Bahía Blanca | Viernes, 19 de abril

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​​​​​En el mismo lodo, todos manoseados

Cristina recibió una condena de 6 años y se defendió atacando a jueces y opositores por el escandaloso chat de Lago Escondido. También resolvió la duda más importante: dijo que no será candidata en 2023. ​​​

Cristina Fernández de Kirchner, ayer en su descargo. (Foto: captura de video)

   Hay que ser muy ingenuo para creer que Cristina Kirchner no estaba enterada de las maniobras de corrupción con la obra pública durante su gobierno. No obstante, tal como se explicó en la columna "Verdad jurídica, verdad real", en un proceso judicial los hechos deben ser probados y no necesariamente alcanza con el sentido común.

   Ayer se dictó una sentencia de 6 años contra la vicepresidenta por administración fraudulenta, aunque los fundamentos recién se conocerán el 9 de marzo del año próximo. El kirchnerismo asegura que las imputaciones son falsas y que se trata de una nueva maniobra de lawfare para perseguir a líderes populares.

   ¿Qué es el lawfare? La utilización abusiva e ilegal de los procesos judiciales, para desprestigiar o anular a determinados dirigentes o espacios políticos. Una maniobra típica sería lanzar una acusación en medios masivos de comunicación, instalar una idea negativa sobre alguien y luego acompañarla con una denuncia, pese a que no existe soporte jurídico para sostenerla. Desde el entorno de Cristina viven hablando de este tipo de operaciones.

   En paralelo a la causa Vialidad, surge la filtración de un chat de tono confabulatorio que compromete a magistrados --entre ellos, Julián Ercolini, juez instructor de esta causa que llevo a CFK al banquillo--, dirigentes políticos y empresarios del Grupo Clarín. Se lo publica en un medio muy afín al actual gobierno como "Tiempo Argentino" y luego se presenta una denuncia en sede judicial.

   Un detalle relevante es que ese chat fue obtenido de manera ilegal, sin orden judicial para intervenir teléfonos. Es decir, si la conversación es real, o incluso si no lo es, su publicidad se origina a partir de una grosera maniobra de inteligencia horas antes del veredicto contra Cristina, en un intento de rebajar la imagen pública del Poder Judicial.

   De todos modos, el contenido de esos diálogos, si se termina demostrando que son ciertos, es realmente alarmante ya que revela un manejo espurio de las instituciones de la república: algunos de los delitos que se desprenden son la fabricación de pruebas falsas, amenazas e instigación al falso testimonio, cometidos por quienes tienen la responsabilidad de velar para que nada de eso ocurra. Según uno de los apuntados, Marcelo D'Alessandro, ministro de Seguridad de Horacio Rodríguez Larreta, el chat fue manipulado. Tal vez algún día se sabrá.

   El presidente de la Nación, en un hecho inédito, ordena una cadena nacional para otorgarle mayor visibilidad al tema porque considera que los grandes medios --que se verían afectados por esa información-- no le dieron suficiente difusión. Luego comenta que instruyó a sus funcionarios a radicar una denuncia.

   En principio se deberá determinar si el chat, debido a su origen subterráneo, se puede incluir como prueba en una causa "en aras del interés superior de la Nación" o se lo anula. En cualquier caso, el efecto de propaganda fue logrado.

   Y aquí viene una serie de preguntas. Por la salud de las instituciones republicanas, ¿sería importante saber si esos diálogos son textuales y no manipulados? Sin dudas, sí. 

   ¿El tema reviste el suficiente interés periodístico como para hacerse eco? Desde el momento en que están en juego los entresijos del poder, absolutamente sí. 

   ¿Merece una investigación y aclaración el trabajo de obtención de ese chat? Si realmente se quiere transparentar todo, es imprescindible que así sea, siempre respetando la privacidad de las fuentes periodísticas.

   ¿Hay víctimas, inocentes puros, en todo este entramado? No. 

   A simple vista, ¿hay probables maniobras de lawfare a un lado y otro de la grieta? Sí. 

   ¿Es perniciosa la judicialización de la política? En el fondo, eso debería ser lo más preocupante. La judicialización es el fracaso de la política y ese fracaso es un inevitable camino a la destrucción de los acercamientos y las soluciones comunes. Sin diálogo franco, sin acuerdos, no hay chances de progreso.

   Un interrogante más. ¿Desvela este conflicto al ciudadano promedio? Difícil de saber, pero basta con un sondeo entre las personas más cercanas para ver cuánto entienden de estos temas, si les influye en su opinión sobre los involucrados o si les cambia el día en algo. Probablemente no. Y no se trata solo de la energía puesta en el Mundial, la grieta termina siendo agotadora.

Juez Julián Ercolini

   Luego del veredicto, Cristina hizo un descargo analizando el contenido del chat y no solo criticó con toda dureza a los intervinientes sino también a Rodríguez Larreta, jefe de D'Alessandro, así como al periodismo.

   Los diálogos en el grupo de Telegram son repudiables, pero no lo es menos que la vicepresidenta nunca se haya referido al método de obtención de esa información. Ella no es periodista para ampararse en la privacidad de sus fuentes sino que tiene una responsabilidad mayor a la hora de difundir datos que, en este caso, no dejan de ser charlas privadas. Por más condenable que sea el contenido, se trata de una violación a la intimidad de las personas y ella, como miembro del Poder Ejecutivo, es una de las garantes de que los servicios no practiquen inteligencia interna.

   Más allá de todo eso, anunció un dato político de primerísimo orden. Contra todo pronóstico, reveló que no será candidata en 2023, ni a presidenta ni a vice ni a senadora. Aseguró que el 10 de diciembre del año que viene se irá a su casa. ¿Adónde irá, entonces, el Frente de Todos? Su corriente más importante se queda huérfana.

   La condena judicial tendrá nuevos capítulos con apelaciones que podrían demorar el proceso hasta el infinito. Pero el punto inmediato es que el peronismo en pleno, desde ayer a las 7 de la tarde, empezó a pelarse la mente para proyectar el nuevo escenario. ¿Finalmente llegó el poskirchnerismo? ¿O todavía es muy prematuro para que sus detractores celebren? 

   La discusión tribunalicia, tan efervescente por estas horas, va a durar nada. El otro tema, el liderazgo del PJ, será el centro de la agenda a partir de ahora. Alberto Fernández no parece en capacidad de ocupar ese lugar. ¿Será Sergio Massa? ¿Axel Kicillof? ¿Algún tapado?

   Por lo pronto, esté donde esté, CFK continuará siendo la figura dominante. Ella decidirá si efectivamente quiere entregar ese cetro, más allá de los lugares en las boletas.