Leloir en Bahía

Redacción de La Nueva.

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 Hace 39 años, en mayo de 1973, llegó a nuestra ciudad el científico Luis Federico Leloir, Premio Nobel de Química 1970, para ser parte del jurado de un concurso docente realizado por la Universidad Nacional del Sur.

 Hacía tres años que este médico, quien dedicó la mayor parte de su vida a la investigación, había "perdido" la paz de su laboratorio, al convertirse en poco menos que una celebridad tras recibir el Nobel.

 Leloir abandonó el ejercicio de la medicina en 1932, desalentado por los pocos recursos que tenía para enfrentar a las enfermedades, en tiempos en que los antibióticos eran aún desconocidos. Se incorporó entonces al Instituto de Fisiología dirigido por el doctor Bernardo Houssay, Premio Nobel de Fisiología y Medicina 1947.

 En 1948, Leloir y su equipo identificaron los azúcar-nucleótidos, compuestos que desempeñan un papel fundamental en la transformación de los hidratos de carbono del cuerpo. Este trabajo le valió el Nobel de Química 1970.

 Aquel día, hizo declaraciones a este diario, dejando en claro su modestia y vocación de trabajo, aunque negó ser una persona aislada: "La gente de ciencia es igual a todas las demás", aclaró.

 Seguidamente, anticipó que trabajaría "hasta que le den las fuerzas" y apuntó que un país no se arregla únicamente promoviendo la investigación. "Hacen falta, además, un ambiente de orden y trabajo, gobernantes y empresarios honestos y bien preparados, industrias eficientes, escuelas y universidades ordenadas", destacó.

 Leloir falleció el 2 de diciembre de 1987, a sus 81 años de vida. Su foto sentado en una desmembrada silla de mimbre en su laboratorio fue un reflejo de las grandes contradicciones argentinas.