Bahía Blanca | Jueves, 28 de marzo

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Bahía Blanca | Jueves, 28 de marzo

Bahiense cumplió el sueño de Heyder: el niño que pedía un bracito a Jesús para tocar la trompeta

Nicolás García Mayor, diseñador industrial, creador de un refugio instantáneo para víctimas de catástrofes y reconocido por la ONU como uno de los 10 Jóvenes Sobresalientes del Mundo, le cambió la vida a un niño colombiano que vive en una comunidad aborigen: le diseñó una prótesis.

El niño lo nombró como su "mejor amigo del mundo" en una carta.

   Anahí González Pau
   agonzalez@lanueva,com

“El tiempo que perdiste por tu rosa hace que tu rosa sea tan importante”
Antoine de Saint Exupéry. El Principito.

   Nicolás García Mayor está en cuclillas frente a Heyder. El niño llora, emocionado. Con su única mano, se seca las lágrimas. Mira el piso de su humilde choza, en Antioquia, una comunidad aborigen de Valparaíso, en Colombia.

   Tiene 9 años, muchos hermanos y el sueño de tocar la trompeta, pero le falta un brazo. Por eso, cada Navidad, se lo pide a Jesús, en una carta.

   Varias personas, al conocer su historia, prometieron ayuda pero por distintas causas, no cumplieron. 

   Nicolás, diseñador industrial bahiense, egresado de la UNLP, creador del sistema C-MAX, una solución habitacional provisoria -refugio instantáneo- para víctimas de catástrofes naturales, de visita por Colombia, se entera de la situación. 


El resultado de una historia que sembró una amistad eterna.

   Viaja casi tres días en colectivo para conocer al pequeño y ayudarlo. 

   Llega a la comunidad indígena -sin saberlo- justo el día del cumple de Heyder y de su hermano mellizo. Les regala una torta y mercadería que consigue luego de caminar 3 km hasta el pueblo. Los niños piden deseos en silencio. No pueden creer estar soplando las velitas. Es un regalo inesperado. 

   Nico, en cuclillas, besa el brazo de Heyder y toma las medidas. Sabe que no puede hacer promesas vanas; si promete tiene que cumplir. Ya lo decepcionaron demasiadas veces. Se abrazan, al borde de la cama. 



El abrazo que predice más alegrías y un gran compromiso.

   En las siguientes semanas, el argentino reconocido por la JCI TOYP como uno de los Diez Jóvenes Sobresalientes del Mundo 2014, hace de todo, con los recursos que tiene a mano, para diseñar la prótesis a medida y para que Heyder pueda tocar su trompeta.

   Instalado en un hotel cercano visita al niño todos los días. Hacen compras juntos, van a clases de música, suben la montaña. También participan sus hermanitos y otros niños. Nico compra materiales y arregla los techos porque cada vez que llueve se les moja la cama. Y llueve seguido. 

    Aparecen muchos obstáculos para diseñar la prótesis pero para este emprendedor criado en Villa Mitre -quien terminó su carrera viviendo en un hospital abandonado en La Plata, por falta de recursos- no hay casualidades, sino Diosidades. Y si de amor al prójimo se trata, no se detiene.
   


   El momento de tomar las medidas para el diseño.

   Finalmente, prueba el diseño y es un éxito. Ahí donde no había nada, ahora hay un brazo. También consigue la trompeta. Una buena trompeta, para que el niño pueda tocar en las mejores orquestas.

   Como El Principito y su rosa, ahora Heyder y Nico, son los mejores amigos del mundo. Se lo escribe en una carta.

   


   Fueron juntos a agradecer a Dios.

   Sobre los hombros de Nico, en lo alto de la montaña, el niño abre los brazos en cruz y mira su sombra con una sonrisa: “¡Mirá, Nico, ahora tengo dos brazos y los dos parecen naturales!”. 

Sueño cumplido a pesar de las adversidades

   Pocos días antes de conocer Heyder, Nico pasó por una situación desagradable y con secuelas irreversibles. Estaba en un descanso (vive en Whashignton) buceando en San Andrés, no se despresurizó bien y sufrió la pérdida de un tímpano. Lo pasó muy mal. 

   Especialistas en Medellín le aconsejaron no subir a un avión. No había forma de volver a casa, en Washington, a retomar su trabajo.

   Se preguntó:  “¿Qué me querrá decir la vida? ¿Qué tendré que escuchar que no estaba escuchando?”. Intentó no desesperarse y empezó a recorrer poblaciones indígenas participando de rituales en los que aprendía sobre la Madre Tierra.

   Camino a Perú pasó por una comunidad indígena, en Antioquia --Valparaíso, Colombia-- y estuvo algunos días en una tribu, antes de partir hacia Ecuador. En la frontera recibió un mensaje en el que le contaban la historia de Heyder y decidió regresar.

   “No tenía idea cómo iba a fabricar una prótesis, sin nada, en medio de la selva”, contó.


En los primeros ensayos para cumplir el sueño de Heyder.

 Siete años antes había diseñado una, en este país, pero entonces contaba con una impresora 3D y el apoyo de una Universidad. 

   “Vamos a ver cómo nos guía Dios”, se dijo.

   Ya en Valparaíso le comentó al dueño del hotel en donde se alojó por qué estaba allí. Un hombre que estaba tomando un café, y lo escuchó, le dijo que era ingeniero y ofreció su ayuda. También se acercó una mujer, Sol, quien resultó profesora de música y podía encargarse de ver cómo conseguir la trompeta. 


Uno de tantos momentos inolvidables.

“Y ahí, ya tenía tres o cuatro voluntarios, ni bien había llegado a Valparaíso”, contó.

   Paso a paso hasta llegar al día clave

   Al llegar a casa de Heyder lo recibieron muy emocionados porque ya sabían más cosas sobre Nico y lo veían como una personalidad inalcanzable.

   “Le di un beso en el brazo, hablamos. Fue muy fuerte, su mellizo venía a darme las gracias por ayudar al hermano. Todos lloraban”, comentó.


El beso que sella el inicio de un futuro mejor.

   Sin embargo, pese a los primeros buenos augurios, no fue tan sencillo armar la prótesis. El diseñador empezó a buscar gente que pudiera dedicarse a este caso específico. Le decían: “Necesitás un fisioterapeuta” o “Tendrías que traer el nene a Bogotá”. 

   No era viable movilizar a Heyder hasta Bogotá, siendo menor, o trasladar a una familia con 10 hermanos. Nico investigó día y noche, buscó materiales, contactó gente. Muchos le dijeron que lo ayudarían pero luego no contestaban el celular. Los expertos daban vueltas.


La familia aún le envía videos y audios. 

   Se quedó dos semanas en la comunidad, aunque paró en el hotel, para cierto resguardo energético emocional. Todo lo que vivía era muy conmovedor. La gente se agolpaba en la puerta del hotel para pedirle ayuda. 

   Mientras le buscaba la vuelta a la prótesis, la ajustaba, la rediseñaba, visitó cada día a su nuevo amiguito. Escaneó su brazo y logró traducirlo a 3D. Pronto recibió las partes impresas desde Medellín y las completó con botellas usadas, tanza de pescar y aerosoles.


Cada encuentro se vivía con mucha intensidad.

   “Usé materiales que encontré en el pueblo, tal como hacía en la Universidad. Cuando vivía en un hospital abandonado hacía las maquetas con cosas que encontraba en la basura”, comentó.

   En 10 días estuvo lista, pero no estaba testeada. Y se acercaba el momento de la verdad. ¿Funcionaría?

   Tanto David, el ingeniero que conoció en el hotel, como el dueño del hotel, Antonio, lo ayudaron. El pueblo estaba revolucionado. 

   “Iba al restaurante y no me dejaban pagar. La cocinera me abrazaba y se largaba a llorar. Todos me preguntaban cuándo le ponía la prótesis. Hasta su maestra de primer grado me llamó para estar”, contó.

 


   El día en que la promesa se concretó.

   El día de probar el diseño la gente se acercó a la choza de Heyder a acompañar. Alguien llegó con un dron para documentar lo que iba a suceder.

   Nico le acercó al niño un paquete con la prótesis y con una carta adentro.

   “Él no quería ni romper el papel. Me quedé arrodillado, mirándolo, mientras lo abría despacito. Todos lo miraban. Toda su vida había esperado ese momento. No dijo una palabra. Y yo agradezco haberlo interpretado. Nunca viví un silencio tan bien puesto”, dijo.

   Al ver la carta, Heyder dejó la prótesis a un lado y se puso a leer.

   “Eso me mató porque fue más importante la carta que el brazo. Le dije ‘después la leés’ y ahí empezamos a ponérsela, pero seguía sin hablar”, recordó.

   Las preguntas que vinieron y la alegría de lo nuevo 

   “¿Me puedo bañar con esto?”; “¿Puedo dormir con esto?”; “¿Lo puedo llevar a la escuela?”; “Preguntale a mi mamá si me deja llevar el brazo a la montaña”.
   Al usarla empezó a redescubrir, acarició a su sobrinito, a la hermana, movió sillas, practicó como agarrar las cosas. 

   Quería hacer todo junto: barrer, andar en bici. Por primera vez podía apoyarse en un manubrio con dos brazos.


Feliz, por todo lo que puede hacer con su mano.

    En un momento, Nico y Heyder fueron a la montaña a agradecer a Dios.

   Heyder le dijo: “Le pedí a Jesús un bracito y vos me lo trajiste, Esta Navidad solo le pediría que la pases conmigo ¿Qué tenés que hacer esta Navidad?”.

   “Me dedico a ser feliz y, dentro de las posibilidades, a ayudar a la gente a ser un poquito feliz. Esa es mi ocupación permanente. A veces me sale mejor que otras”, expresó el bahiense que años atrás fue convocado por el Papa Francisco por su obra.

   Vive en Washington desde hace seis años, tiene varias fundaciones para ayudar a víctimas de catástrofes y de pobreza, una de ellas, en Bahía Blanca, llamada Fundación AR (https://fundacionar.org/) y es el creador y CEO de la empresa Cmax System Inc., a través de la cual continúa elaborando diseños con el fin de mejorar la calidad de vida de las personas más vulnerables. 

   En EE.UU le otorgaron la ciudadanía y la residencia como Brilliant Talent una distinción que le fue otorgada a Einstein y que pocas personas tienen. 


El día en que mostró su proyecto en la ONU.

   “Desde que llegué seguí luchando para armar la empresa, conseguir capital, proveedores, línea de montaje, ensamblados, testeo. El último año y medio estuve en Perú testeando todos los productos”, dijo.

   Tiene una fundación en Haití, Niños de Esperanza, que cofundó con un cura. 

   “Adónde voy, voy contagiando, la gente se suma, ve lo que hago, confía y se acerca porque quiere hacer algo por el otro y a veces no sabe cómo”, reflexionó.

    “Tal vez sea por mi forma de ser, de emprendedor. Por amor al prójimo soy capaz de hacer cualquier cosa para que las cosas se den”, destacó.

   Aseguró que por eso trabaja en temas tan complejos como la pobreza, la desnutrición, brindando apoyo a los desplazados.


Es referente mundial en innovación social global y se aboca a dar soluciones a las crisis más complejas.

   Una de las primeras cosas que llama su atención es que habiendo tanto desarrollo tecnológico y científico en el mundo, tanto dinero destinado a ello, no haya planes reales de preparación ante catástrofes. Y la pandemia lo dejó en evidencia, más que nunca.

   Ahora trabaja en el testeo, en Perú, de unidades móviles que prometen ayuda vital para personal médico. Se trata de módulos, con rapidez de armado, que permiten descentralizar testeos, aumentar la capacidad de internación y tener un área de descanso para que el sector sanitario no duerma en el piso o parado, como suele suceder.


Sus unidades móviles para personal sanitario.

   “He visto tanto sufrimiento. Veo cosas horribles, chicos con heridas de bomba en medio de un campamento de refugiados, en Macedonia. Creo que ese sufrimiento que uno pasa en la vida debe tratar de transformarlo en algo positivo. Por eso hago las cosas”, dijo.

   “Perder la audición fue horrible. El oído me sangraba, fue un calvario, pero lo transformé en algo bueno”, expresó.

   Heyder ya no tendrá que volver a pedir el bracito a Jesús. Ahora tiene dos, porque Nico le diseñó uno más, con características de Superhéroe.


En el video le hacen las pruebas para la segunda prótesis que pronto podrá usar.

   Antes de que el argentino se fuera de Colombia, el pequeño le hizo un dibujo y le escribió unas palabras. Le dijo que ahora su mayor deseo era que su mejor amigo del mundo pudiera escuchar como antes.

   Un "pibe común" con una historia fuera de lo común

   De padre colectivero y madre costurera, “un pibe común” de Villa Mitre, hermano del medio (de tres hermanos) diseñó el refugio para catástrofes y conflictos bélicos como tesis universitaria. Lo hizo mientras vivía en la sala de radiología de un hospital abandonado (entre 2000 y 2001, en La Plata) donde además fundó un comedor para 200 personas.

   De cocinar hamburguesas para pagarse los estudios, al egresar, pasó a tener una cómoda vida en Europa contratado por Renault. Trabajó en Barcelona (España) y Emiratos Árabes. Realizó diseños para Jaguar, Volvo, BMW, Audi, Coca Cola, Google, Facebook. Fue multipremiado a nivel mundial.

   Sin embargo, a los 23 años, decidió dejarlo todo para volver a Bahía Blanca, donde creó Ar estudio, una empresa de diseño. Al poco tiempo, de forma inesperada, lo convocaron para presentar el proyecto de su tesis, ante la ONU. Habían pasado 14 años desde el invento, pero seguía siendo innovador. Lo exhibió en la Asamblea General de la ONU sin saber una palabra de inglés. 


 Con su Santidad, el Papa Francisco. Para mas info: @nicogarciamayor

   Antes el Papa Francisco lo había recibido en el Vaticano. Y también Susana Giménez le dio un lugar exclusivo en su sillón y lo presentó como un orgullo para los argentinos.

   Su sueño de impulsar el proyecto habitacional de supervivencia y ayudar a más personas llegó a la cima cuando, en 2016, abrió las primeras oficinas de Cmax System Inc., a dos cuadras de la Casa Blanca. También creó Cmax Foundation, fundación destinada a atender las necesidades de personas afectadas por catástrofes naturales.

   La fundación lleva este nombre por su hermano Carlos Maximiliano. La pérdida de otro hermano, Sebastián, quien falleció de cáncer en 2007, cambió muchas cosas en su interior.

   “La vida ya se ve distinta”, concluyó Nico, a quien semanas atrás una niña colombiana le regaló un colibrí hecho con cuentas de colores y le dijo: “Te va a acompañar porque vos tenés colibríes en tu corazón”.