Los niños que duermen con los zapatos puestos
PEKIN (EFE) -- Han pasado 2 meses y, en el prefacio de los Juegos Olímpicos, el terremoto de Sichuan busca un hueco en el olvido mientras sus niños siguen durmiendo con los zapatos puestos, por si la tierra vuelve a temblar en el medio de la noche.
Como los niños del huracán "Katrina" en 2005 y los del terremoto de Perú de hace un año. Es uno de los síntomas habituales en los menores tras una situación traumática, igual que las pesadillas, el afán por ver películas de desastres o el sentimiento de culpa.
Lo revelan con sus historias del terremoto los maestros de los talleres impartidos por la ONG Mercy Corps en Dujiangyan --una de las ciudades más devastadas por el temblor de 8 grados del pasado 12 de mayo--, destinados a evitar que el lógico trauma de ahora se traduzca en problemas mentales crónicos.
Como la culpabilidad que muchos niños confiesan sentir porque creen que el sismo fue un castigo por alguna travesura.
"Otros se sienten mal de sentirse mal por sus pérdidas materiales cuando no tuvieron ninguna pérdida familiar", explica Janet Johnson, psicóloga de la ONG, que trabajó con los niños que sufrieron el "Katrina", el huracán que dejó 1.800 muertos hace 2 años en EE.UU.
Pero la culpa no es sólo cosa de niños. También la siente una maestra que cuando se desató el terremoto mandó a sus alumnos que se metieran bajo los pupitres, siguiendo el manual de prevención.
"Los que hicieron caso a las profesora murieron y los que salieron de clase se salvaron. Ella también sobrevivió. ¿Qué le puedo decir para reconfortarla? ¿No van a pensar los niños ahora que el terremoto castigó a los buenos y premió a los malos?", preguntó una de las maestras que asiste a los talleres.
Al lado de Johnson, la también estadounidense Griffen Samples y la guatemalteca Iraida Izaguirre intentan dar respuesta, arropadas por su experiencia en desastres como el temblor de Perú del año pasado, para ayudarlos a lidiar con las penas de los 3 millones de niños cuyas vidas se sobresaltaron con la tierra el 12 de mayo.
En las manos de esos maestros, que apenas reciben 158 dólares al mes de salario, quedó la enorme responsabilidad no sólo de confortar a los menores sino de contribuir a su felicidad futura.