   — ¿Qué pensaron cuando se declaró la pandemia?

   —China es muy grande y nosotros estamos en el sur; no nos enteramos de nada hasta el 22 de enero, cuando se hizo la fiesta de fin de año de la academia donde trabajo. Nos dijeron que había un virus, pero pensábamos que era algo que iba a pasar. Ya teníamos planificadas las vacaciones, así que nos fuimos a Zhuhai y Shangai. Cuando llegamos se decía que el virus estaba instalado y que era peligroso.

   — ¿Entonces?

   —El primer día salimos a recorrer y los shoppings estaban cerrados. Al rato el Gobierno nacional cerró todos los espacios públicos. Ahí nos empezamos a preocupar, así que al otro día nos fuimos al aeropuerto y nos volvimos.

   De regreso, la empresa les comunicó a Lucas y a Victoria que se paraba la actividad y que debían resguardarse en su casa.

   “Nos asustamos porque no queríamos quedarnos encerrados a 30 mil kilómetros de nuestras familias por tiempo indeterminado. Y volver a Argentina era imposible porque el pasaje era muy caro. Ahí surgió la posibilidad de ir a España con un conocido”, sostuvo Benítez.

   En Europa vivieron incertidumbre por ver las medidas que tomaban los chinos, sumergidos en la pandemia, y tranquilidad por saber que los puestos de trabajo seguían estando a disposición.

   “A principios de marzo, cuando se empezó a hablar de que China iba a cerrar las fronteras para los extranjeros, desde la academia nos escribieron para que volvamos. Nos dijeron que íbamos a estar seguros porque el pico estaba bajando y se estaba controlando al virus. Así que —contó— nos volvimos”.

   Benítez es parte de la YBDL (Youth Basketball Development League), una academia de básquetbol juvenil con formadores extranjeros.

   “Se armó un grupo de trabajo con dos entrenadores serbios, un portugués, mi esposa y yo donde trabajamos en la construcción de todo lo que es plan de trabajo de la academia. Nos basamos en planes de Estados Unidos, Canadá, España y Argentina, con su método CABB, más los conocimientos de la escuela serbia. Con eso estuvimos los primeros meses”, sostuvo.

   — ¿Cómo es ser entrenador en China?

   — La educación es lo principal en China. Los chicos tienen jornadas escolares de hasta 12 horas; incluso, hay un número grande de jóvenes que duerme en la escuela de lunes a viernes. Tienen mucha presión y eso hace que el resto de las actividades pase a un segundo plano.

   — ¿No se entrena como acá?

   — El trabajo más fuerte es el fin de semana. Tenemos entre dos y tres entrenamientos los días de semana y alrededor de diez entre sábado y domingo. Lunes y martes son nuestros días libres. La academia tiene dividido los niveles en tres grupos: Regular, Advance y Elite, que es el que compite; los primeros dos son de desarrollo.

   — ¿Qué te llamó la atención del jugador chino?

   —La capacidad de ejecución en la repetición. Les das un ejercicio de técnica y la primera vez lo prueban y les sale mal, la segunda lo hacen un poco mejor y de ahí en más pueden estar haciéndolo 40 minutos perfecto. Y a edades tempranas.

   —Y a nivel colectivo…

   —Su creatividad es muy baja. Si le proponés una situación en la que ellos tienen que tomar la iniciativa y decidir qué hacer y cómo hacerlo, les cuesta muchísimo.

   — ¿Ahí comienza tu verdadero trabajo?

   —Por lo que veo, en general, el entrenador argentino tiene la capacidad de darle a los chicos herramientas en la resolución de problemas que en otros países no existe: el básquetbol colectivo, las construcciones, el entendimiento de situaciones abstractas, interpretar un drill sin necesidad de mostrarlo. En eso el básquetbol argentino de formación es superior a muchos.

   —Esa pasión por entrenar es la que te llevó hasta allá…

   — Se extraña Bahía, por supuesto. Todos en algún momento, cuando nos fuimos de nuestro lugar, nos preguntamos ‘¿qué hago acá?’, pero después encontrás muchas respuestas en el deseo, la profesión y en la posibilidad de estar acompañado por mi esposa, con la familia apoyando desde casa. Estoy agradecido, contento y orgulloso de ser bahiense. Recuerdo con emoción haber nacido en un lugar que hizo del básquet mi profesión y mi pasión y que vive el básquet como no se vive en ningún lugar del mundo.