Licenciado en Matemática, políglota y con nacionalidad peruana: quién es el Papa 267º de la historia
Exobispo en Perú y uno de los hombres más influyentes del Vaticano, Robert Francis Prevost se convirtió en el sucesor de Francisco.
El nombre de Robert Francis Prevost resonaba con fuerza para suceder al fallecido papa Francisco y finalmente se concretó su elección.
Prevost era un ejemplo del nuevo perfil de liderazgo eclesial promovido por el pontífice argentino: cercano a las periferias, políglota, y con experiencia pastoral fuera del eje tradicional europeo.
Nacido en Chicago en 1955, y criado en una familia católica de raíces obreras, Prevost ingresó a la Orden de San Agustín en su juventud, impulsado por una vocación misionera que se consolidó con sus estudios de filosofía y teología en la Catholic Theological Union y posteriormente en Roma, donde se doctoró en Derecho Canónico.
Fue ordenado sacerdote en 1982, y pronto comenzó una trayectoria que lo llevaría fuera de Estados Unidos, alejándolo del confort del ámbito académico para ponerse al servicio de las periferias.
Su español fluido, su sensibilidad con la cultura latinoamericana y su proximidad al pensamiento de Francisco lo convierten en un candidato de continuidad.
Su vínculo con América Latina y controversias
Sus primeros años ministeriales lo encontraron en Perú, donde ejerció como misionero en una región pobre del norte del país, en la diócesis de Chulucanas. Allí desarrolló una pastoral centrada en la cercanía, la formación de comunidades y la defensa de los derechos humanos, experiencia que marcó profundamente su perfil: un religioso comprometido con la realidad social de América Latina, que aprendió a conjugar el rigor doctrinal con una mirada pastoral atenta a los más vulnerables.
Desde 2023, ocupa el estratégico puesto de prefecto del Dicasterio para los Obispos, un rol que lo convierte en el principal asesor del pontífice en la designación de obispos en todo el mundo. Esa función, además de la confianza explícita de Francisco, le ha dado un lugar privilegiado en la estructura de poder vaticana.
En cuanto a su estilo, se lo puede describir como sobrio, de tono pastoral antes que político, mientras que su perfil público es discreto, aunque no exento de influencia: en voz baja, construyó redes tanto en América como en Roma.
Prevost también carga con controversias, dado que durante su tiempo en Perú, su gestión fue cuestionada por presunto encubrimiento en algunos casos de abusos dentro de su diócesis. Aunque no hay cargos formales, las denuncias mediáticas han manchado su imagen, especialmente entre los sectores que reclaman mayor transparencia en la Iglesia.
Este punto en particular no pesó en el cónclave, pese a que la exigencia de “tolerancia cero” frente al abuso clerical se convirtió en línea roja. No obstante, su ascendencia entre los cardenales electores se mantuvo firme, dado que es un hombre de gobierno, con la estructura mental de los religiosos formados en Roma, pero con los pies puestos en la realidad pastoral de los pueblos más alejados del poder.
El acercamiento con Latinoamérica, ¿pesó en la decisión?
Su español fluido, su sensibilidad con la cultura latinoamericana y su proximidad al pensamiento de Francisco lo convirtieron en un candidato de continuidad, aunque sin el carisma expansivo del fallecido pontífice.
En los pasillos del Vaticano, algunos lo veían como un “puente” entre dos Iglesias: la institucional y la popular; la del Norte global y la del Sur. En tiempos donde se barajan nombres de África, Asia y América Latina, un norteamericano con corazón latino resultó una carta inesperada. Si el próximo cónclave buscaba un perfil moderado pero firme, de gobernabilidad silenciosa y visión global, Robert Prevost emergía como una figura de consenso. Y así sucedió.
Bajo este escenario, Prevost se perfilaba como una opción de equilibrio: suficientemente cercana al ideario del papa argentino como para garantizar continuidad, pero con el perfil institucional y sobrio que muchos cardenales valoran en tiempos de cambio. Si los electores buscaban una figura que combine experiencia pastoral global, formación doctrinal y capacidad de gestión, el nombre del cardenal estadounidense ganaba fuerza cuando las puertas de la Capilla Sixtina se cierren.
La trayectoria
Licenciado en Matemáticas (Villanova) y doctor en Derecho Canónico (Angelicum), combina rigor analítico con flexibilidad pastoral.
En Perú (1985-2003) Prevost dirigió seminarios, formando sacerdotes y trabajando en barrios marginados de Trujillo. También estuvo muy cerca de la problemática de los migrantes.
El haber estado en la Curia General agustina (2001-2013), donde dirigió una a esa orden global con presencia en 50 países, lo ejercitó en la habilidad de moverse entre tradición y reforma en la Iglesia. Lo cual para los expertos lo capacita para manejarse entre los conservadores y los progresistas en la Iglesia.
Como prefecto del relevante Dicasterio para los Obispos Prevost debía nada menos que seleccionar a los futuros obispos en base a criterios de sinodalidad, misericordia y opción por los pobres, en línea con la cosmovisión de Francisco.