Bahía Blanca | Viernes, 19 de abril

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De Bahía a Pelicurá: la maestra que viaja casi 200 km todos los días por un único alumno

Natalí Melo tarda casi dos horas en llegar a este pequeño pueblo del Tornquist de 28 habitantes. Allí la espera Axel Azcona, de 4 años, hijo de peones rurales y el único alumno del JIRIMM Nº 1. “No se olviden de los jardines rurales”, pidió.

Natalí y Axel, en el patio del jardín. Están cuatro horas juntos, de lunes a viernes.
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Audionota: Gino Mondino   

Anahí González Pau / agonzalez@lanueva.com

    Pelicurá es un pueblo que se despliega a lo largo 500 metros. Hay una sola línea de casas, por lo que nadie tiene vecinos enfrente. En ese reducido espacio se define cada día el destino de sus 28 habitantes. Ellos tienen rutinas, familia, recuerdos, trabajo y arraigo. Tienen su vida. Se resisten a que su lugar en el mundo desaparezca. 

   Y tanto el jardín como la escuela primaria y el club son el corazón de los vecinos. Mientras haya chicos habrá esperanza.

   Hasta allí llega la maestra Natalí Melo cada mediodía desde Bahía Blanca, luego de casi dos horas de viaje y varios kilómetros de ripio, en su auto particular con GNC, para dar clases a Axel Azcona, de 4 años, hijo de un matrimonio que trabaja en el campo y único alumno del jardín rural de matrícula mínima (JIRIMM).    

   "Son dos horas de camino todos los días, es agotador, pero llegás y te llena. Es muy reconfortante”, comentó.

   Egresada a los 31 años de la carrera Profesorado de Nivel Inicial, en María Auxiliadora, en 2020, Natalí aseguró que lo hizo con mucho esfuerzo. 

   Para recibirse tuvo que renunciar al trabajo que tenía en un comercio porque no le daban el día para rendir el examen. Y fue justo antes de la pandemia. 

   “Una amiga que tiene un café me dio trabajo ahí y pude salir adelante”, contó.

   En paralelo a sus estudios fue empleada en el café Havanna del BBPS. 


Junto a su abuela (izq) y su mamá en el acto de entrega de diplomas. Las tres están llorando de emoción.

   “Salía del último trabajo a las cuatro de la tarde y entraba a cursar a la misma hora hasta la noche”, contó.

   “Hoy miro para atrás y veo todo lo que logré. Esto empezó a dar sus frutos”, dijo con la voz quebrada.

   El primer encuentro con su alumno en Pelicurá fue clave para asumir que el camino que había elegido era el que deseaba transitar, más allá de cualquier obstáculo.

   “Es un nene hermoso. Al principio parecía tímido, porque era calladito, pero al final, no es nada tímido. También es una experiencia distinta tener la sala para nosotros dos. Hay un montón de valores y principios que le podés enseñar”, dijo.


El pequeño Axel, de papás correntinos, aprende junto a su querida maestra.

   "Son cuatro horas con un solo alumno. Mis amigas me preguntan ¿te aburrís? No, para nada. Al contrario. Exprimo lo que más que puedo esas cuatro horas”, expresó.

   El jardín se creó en 2006 a pedido de madres que tenían niños en la escuela primaria. La maestra Magalí estuvo 7 años y luego llegó Mariana. Natalí está en un cargo provisorio como directora hasta marzo de 2023, siempre y cuando los papás del pequeño sigan trabajando en un campo cercano.

   En las primeras semanas de clases se apoyó mucho en la docente de la Escuela Nº 9 San Francisco del Monte, Karina Scalfi, quien trabaja en un aula contigua, vive al lado de la escuela y es nieta de los primeros pobladores.


Natalí Melo (der.) Junto a Karina Scalfi y los alumnos de primaria Emma, Román, Alejo y Francisco. 

   Los papás del nene vinieron desde Corrientes en busca de mejores oportunidades laborales. Vivían en el campo pero se mudaron más cerca del jardín porque les resultaba muy complicado llegar, sobre todo en los días de lluvia.

   Desde Chasicó hay un camino de ripio de 22 kilómetros que no lo hace fácil. A la maestra se le rompieron los amortiguadores del auto y debió afrontar los gastos. Las semanas que tuvo el vehículo en el taller también pagó de su bolsillo el alquiler de una habitación en el pueblo y en Chasicó. Era eso o dejar sin clases a su alumno.

   Por estos días, el camino está siendo acondicionado por maquinaria municipal, por solicitud de la propia maestra. 


Axel,el más pequeño, bien abrigado para asistir a clases.

   Para el pequeño son los primeros pasos en el jardín. A pesar de que tiene 4 años, solo asistió a clases una semana en 2021.

   “Había que planificar de cero, como si fuera una sala de 2 o 3 años: los colores, los números. El avance fue tremendo. Articulamos mucho en el patio con los nenes de primaria, en las horas de Educación Física y Artística, sobre todo para trabajar el tema del compañerismo y de compartir”, contó. 

   Para setiembre planean organizar un evento para recaudar fondos para los alumnos de primaria y el alumno de jardín para que puedan viajar a conocer el mar.

   Antes de finalizar la entrevista Natalí enarboló una bandera: “Que no se olviden de los JIRIMM porque le dan sentido al pueblo”.


 

   “Salimos un día de paseo con los nenes de la escuela y del jardín y a cada rato me decían ‘Seño, mirá…’. Y me contaban la historia de cada casa, de cada vecino. Dan tanto. Tienen esos valores que, a veces, en las grandes ciudades se pierden”, señaló.

   La figurita difícil en el mapa: el primer día se pasó de largo

   Natalí llegó tarde a la primera cita con autoridades del jardín porque se pasó el camino de largo. Nunca había estado en el pueblo. Antes de tomar el cargo ni siquiera conocía su existencia. 

   Se quedó sin GNC y sin nafta, totalmente perdida y estuvo varada hasta que recibió el auxilio de un joven que resultó ser el hijo de la docente de primaria. 

   Una vocecita dentro tomó nota: “¿Dios quiere que haga este trabajo o no?”. 


Foto: Archivo de La Nueva.​​​​​​

   No obstante, no se desanimó. Las autoridades del jardín ya habían previsto que podía desorientarse y la habían citado un día en que el niño no debía concurrir.

   El lunes posterior a ese fin de semana, conoció a su alumno. Ese primer encuentro fue la clave de todo lo que vino después.

   Si bien Natalí llevó su carrera al día, tardó más de lo esperado en poder rendir todos los finales.

   “Hay gente que tiene la oportunidad de estudiar y lo valora, pero otros no. Puse mucho de mí. Eso depende de cada uno”, señaló.

   Es la primera egresada de nivel terciario de su familia. 

   “El día que recibí el diploma mi abuela no paraba de llorar”, confió.

   También lloraban Natalí y su mamá. Las tres generaciones celebraban el esfuerzo con un abrazo y fotos. En el mismo año se recibió su grupo de amigas, cuyo lazo se fortaleció mucho por el mutuo apoyo que se dieron. 

   “Desde los 17 años que trabajo como empleada de comercio. Esto me cambió la vida”, dijo.

   Antes de dar clases en el JIRIMM de Pelicurá cubrió por tres meses una suplencia en un jardín de Médanos. También tomó una breve suplencia en López Lecube, en una escuela con tres alumnas.