Bahía Blanca | Lunes, 27 de octubre

Bahía Blanca | Lunes, 27 de octubre

Bahía Blanca | Lunes, 27 de octubre

Corsos de hace un siglo

Hace 100 años, en febrero de 1904, las calles bahienses se vestían de fiesta para celebrar el Carnaval, una de las festividades más exitosas de la ciudad. Durante el día, el juego del agua; entrada la noche, los bailes populares y, en el medio, el inolvidable corso. En 1904, las calles elegidas para el desfile de carrozas eran San Martín y Zelarrayán, entre Rodríguez y Las Heras. La hora de la celebración, de 8,30 a 12 pm; en el recorrido se ubicaban 26 palcos, alquilados por conocidas familias bahienses. El trayecto era iluminado por 17 focos "de gran potencia" y 30 lamparillas eléctricas.




 Hace 100 años, en febrero de 1904, las calles bahienses se vestían de fiesta para celebrar el Carnaval, una de las festividades más exitosas de la ciudad.


 Durante el día, el juego del agua; entrada la noche, los bailes populares y, en el medio, el inolvidable corso. En 1904, las calles elegidas para el desfile de carrozas eran San Martín y Zelarrayán, entre Rodríguez y Las Heras. La hora de la celebración, de 8,30 a 12 pm; en el recorrido se ubicaban 26 palcos, alquilados por conocidas familias bahienses. El trayecto era iluminado por 17 focos "de gran potencia" y 30 lamparillas eléctricas.


 En un palco central se ubicaba el jurado. Las bandas Italo Argentina, de Artillería y de Infantería se instalaban en diferentes puntos del recorrido. En la Plaza Rivadavia, la gente se agrupaba "hasta formar un muro de caras humanas donde no se lee preocupación ni pesares, sino gozo y curiosidad".


 También los balcones eran parte de la celebración, adornados con coloridos ramilletes de flores. Al paso de los carruajes, la gente lanzaba serpentinas, "la traviesa reina del Carnaval", que cruzaban el aire "en su carcajada de colores".


 Finalizado el corso, venía el baile, al cual todos concurrían "con el entusiasmo de las cosas que gustan". Era el tiempo del tango, el corte y la quebrada, "donde entusiastas devotos echaban el resto", según comentó un cronista.


 Agua, corsos y bailes populares, con una alegría y una entrega que cuesta encontrar en estos tiempos del maldito estrés.