Bahía Blanca | Viernes, 19 de abril

Bahía Blanca | Viernes, 19 de abril

Bahía Blanca | Viernes, 19 de abril

¿Se puede aplicar el proyecto de migración sostenible en nuestra región?

La Fundación Es Vicis desarrolló, con inusitado suceso, la primera experiencia mundial en la localidad santafesina de Colonia Belgrano. ¿Por qué la pandemia se convierte en un agregado de valor para este tipo de programas?

Ya pasaron tres años desde que 17 familias se radicaron en Colonia Belgrano. / Fotos: Prensa Fundación Es Vicis y Gobernación de Santa Fe

Guillermo D. Rueda / grueda@lanueva.com

   “La experiencia de Colonia Belgrano fue más allá de nuestras expectativas. Nos ha superado y estamos sorprendidos. Incluso, en el medio del coronavirus esas familias están mejor que nunca”.

   Lo dijo Cintia Jaime, directora ejecutiva de Es Vicis, la fundación suiza de la que hoy muchos hablan y otros aplican una frase —ya no tan anónima— surgida hace 210 años durante la Revolución de Mayo: “El pueblo quiere saber de qué se trata”.

   Jaime alude al proyecto denominado, justamente, Bienvenidos a mi pueblo, que alienta la migración sostenible de familias desfavorecidas por la dinámica de urbanización descontrolada (léase características de las grandes ciudades) hacia localidades rurales con potencial de desarrollo social y económico.

Cintia Jaime, directora ejecutiva de Es Vicis.

   Colonia Belgrano tiene 1.300 habitantes y está ubicada, estratégicamente, a 100 kilómetros de la capital Santa Fe y a 150 de Rosario. Desde hace tres años, 17 familias están concretando la primera experiencia mundial de la fundación, que ha generado 23 nuevos negocios y emprendimientos de bienes y servicios para el propio pueblo y para otros vecinos. En solo un año, el 70 % de esas nuevas familias incrementó un 40 % sus ingresos.

   “La población de Colonia Belgrano aumentó el 10 % en un año. Ahora estaba creciendo al 3 %, pero se detuvo por el coronavirus. Igual tenemos una lista importante de personas preguntando cómo pueden hacer para vivir allí”, agregó Jaime, en diálogo —por videollamada— con La Nueva., desde Ettingen, el sitio donde reside y que es sede de la fundación.

“A través de las herramientas que estamos desarrollando, vamos a poder ser útiles a la sociedad para visibilizar a las personas que quieran irse a los pueblos”.

   Sus recuerdos de nuestra región, incluida Bahía Blanca, no son vagos. Con curioso placer por la naturaleza, de adolescente visitó junto a sus padres a la mayoría de las localidades y, aún hoy, recuerda una frase a la hora del retorno: “¿Por qué tenemos que volver (a Buenos Aires)?”.

   La pregunta (interesada) es saber qué cauce puede tener un proyecto de estas características en nuestra zona.

   “He tenido contactos con gente de Coronel Dorrego. En un posteo nos dicen: ‘Vénganse para mi pueblo’. ¡Tuvo muchos likes! Bueno, nos vamos a contactar para preguntar qué se puede hacer allí, qué les falta, qué les cuesta encontrar y demás”, relató.

   “En este momento tenemos una propuesta para el Gobierno por la necesidad imperiosa de balancear la Capital Federal. Estamos desarrollando una plataforma para crear los perfiles de los pueblos y hacer los mapeos y estudios de manera eficiente para cargarlos a esa herramienta”, explicó.

   “En Bahía Blanca, por ejemplo, se puede trabajar en un radio de unos 200 kilómetros. Las claves son la conectividad y los caminos. Sé que en esa zona está desarrollado el tema de la educación y tienen una logística para llevar y traer niños a las escuelas, por ejemplo”, sostuvo Jaime.

   —¿Qué etapa de gestión transitan?

   —Pasamos de una estrategia de empuje a una de recepción. Hoy somos contactados por los Gobiernos porque no saben qué van a hacer con las grandes ciudades. Son concientes de que si, en el año 2016 teníamos 20.000 perfiles para buscar 20 familias, hoy la cifra ha crecido en forma exponencial.

   “La demanda aumentará y lo que necesitamos es canalizarla en forma eficiente. Por eso estamos trabajando, por un lado, en acercar las propuestas y, por otro, desarrollando la herramienta de relevamiento.

   “¿Por qué interesar al Gobierno nacional? para que vaya a recorrer las regiones, ya que esperamos que una parte importante del apoyo sea en infraestructura. En Colonia Belgrano hubo U$S 2 millones de inversión, donde el 80 % fue invertido por la provincia de Santa Fe. Se colocaron transformadores eléctricos, se mejoró la conectividad y se construyeron 20 viviendas, por ejemplo”.

   —¿Pero también participan los gobiernos provinciales y municipales?

   —Claro. Supongamos que el Gobierno nacional y uno provincial se ponen de acuerdo en visibilizar a 300 pueblos. O a 300 de la Argentina. Si hay 100 en el territorio bonaerense, por ejemplo, se tendrá que hacer cargo esa gobernación.

   “A nivel comunal dicen: ‘Tenemos lotes y queremos participar’. Bien. Habrá que firmar acuerdos porque esa visibilización y creación de perfiles implica un compromiso para el municipio con su comunidad y los referentes locales, desde los presidentes de los clubes hasta los maestros. Hay que determinar quién paga qué cosa y en qué momento.

La capacitación formó parte del proceso en Colonia Belgrano.

   “En esta etapa de comunicación y de desarrollo de herramientas también estamos en la búsqueda de fondos. Es parte de nuestro área de foco y, como fundación, tenemos la cultura de gestionar recursos. Esta vez se trata de fondos de inversión, porque pensamos devolverlos tras recibir los pagos de parte del Gobierno”.

   —¿De qué se trata la propuesta de migración sostenible?

   —Se llama bienvenidos porque la primera sostenibilidad que hay en un pueblo es cuando abre sus puertas y plantea crecer a partir de la recepción de familias.

   “Trabajamos sobre tres pilares. El primero es la bienvenida, justamente, y el segundo, que es central, es el tema económico: cómo se sostiene una familia que se muda a un pueblo. El tercero es el hábitat. Hay que prepararlo y tenerlo listo, porque está claro que la gente no se quedará porque le den una casa, sino que se quedará si tiene trabajo. El proyecto es sostenible si existe el trabajo. Eso está comprobado en distintos programas que han fracasado.

   “Por eso pensamos en un plan que contemple lo que significa una migración sostenible; en eso está la llave de planificar a partir de descubrir las oportunidades que las localidades tienen. Todos se sorprenden luego con todo lo que se puede hacer. Yo trabajo en un pueblo de 5.000 habitantes, con una mirada internacional y gestionando en varios países, pero a 45 minutos de una ciudad o a una hora de otra”.

   —¿La comunidad debe involucrarse?

   —Sí. Lo importante es que haya un municipio interesado, porque tiene que poner terrenos a disposición y una serie de temas a explorar, como la capacidad de las escuelas y cómo se organiza la salud. Ese mapeo lo realiza la comunidad. Y sabemos que existen prejuicios y preconceptos sobre quienes llegan de las ciudades.

   “Para definir el perfil debemos tener el sí del pueblo, porque serán nuevas personas que traerán productos y servicios que son posibles de desarrollar, pero no tendrán que competir internamente”.

   —Existe una creencia generalizada de una migración cada vez más importante hacia las grandes ciudades, pero esa no es tu opinión. ¿Por qué?

   —A ver. ¿Por qué desarrollamos este modelo? Porque veíamos que fue fomentado por los inversores mundiales. Nosotros generamos este programa contra esa tendencia global que alentaba invertir en las ciudades para hacerlas resilientes y más verdes, pero la realidad era diferente. Se trataba de promesas, luego incumplidas.

Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

   “Es verdad que hubo un quiebre económico en lo rural y es verdad, también, que muchas familias fueron forzadas a irse a las ciudades al no existir respuestas desde los ámbitos locales. Ese, justamente, fue el factor de expulsión que favoreció el crecimiento de las ciudades.

   “Desde un lugar egocéntrico, las ciudades dijeron: ‘Ah, vienen todos porque acá se vive mejor’. La tendencia mundial es imparable y hasta así lo entendió las Naciones Unidas: ‘Como es imparable, debemos resolverlo en la ciudad’. Y obviaron hacer el trabajo de entender qué pasó con esas familias que migraron hacia un lugar donde, a veces, comparten un baño con muchísimas otras y sin saber cuál era el deseo real de cada una.

“Ni hay nada válido para decir que debemos estar en una ciudad, hacinarnos, vivir dañando al planeta y, ahora, expuestos a una importante fragilidad. Y no sólo en la Argentina, claro”.

   “Nosotros preguntamos por 20 familias y en cuatro semanas recibimos 20.000 solicitudes para mudarse a un pueblo. Ahí está la respuesta. Ahora, por la pandemia, la demanda se ha cuatriplicado y nos llueven mensajes en forma permanente, desde abogados, arquitectos, fisioterapeutas, comerciantes y demás personas que quieren desarrollar algo”.

   —El programa debía atravesar la etapa de aceptación definitiva, pero ahora se sumó el coronavirus. ¿Qué están aprendiendo?

   —Cuando probamos el proyecto quisimos comprobar que la sostenibilidad económica era autosuficiente; es decir, todas las familias tuvieron un crédito, aunque muchas no lo necesitaron, y otras tomaron uno que devolvieron. Y las casas se las dio el Gobierno de Santa Fe con un repago a 25 años.

Ultimo paso. Con la presencia del entonces gobernador santafesino Miguel Lifschitz, el 2 de octubre de 2019 se realizó la entrega de viviendas a las familias de Colonia Belgrano. A la derecha aparece Jaime.

   “Las familias del segmento que nosotros probamos no habían tenido casa ni tampoco créditos formales; eran emprendedores informales. Nos arriesgamos a un espacio que, desde la experimentación, nos sirvió para poder ser sólidos. No era a un profesional, que ya tiene expertice o educación, que se le permite ir a un pueblo, sino a aquel que le costaba estar en la ciudad. Y, además de ser emprendedores, comprobamos que era gente que estaba detrás de un proyecto de vida.

   “Ahora, estas familias son llamadas por amigos que les preguntan cómo tienen que hacer para vivir en el pueblo. Ya lo pueden dimensionar. Dicen: ‘Menos mal que no estoy en la ciudad’. Han comprobado la valoración del programa en sus vidas con el contraste de la pandemia. Esto nos da una serie de conocimientos y de una nueva conciencia acerca del espacio físico y vital y de lo que esto significa en la vida de los seres humanos.

   “Las ciudades han crecido de espaldas a la naturaleza y, además, dañándola: generan el 70 % de los residuos, consumen el 80 % de la energía del planeta y emiten el 60 % de los gases de efecto invernadero. Estas mismas ciudades ocupan el 2 % de la superficie del planeta”.

¿Por qué en la Argentina?

   “Fuimos a otros países de Sudamérica, como Colombia y Méjico, pero elegimos a la Argentina porque, con el 92 %, está posicionada número 1 en el ranking mundial de concentración en urbes. El promedio es 55 % y, como referencia, se puede citar a Colombia, que está en el 80 %”, dijo Jaime.

  “La misma herramienta la vamos a utilizar en otros países. Pero siempre dependemos de los Gobiernos, ya que el desarrollo para un particular es muy oneroso”, agregó.

   Jaime tomó la decisión de involucrarse en una fundación de estas características durante los dramáticos años 2001/2002, cuando vino a la Argentina (vivía en Suiza desde fines de los noventa) a exponer sobre proyectos sociales en la Universidad Di Tella.

“En Argentina hay un ministerio nuevo que es clave para el proyecto: Desarrollo Territorial y Hábitat de la Nación, que está a cargo de María Eugenia Bielsa”.

   “Sentí como si estuviera en un hospital. Había accidentes afuera y en vez de ver cómo hacíamos para atender al lesionado, pensábamos en construir otro hospital porque no dábamos abasto”, recordó.

   Antes que abogada (por la UBA), escritora y empresaria, Jaime se considera emprendedora a la hora de explicar por qué hace lo que hace.

   “Soy emprendedora y tengo vocación social. Ese es el desafío más hermoso de mi vida: poder realizar una idea que traiga prosperidad a familias y a pueblos”, definió.

Jaime y su esposo Daniel Winzenried, titular de Es Vicis, en Santa Fe.

   La Fundación Es Vicis, que preside su esposo suizo Daniel Winzenried, está en Ettingen, un poblado de 5.000 habitantes situado a 40 minutos de Basilea, cercano a los límites con Francia y Alemania.

   Bienvenidos a mi pueblo en Colonia Belgrano contó con el apoyo, además del Gobierno santafesino, de la embajada de Suiza, y de la sociedad civil local, ya que en algunas fases del proyecto (entre julio de 2014 y junio de 2018), se integraron al equipo expertos de las ONG's locales Contribuir al Desarrollo Social, Responde y Vivienda Digna.