Bahía Blanca | Viernes, 26 de abril

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Morir en tiempos de cuarentena y coronavirus en Bahía

La soledad de los muertos, la soledad de los vivos. 

Fotos: Pablo Presti-La Nueva.

Por Mario Minervino / mminervino@lanueva.com

   Una de las consecuencias de la pandemia que hoy vive el planeta es la manera en que se puede  acompañar a nuestros enfermos y también a nuestros muertos. 

   La necesidad del aislamiento, de la cuarentena, de la distancia social y de la facilidad con que el virus se propaga ha provocado que tanto las casas fúnebres como las propias familias deban limitar los alcances de los velatorios y también el acompañamiento final al cementerio. 

   La casa Ferrandi, en calle Estomba al 200, ha tomado medidas buscando mitigar el impacto del coronavirus. Desde la  ventilación e higiene permanente hasta los accesos permitidos en las salas velatorias, privilegiando a familiares directos y que estos a su vez mantengan entre ellos la distancia adecuada para evitar contagios. 

   “En general de los velorios están participando los familiares más cercanos. No hay más que un puñado de personas en cada sala”, señala la empresa. 

   Tampoco las funerarias están utilizando los automóviles que forman el cortejo fúnebre hasta el cementerio.

   “Nada más disponemos del coche que transporta el ataúd. Los familiares se trasladan en sus propios vehículos”, indican.

   En similares condiciones se manejan en Bonacorsi, Mitre al 400, donde muchos familiares de fallecidos han preferido no realizar velatorio, asumiendo la dificultad y el riesgo que supone a los allegados acercarse al lugar.

   Un repaso de los fallecimientos registrados en las últimas semanas indica que en la mitad de los mismos no se realizó velatorio.

   El cementerio ha reducido también al mínimo la circulación de personas, los cortejos están acompañados por no más de dos personas. Las cremaciones se siguen haciendo. 

   “Es lo que no tenemos que desatender, tenemos turnos otorgados y un operario trabajando” explica Daniela Calvo, encargada de la necrópolis.

El duelo, personal

   La falta de velatorio configura el quiebre de un rito social al momento de despedir a un familiar. Es el lugar del encuentro, del acompañamiento, de las manifestaciones de pesar. 

   No se trata sólo de despedir a la persona fallecida sino de estar juntos sus seres queridos. 

   Es, según explican los estudiosos, “un rito que ayuda a enfrentar algo tan inabordable como la muerte”.

   De todos modos, no todos viven una muerte de la misma manera y en cada caso puede variar de acuerdo a qué lugar ocupaba la persona fallecida. 

   “Lo importante es entender que pierde una persona con esa pérdida, que pierde no como objeto sino de sí mismo, que versión de sí mismo muere con el muerto”, señala Esteban Ramos, licenciado en Psicología. 

   Para Ramos el ritual del velatorio es una práctica que busca ayudar a “elaborar” algo tan traumático como es la muerte. “Es el momento de llorar, de compartir sentimientos, de manifestar enojos, de sacar culpas”, explica. 

   ¿Qué sucede cuando ese espacio no está? Se deben buscar otros caminos para manifestar los sentimientos. 

   “Hay que generar un espacio donde, mediante la palabra, se pueda expresar lo que se siente, rescatar recuerdos, ensayar algún reclamo o agradecimiento, manifestar enojos o culpas hacia la persona fallecida. Poner en palabras los sentimientos”.

   Por último mencionó que el velatorio “cada vez tiene menos eficacia” como ritual, y que es importante a veces buscar desde lo individual como elaborar algo tan traumático.

   “De todas maneras es difícil ensayar un receta general ante estas situaciones de pérdida, porque depende de cada persona, de cada relación, de cada historia. Pero siempre es importante realizar la elaboración de algo tan complejo como es la muerte en general, y la pérdida de una persona que fue parte de nuestra vida”.