Bahía Blanca | Sabado, 20 de abril

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“Pasó mucho tiempo hasta que me di cuenta de que no era culpable”

Marina tiene 25 años. Entre los 7 y los 10 fue abusada por un allegado a la familia que hoy está condenado pero prófugo. Cuenta cómo los ataques le cambiaron la vida y de qué manera rompió barreras.

Fotos: Sebastián Cortés-LN.

   El delito sexual tiene diferentes etapas y cada una de ellas deja una huella marcada a fuego en la vida de la víctima.

   El sufrimiento por el abuso, los padecimientos y temores a contar lo sucedido, el calvario del proceso judicial -con los riesgos de la revictimización- y las dificultades para tratar de superar el trance y retomar una vida “normal”.

   Marina lo sufrió en carne propia y hoy reconoce que “seguir adelante” es  difícil.

   “Estoy atravesada por esto que me pasó todo el tiempo”, explica la joven, que hoy tiene 25 años y estudia la carrera de Psicología.

   Fue abusada entre los 7 y los 10 por Walter Dagoberto Matus, quien el 29 de abril de 2008 fue condenado a 12 años de prisión.

   Sin embargo, hasta el momento Matus no pasó ni un minuto en prisión, ya que el día de la lectura del fallo escapó y sigue prófugo.

   “Realmente no entendía mucho qué era lo que pasaba y tampoco recuerdo demasiado. Sos tan chico que ni siquiera sabés cómo contar algo así. Pensás la forma de decirle a tu mamá que alguien te está haciendo algo que no se hace y que no sabés bien de qué se trata”, explica.

   Recuerda que la actitud de su prima fue vital para que rompiera el silencio.

   “Se lo había contado en forma inocente y ella, que no sé cómo sabía que todo eso estaba mal, me dijo que se lo tenía que contar a mi mamá y que si no lo hacía ella se iba a encargar”.

   Como pudo le contó a su madre. Se dio cuenta de que estaba mal, porque “me preguntaba la razón por la que no lo había dicho antes”. Y también tenía temor porque, como sucede siempre en estos casos, el abusador le pide al abusado que no lo divulgue.

El apoyo familiar

   Marina destaca y agradece el apoyo y la contención que le brindaron sus padres.

   “Por suerte me creyeron, porque sé que hay muchos casos de chicos que lo cuentan y no tienen una familia atrás para respaldarlos”.

   Otro sentimiento recurrente es la culpa. “La sentí durante mucho tiempo y debí trabajarlo con mi psicóloga. Con ellos (por el abusador y su familia) teníamos una relación buenísima, entonces fue algo que me mató. Sentía que era la culpable de que se pelearan”.

   “Pasó mucho tiempo hasta que me di cuenta de que no era la culpable de lo ocurrido. El tema es recurrente en la víctima o en la familia de la persona abusada, porque sienten que no la pudieron proteger”, agrega.

   También asegura que “esto cambió todo en mi vida, hasta el punto de la elección de mi carrera. Había empezado a estudiar Derecho, que luego no me convenció, y ahora curso Psicología. Apunté a esas carreras por lo que me pasó”.

   Marina cree que “es algo que nunca lo vas borrar, pero si lo podés trabajar para vivir, mejor. Se trata de ser resiliente, básicamente”.

   Finalmente, señala la importancia de denunciar este tipo de hechos.

   “Es fundamental que se denuncien. Sé que da mucho miedo, tanto contarlo como hacer la denuncia, pero se debe hacer. Hay que entender que la víctima nunca es la culpable”.

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