Bahía Blanca | Viernes, 11 de julio

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De desdoblamientos cambiarios y dólar blue: otra vez, la historia se repite

Las primeras restricciones para las compras de dólares se intensificaron con el paso del tiempo entre 2011 y 2015. El camino seguido, hasta hoy, es el mismo.

Francisco Rinaldi

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      De las medidas que se aprobaron el pasado viernes, hay varias que se repiten.

     Quizá la más popular sea el desdoblamiento paulatino del mercado cambiario, que posee una característica saliente: una vez que se ingresa, es muy difícil salir y hasta se hace necesario ajustarlo cada vez más.

      Es que se si examina el derrotero del último desdoblamiento versión K, instaurado en octubre de 2011 (el ingenio popular lo bautizó como "cepo"), empezó como una exigencia de validación de las adquisiciones de dólares por parte de la AFIP, y se convirtió, gradualmente, en un verdadero mosaico de tipos de cambio, con un dólar para cada situación.   

     En su versión inicial, el organismo fiscal era el encargado de autorizar operaciones y fijar topes.

      Apenas un mes más tarde, en diciembre de 2011, a través de dos comunicaciones, la autoridad monetaria incluyó entre las  operaciones supervisadas por la AFIP el concepto de turismo y  viajes y reguló normas para el ingreso y egreso de divisas por servicios, rentas y transferencias corrientes.

     En febrero de 2012 se dictaminó que las empresas no podrían comprar divisas para girar regalías y dividendos al exterior y un mes después, la comunicación “A 5294” del Banco Central estableció  restricciones para la obtención de moneda extranjera en cajeros del exterior e inició el bloqueo de los giros minoristas.

      El BCRA oficializó, en julio de ese mismo año, la  prohibición de comprar dólares para ahorrar (Comunicación “A 5318”)  y estableció que las compras debían hacerse con  dinero bancarizado.

     Fruto de estas medidas, nacían los “dólares múltiples”, algunos de los cuales -como el dólar blue- sólo podían negociarse en los mercados informales, por afuera del radar de la AFIP.

     De hecho, por aquellos años, se llegó a hablar del tipo de cambio “arco iris”, con un color distinto para cada dólar: el parelo o blue, el inmobiliario o gris, el de los exportadores, el puré, el contado con liqui, el dólar soja....

      La cuña de precios entre los mercados no tardó en llegar y en mayo de 2013 llegó a su punto cúlmine, al alcanzar el 100% entre el tipo de cambio oficial y el parelelo.

     Del lado de las autoridades, las explicaciones oficiales eran tan variadas como contradictorias, al punto de negar la existencia del cepo y anunciar su flexibilización o, más cerca de las elecciones de 2015, adelantar las consecuencias catastróficas de la eliminación de algo que no era más que "un invento mediático", según palabras de la por entonces presidenta  Cristina Fernández.

    A partir del 27 de enero de 2014, la AFIP inició una flexibilización parcial de las restricciones, al permitir adquirir dólares para tenencia personal o para viajes al exterior, aunque con condiciones: deberían ganar un sueldo equivalente a por lo menos dos salarios mínimos y no podrían comprar más del 20% de sus ingresos declarados.

     Aquellos que tuvieran la fortuna de acceder a un sistema que se caía en situaciones críticas, tenían dos opciones: pagar el precio del dólar formal y dejarlo inmovilizado un año en una cuenta bancaria, o retirar la suma autorizada abonando un 20 por ciento adicional.

     La brecha con el paralelo era tan amplia que más del 90% de los clientes preferían hacer el pago extra y muchos de ellos vendían lo obtenido en el mercado informal.

    El mismo ingenio popular denominó "puré" a este mecanismo que recreaba la bicicleta de los años 80.

     Una estrategia especulativa con operaciones por unos 9.800 millones de dólares, a un promedio de poco más de 630 dólares por caso.

     Así, pequeños y medianos ahorristas se volcaban "verde" para resguardarse de la depreciación del peso y, de paso, ganarse unos pesos extra.

     El resultado fue  que los 152.000 millones de dólares por pagos de importaciones, giros de utilidades, pagos de deuda y atesoramiento que se fueron en 2011 se redujeron un 40 por ciento tres años más tarde.  

     Sin embargo, del lado de los ingresos, la entrada bruta de dólares comerciales y financieros pasó de U$S 145.000 millones a U$S 97.000 millones.

     Conclusión: el cepo fue eficacaz para bloquear la salida, pero también para el ingreso de dólares, lo que hizo obligatorio pensar en su eliminación en algún momento del tiempo, cosa que, finalmente, se hizo en diciembre de 2015.  

     ¿Y ahora?

     Paradójicamente, el mismo Gobierno que anunció con bombos y platillos el fin del cepo y sus consecuencias lo volvió a implementar, acuciado por la falta de divisas y las corridas contra el peso.  

     Y otra vez: ante la incesante sed argentina de dólares, las restricciones iniciales no tuvieron otro camino que su intensificación.

     Repasemos: el domingo primero de septiembre, el presidente Macri firmó un DNU -Lacunza lo anunció por cadena- donde se permitía la compra de hasta 10.000 dólares mensuales.

     Poco después, hubo que dar un apretón extra: a partir del 28 de octubre, sólo se podrían comprar 200 dólares por persona y por mes.

    La idea era cortar de raíz con el flujo de compras de dólares, que no paraba de crecer.

     Y la meta se cumplió: las compras netas de divisas por parte de las personas humanas (la diferencia entre lo que se compra y se vende en el mercado oficial de cambios) cayeron desde los U$S 1.500 millones en agosto hasta los U$S 101 millones dos meses después.

     Pero no el apetito, toda vez que hubo más gente interesada en comprar entre ambos períodos (1,3 contra 1,7 millones) aunque, obviamente, por mucho menos montos, dadas las restricciones impuestas aquel primer domingo de septiembre de este año.

     ¿Cómo sigue?

     El actual Gobierno fue el encargado de perfeccionar el desdoblamiento iniciado por el anterior, al decidir un  impuesto del 30% a las compras para ahorro en el extranjero y a los pagos con tarjeta, iniciativa que, entre otras, tuvo este viernes el visto bueno del Senado.
    Se repetía, así, la historia: de la veda de 10.000 dólares al mes se pasó a una de 200, a lo que se agrega un recargo del 30% sobre la cotización del día para quienes deseen atesorarlos o gastarlos afuera.

    Como no podía ser de otra forma, se repitieron las consecuencias: se profundizó la brecha cambiaria y aparecieron los nuevos tipos de cambio.

      El economista Esteban Domecq los listó en Twitter: por efecto de las nuevas retenciones -que son parte del megapaquete aprobado el viernes- los productores sojeros recibirán un tipo de cambio $ 40 por cada dólar liquidado, los trigueros $50, los ganaderos 54, las ventas de bienes y servicios 59, mientras que quienes quieran comprar con límites más generosos deberán pagarlo más de 74 y 82 quienes deseen viajar.

      Como se ve, nada nuevo en la montaña rusa de nuestra economía, que de cepos y restricciones, sabe mucho.