Bahía Blanca | Jueves, 25 de abril

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“La Universidad fue mi vida”, afirmó el primer graduado

Se recibió de ingeniero industrial en 1956. A los 86 años, recrea los comienzos de esa casa, que celebra su 60º aniversario. Las marchas para su creación y el trato con los fundadores.
Jorge Laurent luce orgulloso el título obtenido en la Universidad Nacional del Sur en el año 1956. Todo un ejemplo.

Jorge Laurent tenía 19 años y estudiaba Ingeniería en Capital Federal, cuando se creó en Bahía Blanca el Instituto Tecnológico del Sur (1948). Tiempo después renunció a la entidad bancaria en la que trabajaba y al sueño de su padre de ser gerente, y comenzó la carrera de Ingeniería Industrial en nuestra ciudad.

Con tres carreras, el Instituto funcionaba en Rondeau 29. Jorge, su madre y su hermano se instalaron en una casa modesta de piezas y cocina --“el baño estaba afuera”, recuerda--, a cuatro cuadras. Por ese entonces, tenía la cabellera oscura y bigotes.

“Éramos alrededor de 30 alumnos en Ingeniería Industrial. Nací en Coronel Suárez y siempre soñé con venir a Bahía Blanca por el mar. Cuando llegué, lo primero que pregunté es dónde estaba el mar. Fue una gran desilusión cuando lo único que había era la ría”, memoriza.

La sede del Instituto tenía aulas enfrentadas, varias columnas y patios centrales. Eran los resabios del conventillo que supo ser originalmente, hasta convertirse luego en la sede de la Escuela de Comercio.

Por ese momento, Bahía aspiraba a ser la puerta de Patagonia, puesto que, a través de los ramales ferroviarios y el puerto, era clave en la actividad exportadora del país. Jorge era una de las 122 mil personas que vivían en la pujante ciudad.

“Fueron años de mucho esfuerzo. No había fotocopias y se usaban los stencils, lo cual implicaba ensuciarse todo. Eso lo hacía para la cooperadora. Además, el profesor Krivoshein me pagaba por hacer las láminas”, recuerda.

Aún siendo estudiante, comenzó a dar clases en institutos de Coronel Suárez y de Tres Arroyos, donde viajaba en colectivo.

“Asistía a clases en Rondeau 29 y jugaba al tenis en el Club Universitario (en donde conoció a su mujer, en calle Alem). Íbamos al cine, había varios”, cita entre las actividades diarias.

El trato con los docentes y directivos del ITS era amable.

“Santiago Bergé Vila y Miguel López Francés (vicerrector y rector, respectivamente) nos conocían por nuestros nombres”, comenta Laurent.

Los tres, como otros tantos, serían fundamentales en la historia universitaria de la ciudad. Pero luego llegó el golpe de Estado de 1955 y el cierre del Instituto.

“Fueron tiempos de mucha incertidumbre, no sabíamos que iba a pasar”, recuerda.

También evoca su participación en las múltiples marchas céntricas a favor de la creación de la UNS. “Era un pedido de toda la comunidad de la ciudad y la zona”.

Un día, ese reclamo se volvió realidad: el 5 de enero de 1956 se firmó el decreto de creación de la UNS. Y Jorge estuvo ahí.

“Fue una algarabía total. Todos los alumnos queríamos ser parte de la Universidad”, rememora.

La UNS comenzó a funcionar en el mismo edificio de Rondeau 29 y absorbió a los estudiantes del Instituto. Tenía ocho Departamentos y varios Institutos de Investigación –una estructura inédita en el país- y dictaba once carreras. Bajo el rectorado del ilustre filósofo Vicente Fatone y como logro de una ciudad toda, nació la séptima casa de altos estudios creada en Argentina.

En el discurso de inauguración el ministro de Educación, Atilio Dell’Oro Maini, auguraba la trascendencia: “La etapa que inicia hoy la UNS será de grandes beneficios para el progreso espiritual y material de esta inmensa región y constituirá, al mismo tiempo, una experiencia ejemplar y provechosa en la evolución de la cultura argentina”.

Un mes después, el 19 de febrero de 1956, Jorge Laurent rindió su última materia de ingeniero industrial y se convirtió en el primer egresado de dicha Casa.

“Ese día fue todo el periodismo, había muchos invitados. Por orden alfabético, rendí primero. Luego, pasó... Yo había comenzado los clases en el ITS pero mi título de ingeniero industrial me lo dio la UNS”.

Todavía hoy el diploma cuelga en una de las paredes de su casa, en el sector en el que anota sus rutinas y remarca temas de interés.

“Ese título me lo entregaron dos años después y me perdí la ceremonia porque estaba de viaje”.

Al recibirse, empezó su carrera docente universitario, que culminaría recién 40 años después.

“Estaba a cargo de las materias Organización II y III de los últimos años de Ingeniería. Cuando nos mudamos a Alem, el edificio ya estaba culminado”, dice.