El rock volvió una noche y pegó fuerte
Kapanga-Intoxicados/Intoxicados-Kapanga.
Tal como lo explica la regla, el orden de los factores no altera el resultado y a pesar de diferenciarse ampliamente en sus estilos ambos grupos encontraron la coincidencia no sólo en el buen rock, sino también en la noche del viernes pasado cuando se presentaron en el predio de la Corporación ante más de 3.500 personas que cantaron, saltaron y agotaron todas sus reservas energéticas en un recital que dio más de lo que prometía.
Ya desde sus inicios, los grupos apostados en las inmediaciones del lugar coreaban los temas de las bandas anticipando una fiesta en que la gran familia rockera bahiense era la principal agasajada.
Algunos dormían en el piso, otros cuidaban su lugar en la larga cola de entrada, mientras que los más rezagados llegaban a paso lento por los laterales de la ruta que conduce hasta el predio.
La remeras alusivas, los flequillos, las banderas y los pañuelos en el cuello delataban a los de la tan particular "tribu".
Eran las 20, y todavía faltaba mucho para que las luces se encendieran, pero la entrada en calor ya tenía un color importante.
Apenas se abrieron las puertas, la lucha por entrar fue dura, porque la ansiedad crecía pero los encargados de la seguridad privada tomaron todas las precauciones para que el ingreso fuera lento y ordenado.
Una vez adentro, comenzó el ritual de los "trapos" y sus dueños buscaron lugares espaciosos para poder colocarlos.
El "gracias totales" de Kapanga
Cinco minutos antes de las 22 ya estaba todo listo.
De a poco, las lucen se fueron apagando entre los numerosos silbidos.
El humo en el imponente escenario le dio el visto bueno a los integrantes de Kapanga, quienes subieron acompañados de los miles de aplausos.
Contramano, primer tema del disco Crece --grabado en Circo Beat y Estudios Panda, con producción artística de Cristian Algañaraz y Miguel de Luna Campos-- comenzó a sonar inundando el lugar del particular estilo kapanguero, que juega con los sonidos del cuarteto, la cumbia y el ska, sostenidos sobre una fuerte base "rockanrolera".
Le siguió Fumar y un particular reggae, sobre el escenario teñido por las luces verdes, rojas y amarillas.
Sin embargo, la alegría terminó de desatarse cuando Ramón estalló sin piedad y hasta el más parco tuvo que saltar.
Con su particular estilo, Martín "Mono" Fabio --líder indiscutido de la banda-- no se perdió la oportunidad de emular a alguno de sus pares, en este caso a Gustavo Cerati, cuando esgrimió un "gracias totales".
Después de los saludos de rigor, presentó a su pequeño hijo (de entre 7 y 10 años) quien lo acompañó durante todo el show con una guitarra que simulaba tocar.
"Espero que los chicos salven a los padres, ya que muchos padres no pueden salvar a sus hijos", alegó instantes antes de que el Universal comenzara a sonar.
No faltaron tampoco los famosos "delirios" de personalidad de Kapanga, que alternó sus temas con el Himno a la alegría, Gasolina (Patito feo), Radio (Emmanuel Horvilleur) y Amor secreto (La "Mona" Giménez).
Un lugar y Postal (de Los Piojos) bajaron un poco los decibeles pero La taberna volvió a desatar la locura entre los presentes.
Habían pasado las 23, y la intensidad seguía creciendo.
Después de Para vos llegó Rock, quizá el tema más bailado y festejado de la noche.
Crece, unos de los menos conocidos, fue, sin embargo, coreado por todos.
"A ver, quiero saber: ¿cuántos bajaron la canción por Internet?", dijo el "Mono" ante el griterío del público.
"¿Y cuántos compraron el disco trucho?", preguntó mientras todos levantaban sus manos.
"Bueh... igual no nos va tan mal...", dijo sonriente, mientras los acordes invitaban a escuchar En el camino, tema con el cual se despedirían por unos pocos pero "largos" minutos.
El bis llegó de la mano del guitarrista Miguel Luna Campos, quien demostró su habilidad con un solo acústico cargado de impresionantes riffs.
Bisabuelo, Desearía, Me mata fueron parte de la despedida que terminó de concretarse con El mono relojero.
Kapanga había cumplido con la primera parte del show.
No se le podía pedir más.
El cerrado y respetuoso aplauso de los presentes fue el más sensible homenaje que cualquier músico puede desear.
La intensidad de "Pity" y los suyos
Los cuerpos transpirados, las caras cansadas, todavía quedaba mucho por vivir.
Muchos optaron por sentarse y esperar a que los instrumentos de Intoxicados estuvieran listo; otros, la gran mayoría, prefirieron salir al gran parque del predio de la Corporación, en busca de aire fresco.
Llegando a las 2.20 de la víspera, las luces volvieron a apagarse y otra vez, como si nada hubiera pasado antes, los gritos y silbidos reavivaron la sed rockera.
Después de una particular intro apareció "Pity" Alvarez, vestido con campera negra, bufanda en forma de boa, lentes y sombrero.
Desafiante pero sensible a la vez, jugando con su personalidad y sus palabras, dejando a más de uno con una sonrisa en la boca, aunque no hayan escuchado bien que se dijo.
Y es que este líder por naturaleza sabe como generar cierta energía y mantiene con suma habilidad "los ojos sobre su nuca".
"Buenos días", se le escuchó decir en la negra noche, mientras su guitarra comenzaba a tocar Reggae para Mirta.
Pila-pila (uno de los temas más escuchados en los distintos rankings radiales y televisivos y cuyo material discográfico se dará a conocer en abril próximo) le siguió con mayor intensidad y esfervescencia.
Otra vez el cansancio había quedado atrás.
Las remeras "volaban" y las gargantas luchaban contra la incipiente afonía.
Se fue al cielo, De la guitarra y Hermanos... quedaron en la memoria de los seguidores más fieles del grupo, mientras que Adrenalina presentó un sonido fuerte y de crudas raíces rockeras, basado principalmente en las cuerdas.
Después de Una señal, era hora de apaciguar las aguas, así que Homero resultó una balada entre tanto rock stones, cuyas mieles ya habían conquistado a todos.
La presentación de la banda no fue más que una manera de destacar y resaltar la excelente calidad de los músicos que acompañan a Pity.
Niña de Tilcara recordó los sonidos propios de la puna, con sus vientos artesanales, mientras que Reggae para los amigos y Sudeste le pusieron fin a la primera etapa.
"¡Chau!", dijo sorpresivamente el carismático cantante.
"Noooo", fue la respuesta de la multitud.
Después de unos minutos, ya sin la campera, ni la bufanda, Pity retornó al ruedo, pero antes, el bajista Jorge Rossi se animó a Noche con amigos.
Mezcla hip hop, Una vela retomó la euforia.
A esta altura, la conexión con el público era mayor y Pity incluso bajó del escenario para saludar a algunos chicos y regalar remeras.
Religión de Iron Maiden fue el menos entendido pero demostró la ductilidad de la banda para el heavy metal. Pero la gente quería, más que nada, Intoxicados.
Así que cuando Quieren rock invadió las tablas, el campo se transformó en una verdadera fiesta.
Una piba sonó creando una verdadera onda expansiva.
Empujones, codazos, nada importaba.
Desde arriba del escenario Pity comandaba a "su legión".
"Nos vamos. Gracias por su tiempo y no lo desperdicien, no se lo coman como a la mayonesa", alertó ante la mirada atenta de algunos, que aunque no se pueda creer, se quedaron pensando por largo rato.
Pero quedaba un resto más. Una perlita para saborear por última vez.
Ya sin remera, Pity tomó la guitarra, su única compañera y entre los dos lograron una espectacular versión acústica de Candy de Iggy Pop y de Dead flowers, de los Rolling Stones.
Los saludos y los brazos en alto a modo de agradecimiento fueron el saludo final.
A paso lento salieron los chicos y algunas familias. Apenas quedaba un resto para caminar, lo demás había quedado flotando en el aire, las risas, los silbidos, los aplausos.
Pero en el silencio quedaron los recuerdos de una noche que
marcó no sólo a los chicos, sino también a los organizadores que, satisfechos por demás, prometieron repetir el encuentro.
"Esta multitud nos demuestra que Bahía necesitaba algo así, y nos anima a programar algo que tenemos en mente, en lo posible para fin de año, y que podría llegar a durar cuatro días. Sería totalmente inédito para nuestra ciudad, pero vale la pena". Juan Alliotti, organizador del doble recital.
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El aguante, a pesar de todo
El rock and roll generó una verdadera movilización de fanáticos al predio de la Fisa.
Se oía en las miles de gargantas que expulsaban al unísono las letras más conocidas de Intoxicados y Kapanga.
Se veía en los colores de las remeras batik.
Se sentía en las inscripciones de las banderas y en los empujones por tratar de entrar, incluso con las puertas todavía abiertas.
Era la previa de una noche a puro recital, a puro rock. Y del nuestro, nacional.
Por "el Pity".
"Somos todos del mismo palo, del rock and roll", decía José, de 18 años y vestido con una bandera con las marcas de Los Piojos, La 25, Rolling Stones, Callejeros y Los Ratones. Pero cada vez estaba más cerca de ver a Kapanga y a Intoxicados.
Este rockanrolero de barrio Pacífico, encargado de llevar con sus trapos al resto de las grandes bandas nacionales, esperaba un espectáculo increíble y que también Alvarez se comportara.
"Yo he visto recitales del Pity que subió mal, pasado de vueltas y no hizo un buen espectáculo. No cantaba o hacía cualquier cosa arriba del escenario. Por ahí eso no es lo que nosotros buscamos, sino que dé un buen show.
"La vez pasada estuvo muy bueno, tocaron temas de las Viejas Locas que es lo que todos esperan y estuvo muy bueno".
Jonatan, del Barrio Noroeste, también le hizo el aguante al cantante de Intoxicados, banda a la que sigue desde que arrancó. Se perdió de ver el partido de Olimpo. Pero le preocupa más el futuro de Pity.
"Todos lo que lo seguimos sabemos que en cualquier momento está `al horno'. Nos damos cuenta de la decadencia en que ha caído y nos da lastima saber que recauda un montón de plata y que siga consumiendo".
Este fan, a pesar de sentir que la música que hace la banda no es como la de los tiempos de Viejas Locas, lo sigue a donde vaya y siempre espera un buen recital. Y que siempre haya más.
Desde no tan lejos.
Los Mocosos de White, que después de seguir a Kapanga por el Quilmes Rock y Cosquín, el viernes tomaron la 500 para llegar al predio.
"Vinimos todos parados y cantando Kapanga. También algunos cánticos de Comercial, lo más...", dijo Gastón, de 20 años.
Para mostrar que Punta Alta está en todos lados, Pepi y Juani, de 17 años, colgaron su bandera llena de firmas y dibujos de las bandas líderes del país.
"Tuvimos que pedirle plata a la `vieja'. Y hasta vendimos un aire acondicionado. Pero finalmente pudimos venir a hacerle el aguante al rock y a representar todo lo que sentimos por la música con los trapos. Lo que se siente es lo que se ve", argumentó Pepi.
Aporte local.
Pablo Rodríguez es guitarrista. La invitó a su hermana Maira a acompañarlo con su bajo. Después se sumó la voz de su papá Pablo y la percusión de Juan, un hermano "por adopción".
¿El resultado? La Kejona. Es decir, puro rock, inspirado en el más grande: Pappo.
"Todos esperamos que vuelvan los recitales a Bahía. Hoy quedó demostrado que cuando hay propuestas, hay respuestas. Y que los bahienses no son tan caretas y apoyan el rock and roll con todo", dijo Pablo.
Soledad Llobet
El show en números.
* 2 días con jornadas de 12 horas se dedicaron al armado y montaje del escenario.
* 4 consolas grandes se incluyeron, cuando comúnmente se usan sólo dos.
* 35 mil watts fue la potencia del sonido
* 150 mil watts en calidad de luces
* 14 móviles fueron incluidos en el escenario