Bahía Blanca | Jueves, 25 de abril

Bahía Blanca | Jueves, 25 de abril

Bahía Blanca | Jueves, 25 de abril

El Pinar y una historia de nunca acabar

El lugar que fue pensado como un paseo-mirador sigue a merced de gente que tala los pinos para hacer leña.

Fotos: Emmanuel Briane-La Nueva.

Por Mario Minervino / mminervino@lanueva.com

   “Se siguen robando los árboles”. 

   La denuncia, informal, fue realizada  por vecinos y actualiza un hecho que desde hace décadas sufre el que fue pensado como un paseo-mirador, un lugar de esparcimiento y encuentro que nunca logró tomar identidad.

   Se trata del conocido Pinar, en cercanías del cementerio, recostado sobre 14 de Julio, entre D’Orbigny y Fortaleza Protector Argentina, un sector que nunca logró fortalecer su calidad de paseo, un sitio donde, desde hace décadas, se mantiene la práctica de robar árboles, de cortarlos para ser usados (se supone) para leña. 

   Se los roban con completa impunidad, como si realmente se tratara de un vivero público, que alguien se encargó de poblar con árboles para que otros decidan quitarlos y llevárselos sin asumir que lo que hacen conforma un delito.

   El Pinar ocupa ocho hectáreas. No es poco. Es mucho más que una plaza, poco menos que un parque. Fue generado en la década del 40 como paseo, en parte continuidad del parque Independencia, en tierras propiedad del estado provincial. 

   Se buscó evitar de esa manera que terminara siendo un basural o candidato a la usurpación.

   Pero hubo gestiones de vecinos que permitieron torcer esos posibles destinos y colocaron pinos, cedros y cipreses.

   Lo cierto es que el lugar nunca se convirtió en un paseo. 

   Nadie lo usó, nunca se invirtió en intervenciones que permitieran desarrollar ese uso. De hecho no es siquiera simple que la gente ubique este espacio.

   Lo cierto es que aquellos árboles crecieron y el Pinar se convirtió en una suerte de bosque. Desde hace al menos 20 años se denuncia el robo de ejemplares, de la misma manera que está sucediendo en la actualidad. 

   Un delegado municipal aseguró, hace ya casi 15 años, que se llevaban dos cada día. De día y de noche. Los cortan, los cargan en carros o camionetas y se los llevan. 

   En 2013 se hizo una ordenanza para la "preservación y mejoramiento del Pinar", considerando que era un lugar verde considerado como "servicio público y patrimonio natural y cultural de Bahía Blanca".

   No sirvió de nada. El pinar se sigue desangrando y seguramente es momento de tomar decisiones más drásticas. 

   Asumir, por caso, que nunca adquirirá forma de paseo y asignarle otro destino y uso o desarrollar un diseño que los transforme en un sitio seguro, accesible y con atractivos para que la gente lo utilice.

Un lugar con muy poco uso

   A excepción de grupos de scouts, deportistas y parejas nocturnas en busca de privacidad, el Pinar fue creciendo en medio del olvido generalizado.

   Acaso la falta de iluminación, infraestructura recreativa, baños públicos o lugares para comer contribuyeron a su rápido ocaso.

   Más cerca en el tiempo, el surgimiento de nuevas actividades deportivas, como el trekking o el mountain bike, atrajo a nuevos habitués, pero no los suficientes como para popularizarlo.