Bahía Blanca | Viernes, 29 de marzo

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Los trastornos de la excitación sexual

   Las disfunciones sexuales surgen en alguna de las fases de la respuesta sexual humana (deseo, excitación, orgasmo y resolución) ocasionando una experiencia sexual poco o nada satisfactoria.

   Cuando la disfunción aparece durante la fase de excitación, se la denomina trastorno de la excitación sexual.                                        

   Las personas con esta disfunción carecen de excitación sexual, ya sea mental y emocional (subjetiva) o física (aumento de la tensión muscular, del pulso y de la presión, cosquilleo o palpitaciones en la zona genital, lubricación vaginal). Algunas, incluso, no sienten ninguno de ambos tipos de excitación ante los estímulos sexuales.

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   A estos trastornos antes se los definía como frigidez o impotencia, utilizando como términos peyorativos. Por eso en la actualidad  se las denomina Disfunción Excitatoria Femenina y Disfunción Sexual Eréctil en el caso de los varones.

   Esta última impide a los varones lograr o mantener una erección suficientemente rígida para la penetración. Ellos mencionan que no sienten placer durante la actividad sexual por la falta de excitación. 

   Según el resultado de algunos estudios, el 50 por ciento de los varones suele tener disfunción eréctil ocasional y, 1 de cada 8  la padece en forma crónica. 

   Sin embargo, y a pesar de ser un cuadro frecuente como lo demuestran los estudios, el porcentaje de varones que consultan con un especialista es muy bajo. 

   Las causas de esta disfunción pueden ser físicas o psicológicas. Entre las físicas pueden ser derivadas de la hipertensión arterial, el tabaquismo, alcoholismo, diabetes, operaciones de próstata o medicamentosa (psicofármacos). 

   Entre las psicológicas más comunes se citan los trastornos de ansiedad, depresión, factores vinculares o temor al fracaso, entre otras.  

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   La Disfunción Excitatoria Femenina consiste en la dificultad para obtener una respuesta de excitación (lubricación y dilatación de la vagina) suficiente para llevar adelante una relación sexual completa y satisfactoria. 

   Entre las causas físicas más habituales que la provocan se encuentran los trastornos neurológicos, endocrinos, infecciones vaginales, diabetes, alcoholismo o el tratamiento con psicofármacos.

   Las causas psicológicas pueden estar relacionadas a antecedentes de abuso sexual o violación, actitudes negativas frente al sexo aprendidas en la niñez o la adolescencia. 

   También puede suceder por ansiedad, estimulación física inadecuada o baja asertividad sexual, que es la dificultad para comunicar a la pareja lo que gusta y lo que no, en un encuentro sexual. 

   Los abordajes terapéuticos posibles siempre están relacionados con las causas que ocasionen estos trastornos, por lo que es importante consultar con profesionales idóneos para su tratamiento. 

   En general, y en los hombres, el citrato de sildenafilo es una medicación que da muy buenos resultados. Sin embargo, antes de emplearlo es conveniente consultar con el médico a fin de evitar algún efecto secundario no deseado. 

   La psicoterapia también da muy buenos resultados a la hora de desbloquear emociones o creencias, además de ayudar a encontrar las causas que provocan dicho trastorno. 

   Según la terapia sexual propuesta por los pioneros de la sexología, William Masters y Virginia Johnson, la psicoeducación sexual puede incidir favorablemente en las personas con alguna disfunción sexual. 

   Sin dudas, mejorar la comunicación con la pareja  es una de las prioridades a la hora de intentar superar este tipo de disfunción. Es importante encontrar tiempo para la actividad sexual, fomentar la confianza, el respeto y la intimidad de la pareja. 

   El esfuerzo que se realice para perder el temor a la exposición o la vergüenza es el comienzo para poder encontrar una solución que nos permita disfrutar de una vida sexual plena y satisfactoria.