El "Torito" del barrio Noroeste
Hasta los 22 años y un mes vivió con sus padres (Rogelio y "Maruca") en calle Artigas 372, enfrente de la plaza 17 de Octubre, más conocida como "placita Don Bosco".
Como todo pibe de barrio, las calles y los potreros eran el mejor lugar para jugar al fútbol, pero con pelota de trapo o alguna de cuero muy usada. Una Nº 5 nueva era mucho pedir, casi ni existían.
Había "picados" a la mañana y a la tarde, parando sólo para almorzar y para tomar la merienda cuando empezaba a caer el sol.
Y a la noche, la gran atracción: los babys en la única cancha de baldosas que existía en varias cuadras a la redonda.
Por eso, a los 9 años, Oscar Rogelio Quiroga empezó a jugar con camiseta y árbitro en El Danubio, club que se hizo popular en las décadas del `70 y del `80.
"Empecé ahí porque no había otra cosa. Mi papá fue presidente y, casi todos los chicos del barrio jugaban ahí --el club todavía no estaba construído, pero igual tenía equipos-- y en la famosa cancha grande de La Piedad, hoy olvidada. Los campeonatos se organizaban en la de 9 de Julio. Eran partidos a morir y se llenaba de gente", declaró el "Torito", nacido el 19 de febrero de 1951.
Sus condiciones rápidamente lo llevaron a Comercial, que participaba en la Liga del Sur.
"El límite en los babys era hasta 12 años, por eso había que buscar otra cosa. Dirigentes de Comercial nos vieron jugar y fuimos con Raúl Alonso, Enrique Decker y otros más. Quedamos en la 7ª división y, a partir de ahí, hice todas las inferiores en ese club", comentó uno de los pocos arqueros profesionales que surgieron de nuestra ciudad.
"Con edad de quinta, ya entrenaba en Primera y alternaba en reserva. En el primer equipo debuté a los 17 años. Era suplente del `Ruso' Bosich, quien en un partido con Sansinena me dijo: `preparate para jugar porque yo dejo'. Al otro domingo atajé contra El Nacional en White; ganamos 4-1".
En 1973, Oscar cambió su vida por varios motivos. El 19 de marzo se casó con la también bahiense Graciela Chávez y sobre los primeros días de diciembre recaló en Talleres. Antes, pasó por muchas dificultades.
"En el primer equipo que me probé fue Gimnasia de La Plata, pero fui en una semana de huelga y ni me probaron. Después fui a San Lorenzo, pero no quedé. Pensé en largar todo, quería hacer mi vida. No sé cómo apareció un escribano de apellido Giménez, quien me consiguió una prueba en General Paz Juniors de Córdoba".
"Viajamos con `Catete' Rodríguez y Jorge Martínez. Nos fue mal, nos vinimos y, ahí sí, no quería saber más nada. Después que me casé, me llegó un telegrama de Talleres para que me presente directamente a ser parte del plantel superior. Fue un milagro, nunca supe cómo se dio", explicó.
"Yo trabajaba en la carpintería de Daltoe (Holdich al 100), por eso, para ir, pedí un trabajo para mí y otro para mi mujer. Todavía no tenía nada arreglado con Comercial; por eso un domingo, cuando tenía que atajar en Talleres, me tuve que venir a jugar un partido ante Villa Mitre por el torneo de la Liga. Llegué a la mañana y a la tarde jugué. Una locura, pero eso, antes, sucedía muy a menudo", recordó.
El primer año, Quiroga estuvo a préstamo y, al siguiente, lo compró la "T" por intermedio de Amadeo Nuccetelli.
"Mi mujer era su secretaria y yo jugaba. En 1974 vino Angel Labruna y, pese a que me fracturé una mano, igual me compraron".
Su único título
Tras 9 años en Talleres, llegó a San Lorenzo, donde fue campeón de la "B" en 1982.
"Los dirigentes cordobeses me cambiaron mano a mano por César Mendoza (también arquero). No hubo plata de por medio. Llegué y me tocó ascender a Primera tras una campaña magnífica. Un año más tarde terminamos a un punto de Independiente, campeón del Metropolitano", rememoró el golero de aquel conjunto azulgrana campeón en cancha de Vélez (2-0 a El Porvenir).
A fines del `84 quedó libre de San Lorenzo y Roberto Marcos Saporiti lo llevó al Juniors de Barranquilla, donde ocupó plaza de extranjero junto a Edgardo Bauza, Carlos Ischia y el "Pato" Roberto Gasparini.
"Jugué un año y me volví a principio del `86. Estuve cuatro meses en Atlanta y después pasé una temporada entera en Belgrano de Córdoba. Mi carrera la terminé en Deportivo Maipú de Mendoza, que jugaba el Nacional `B'. Permanecí dos meses, tuve problemas, rescindí contrato y dejé a los 37 años".
--¿Cómo empezás a trabajar junto a Saporiti?
--Antes de ir a Belgrano, Roberto me llamó para ir a Boca, pero le dije que quería jugar un año más. Lo tuve tres años en Talleres y uno en Colombia. Me conocía muy bien y siempre quedó una buena relación.
"Cuando volví de Mendoza, a fines del '87, él tuvo la chance de agarrar Lanús y me volvió a llamar. A partir de ahí, fui siempre su ayudante, pese a que pasamos tiempos duros sin trabajar. Después salió lo de Méjico y estuvimos 11 años".
¿Quiroga por Saporiti?
--¿Por qué en el fútbol se producen cambios tan rotundos cuando cambian los cuerpos técnicos, como les pasó a ustedes en Olimpo?
--Los jugadores nunca cambian, sí se producen motivaciones distintas y se renuevan las esperanzas. Y si se te da el primer resultado, después es todo más fácil. Los jugadores que no juegan lo quieren hacer y los titulares no quieren perder el puesto. Todos tiran para el mismo lado y le simplifican la tarea al técnico.
"Por lo general, en un proceso malo, el jugador está confundido y presionado. Entonces, se agarra de la idea que vos le tirás. Roberto trata de no volver loco al jugador y de descomprimirlo un poco".
--Pero sacaron 14 puntos sobre 24 posibles. Debe haber una explicación más concreta...
--Cuando llegamos, hace 45 días, parecía que el equipo no valía nada. Se hizo hincapié en la mentalidad y todo cambió. Por eso, cuando preguntan por refuerzos, no es fácil conseguir en el mercado jugadores que rindan más de los que están ahora.
"Tenés que traer algún jugador que compita con los que están, a los que realmente es difícil sacarle el puesto por como están jugando".
--Me querés decir que cualquier refuerzo que venga no sería titular en este equipo.
--Puede ser que no. Puede venir alguien que aporte soluciones, pero es muy prematuro decir que puede cambiar algo. A la pretemporada van a ir algunos chicos de las inferiores que, más adelante, pueden aportar cosas importantes.
--¿Hay jugadores irremplazables?
--No tenemos en el plantel jugadores con las mismas características de Rogelio Martínez o con el ida y vuelta de Mannara. No hay un lateralista zurdo como Clementz ni tampoco un delantero parecido a Duré.
--¿Por qué dentro y fuera de la cancha das más indicaciones que Saporiti?
--Es que con Roberto tengo mucha libertad y él me deja hacer y deshacer. Tengo esa posibilidad y la aprovecho. Sé que me tiene confianza, porque donde vamos a trabajar dice: `las indicaciones que yo dé, es como si las daría Oscar'. ¡Ojo!, la cabeza de todo siempre es él.
--¿Coincidís con él en todo?
--Sí, las diferencias que tenemos están relacionadas con los gustos de los jugadores. En la base de manejar el plantel, de los movimientos dentro del campo, hago lo mismo que él. Las pelotas paradas las manejo yo.
"No tenemos diferencias y somos amigos, al igual que nuestras familias. Estamos hechos y, para las edades que tenemos, no podemos buscar diferencias".
--¿La idea es que él no dirija más y te deje a vos al frente del plantel aurinegro?
--Es la ilusión de él. Me quiere dejar trabajando en un equipo de Primera. Mi nombre no da para ir a agarrar un equipo, porque no soy conocido y en la Argentina hay veinte mil nombres dando vuelta, superiores a mí y que están sin trabajo.
"Ahora, todo ex futbolista quiere ser técnico. Es un círculo chico y muy cerrado. Cuesta entrar y tengo pocas posibilidades de competir. Salvo que el presidente me conozca y confié en mí, pero es difícil; nadie se quiere jugar".
--Pero ese equipo, ¿es Olimpo?
--Ojalá. Falta mucho todavía. Quedan 6 meses de competencia todavía y no sé qué es lo que va a pasar.
--¿Por qué no trabajaste nunca con otro técnico?
--En Méjico trabajé un año con Carlos Trucco (Celaya y Pachuca). Fui por otro contacto, no porque Saporiti me recomendó o porque me relacionaron con su idea futbolística.
"Pero cuando vos estás en otro país que no es el tuyo, te relacionás con el que tenés cerca, y ese fue siempre Saporiti. Me acostumbré a convivir y estar más con él que con mis hijos (Vanina, de 29 años; Silvina, 27 y Pablo, 23)".
"Agarraste un `fierro' caliente"
Eso fue lo que le dijo Julio César Falcioni a Oscar Quiroga en el partido Olimpo-Banfield, en el debut --11ª fecha-- de "Torito" y Saporiti en el actual certamen Apertura.
"Llevábamos como un año y pico sin trabajar y la idea era insertarnos en el fútbol argentino. Era tan difícil que, cuando apareció esta posibilidad, Roberto no dudó y aceptó, aunque lo consultó conmigo", aseguró Oscar.
--Las ganas por volver, ¿pudieron más que nada?
--Seguro. Y no eran más las contras, pese a que muchos lo pensaron. Yo sabía que la tranquilidad del medio iba a beneficiar a Roberto para poder trabajar.
"Quince días antes de venir a Olimpo, Roberto había tenido la chance de agarrar Independiente, segundo en prioridad detrás de `Chiche' Sosa. ¿Y quién le iba a asegurar que le iba a ir bien o mal?".
--¿Ustedes arreglaron con Ledo antes de que se vaya Enzo Trossero?
--No, para nada. Trossero renunció un domingo y Roberto me llamó un día más tarde a las 12 de la noche. Me pidió de juntarnos en Aeroparque para charlar del equipo, antes de que diga que sí. Me dijo que no sabía cómo venir, si llegaba a Bahía y se tenía que volver o si se quedaba definitivamente.
"Dio la casualidad que yo vine a ver a Olimpo con Independiente, y la gente se creyó que intenté arreglar. Nada que ver. Ni siquiera hablé con Ledo. Por mí no surgió ningún contacto, ni me imaginaba que esto podía llegar a pasar".
--¿Cuál fue la primera impresión del equipo?
--Antes de venir, Roberto lo vio dos veces por televisión y me comentó que tenía buenos jugadores. Que se podía intentar algo, pero yo, enseguida le dije: `lo que vos quieras, pero no gana'. El fue siempre muy optimista.
--¿Se puede ir más arriba?
--Si mantenemos lo que logramos hasta ahora, sí. Vamos solitos más arriba, porque sobre fe, confianza y ganas. Tenemos la suerte de nuestro lado y todos quieren más.
--¿El objetivo para el Clausura es pelear por otra cosa?
--Sí. Todos queremos luchar por otro objetivo, pero no están dadas las condiciones en esta temporada. Tenemos que empezar y terminar pensando en salvarnos del descenso y la promoción. No podemos sacar los pies del plato.
Sin nombres...
--Se va Oscar Mena. ¿Quién viene?
--El mejor refuerzo será Laspada. No sé si viene algún defensor, no cambia nada. Apostamos a Mauro.
--Se fue Fram Pacheco. ¿Quién viene?
--El equipo debe crecer más en la parte futbolística. Es la única manera que mejoren todos en cada uno de sus puestos. ¿Donde incorporás? ¿por izquierda? No tiene la selección argentina uno por ese lado. ¿Por derecha? No hay uno que sea fenomenal, sino no seguiría jugando Zanetti en la Selección.
--No se fue ningún delantero. ¿Quién viene?
--Tenemos cuatro, falta que Galván se acople definitivamente. Novaresse está ahí, y con un chico que colabore, estará todo bien.
11 años en Méjico
"Fue una buena experiencia, pero no inolvidable. No es fácil dirigir en aquel país. Primero porque sos extranjero y segundo porque los clubes son empresas privadas que por lo general la manejan pocas personas", señaló quien estuvo en Necaxa, León, Celaya, Tecos, Pumas de la UNAM, Pachuca, Atlante y Veracruz.
--¿Hiciste una diferencia económica?
--No. Para hacer una buena diferencia tenés que ser Nº 1. Yo siempre estuve atrás de alguien. Allá ganás, pero gastás también, por lo que la plata mucho no te rinde. Y más si no trabajás en forma continuada. A mi me pasó de estar parado, entonces, lo que ganaste un año, lo gastaste en otro.
Sergio Daniel Peyssé