Bahía Blanca | Sabado, 27 de abril

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Malvinas: La batalla de los submarinos

Por Osvaldo Jorge Palacio.

 Las marinas modernas del mundo fortalecen su sistema subacuático para defensa y protección de sus territorios. Nuestro país, lamentablemente, se quedó en el tiempo y quizá jamás se recuperará.




 Mar del Plata, otoño de 1982: turistas buscando cocinas en el puerto y café con tortas en el Torreón del Monje o excursiones a la Sierra de los Padres, tratando de llegar a la Gruta de los Pañuelos, para venerar a la Virgen, cumpliendo promesas efectuadas. Nadie imaginaba que, lejos de allí, en las profundidades del mar austral, tendría lugar un capítulo de la guerra submarina con Gran Bretaña. Los argentinos estuvimos cerca de comprometer el desarrollo de la operación inglesa en el Atlántico Sur, pero la precariedad instrumental nos jugó en contra.




 La base de submarinos está en cabo Corrientes, donde el 30 de octubre de 1826, el almirante Guillermo Brown reunió a su escuadra y navegó, junto con Tomás Espora y Leonardo Rosales, hacia el río Uruguay y, frente a la isla del Juncal, el 8 de febrero de 1827, venció a los brasileños.




 Nuestra fuerza de submarinos (Cofuersub), a fines de la década del setenta, estaba integrada por cuatro unidades, dos de origen norteamericano (el "Santa Fe", clase Guppy II, y el "Santiago del Estero", clase Guppy I) y otros dos de origen alemán, el "Salta" y el "San Luis".




 Con la llegada de los Guppy, en 1971, la Argentina dio un paso fundamental en el fortalecimiento de su fuerza. Por primera vez se contó con submarinos y no sumergibles, y se incorporó el snorkel, que es, básicamente, un tubo que permite tomar aire para poder conectar los motores diesel bajo el agua y recargar las baterías sin salir a la vulnerabilidad de la superficie.




 Esos buques fueron el paso intermedio entre el submarino diesel eléctrico convencional y el nuclear. Este sistema, lejos de ser "chatarra", como muchos lo quisieron calificar, estaba, entonces, en servicio en la mayoría de las armadas del mundo, empezando por los Estados Unidos y siguiendo por los países integrantes de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), y tenían capacidad para el transporte de tropas, tubos lanzatorpedos en proa y popa, torpedos convencionales de corrida recta y buscadores, un sistema muy ingenioso, llamado Prairie Masker, que enmascaraba el ruido del buque (fundamentalmente, cuando se utilizaba propulsión diesel y carga de baterías al mismo tiempo), y, sobre todo, una cadena logística de repuestos muy sencilla, con motores General Motors de 12 cilindros en línea.




 La respuesta antisubmarina a la agresión inglesa quedaría, en principio, a cargo de los sumergibles "San Luis" y "Salta", incorporados ocho años antes del enfrentamiento con el Reino Unido. El "Santiago del Estero" estaba inoperable y el "Salta" estaba en reparaciones y salió de las mismas con problemas que para nada fueron mayores que los del "Santa Fe" y el "San Luis". Su comandante adujo que se había comprobado una inusual generación de ruido, circunstancia que lo hacía fácilmente detectable a los sonares enemigos. La Armada aceptó la especie y, lamentablemente, lo desafectó del operativo. Con su actuación, otro habría sido el resultado de la batalla subacuática.




 De esta manera, sólo quedaron a flote el "San Luis" y el veterano "Santa Fe", para enfrentarse con la poderosa flota británica. El "San Luis", construido, en 1969, en el astillero Howaldtswerke-Deutsche Werft, de Alemania, se incorporó a la fuerza en 1974 y, por su actuación en la guerra de Malvinas, fue distinguido con la medalla al "Valor en combate", ya que logró burlar el bloqueo de la flota británica. El "Santa Fe" sirvió en la Armada entre los años 1971 y 1982, habiendo estado en la marina estadunidense entre 1945 y 1971.




 No es acertado decir que el "Santa Fe", que estaba por ser radiado del servicio, sólo cumplió con creces su misión de "transportar tropas". Si bien el desempeño del "San Luis" fue más lucido, la tarea de aquel fue, quizá, más épica, por lo desigual, en comparación con los medios que enfrentó del enemigo.




 En 1978, la empresa Varta Argentina, de la ciudad de Merlo, provincia de Buenos Aires, con el asesoramiento naval, reprodujo una batería del "Santa Fe" y se llevó a cabo su reposición en los diques de Puerto Belgrano. Se seccionó y se soldó el casco, con mayor calidad y resistencia que las que poseían los submarinos americanos y sin aplicar restricciones al plano de profundidad. Conclusión: no sólo se reparó el "Santa Fe", sino que se obtuvo una licitación internacional y se hizo lo propio con el submarino venezolano "Picua". Esta situación no fue para nada digerida por los norteamericanos, quienes empezaron a presionar nuestro país por todos lados.




 El "Santa Fe" zarpó el 27 de marzo de 1982, trasladando a trece buzos tácticos. Cumplió con su misión de desembarco en Malvinas, donde fue de los primeros en llegar. Los comandos debían capturar el faro "San Felipe", en cabo Pembroke, y demarcar la playa para el desembarco de los vehículos anfibios.




 Después, la nave regresó a Mar del Plata y retornó con más tropa a las Georgias del Sur. Allí, fue atacado con bombas de profundidad y misiles lanzados desde un helicóptero enemigo; también había fragatas y un submarino nuclear esperándolo: todo para el viejo "Santa Fe".




 En la vela (la torreta del buque), se encontraban de guardia Feldman y Muraciole; estos tripulantes, junto con Ghiglione, Mareco, Macías, Silva y Bustamante, se armaron voluntariamente con los fusiles FAL de dotación y comenzaron a repeler el ataque, acción que negó a los helicópteros enemigos la vertical del buque y sólo les permitió disparar con sus armas livianas de a bordo. De pronto, una de las aeronaves enemigas lanzó un misil, que debe haber sido un AS-II o AS-12, que impactó y atravesó la vela. El cabo segundo Alberto Macías perdió una pierna y es parte de los héroes olvidados, como el capitán de fragata Horacio Bicain y su segundo jefe, lamentablemente fallecido por un infarto, capitán de corbeta Horacio Michellis. Con el buque escorado, inundado y con varios heridos a bordo, se desembarcó a toda la dotación y se procedió a inutilizar la nave, destruyendo las claves e impidiendo que cayeran en manos inglesas. Días después, siendo prisionero, moría asesinado el suboficial Félix Artuso.




 Luego de la guerra, a principios de 1985, cuando era remolcado hacia el Reino Unido como trofeo de guerra, resultó hundido en medio de un violento temporal.




 Los hechos impactaron en las autoridades de la Armada. El "Santiago del Estero", una virtual chatarra, fue sacado secretamente a remolque de la base de Mar del Plata y trasladado hacia Puerto Belgrano. La maniobra buscaba confundir a la inteligencia británica, que lo creería en operaciones. Y, efectivamente, aunque el viejo submarino no podía moverse, los británicos creyeron que estaba operando en patrulla en alta mar, lo cual los obligó a mantener constante vigilancia y desvío de recursos.




 Pero la pérdida del "Santa Fe" dejó una sola unidad operativa, el "San Luis". El 12 de abril, navegaba hacia el norte de las islas, pero fuera de la zona de exclusión; empero, el 29 de ese mes recibió la noticia de que se habían modificado las reglas del enfrentamiento: quedaba autorizado a disparar libremente sus torpedos en la zona de patrulla, al norte de las islas.




 Realizó una campaña de 40 días, llevando a cabo tres ataques al enemigo, no obstante haber operado con sólo tres de sus cuatro motores diesel y haber tenido la computadora del sistema de armas fuera de servicio. Su capacidad de lanzamiento de torpedos estaba limitada a condiciones de emergencia. El 1 de mayo, lanzó un torpedo SST-4 sobre un blanco a distancia, clasificado como destructor o fragata, sin poder apreciar su efecto, siendo a continuación hostigado casi un día entero por buques y helicópteros, por lo que debió asentarse en el lecho del mar, para evitar sufrir consecuencias.




 El ocho de mayo, efectuó un nuevo ataque sobre un blanco apreciado como submarino, con fuerte explosión en el azimut del lanzamiento, sin poder dilucidar los efectos. Finalmente, el 10 de mayo, efectuó un tercer ataque con dos SST-4, sobre un blanco también clasificado como destructor o fragata, pero sin sufrir un posterior contraataque. El 11 de mayo, recibió la orden de regreso a la base de operaciones, que cumplió sin novedad. El 19 de mayo, ingresó a la base naval de Puerto Belgrano, luego de 39 días de patrulla y 864 horas de inmersión.




 Veinticinco años después de la guerra, sir Tim McClement (segundo en el mando del HMS "Conqueror", el mismo que hundió al crucero "General Belgrano") develó la "contribución vital" que hicieron sus submarinos en la victoria contra la Argentina.




 Esa misión nunca fue descubierta por nuestro país, reveló el alto oficial naval británico, quien informó sobre el intento de incursionar en territorio continental para destruir la base de aviones de Río Grande, en un artículo para una publicación de la marina real británica titulada "Royal Navy, a global force".




 El militar indicó que los cinco submarinos nucleares estaban alineados, sumergidos, a orillas del límite territorial de 12 millas de la Argentina, para dar el alerta de ataques aéreos lanzados contra las fuerzas británicas. Las naves podían captar los despegues desde la base principal de Río Grande, señalando el tipo de aviones y su número, dando así el alerta 45 minutos antes del ataque.




 La amenaza de los cazabombarderos argentinos Skyhawk, armados con bombas de 1.500 y 2.000 libras, y los Super Etendard, con misiles Exocet, planteaba el mayor peligro para la marina británica; principalmente, porque la Royal Navy carecía de sistemas apropiados de advertencia temprana.




 McClement señaló que los dos buque portaaviones de la marina inglesa, el HMS "Invincible" y el HMS "Hermes", estaban al este de las islas y fuera del alcance de los bombarderos argentinos, pero había buques más cerca del territorio continental y eran altamente vulnerables; asimismo, las tropas británicas que desembarcaban en las islas eran, también, blanco propicio.




 Así, pues, la presencia de los submarinos nucleares "Conqueror", "Splendid", "Spartan", "Courageous" y "Valiant", así como un convencional, el "Onyx", fue la solución, tras el fracaso de atacar la base de Río Grande y destruir los Skyhawk.




 La alerta temprana de los submarinos permitió la destrucción de varios bombarderos argentinos y obligó a otros a regresar a sus bases, lo que fue clave para la derrota de las fuerzas nacionales, según concluyó McClement.




 A estas alturas, no se puede dudar de la capacidad de Estados Unidos y Gran Bretaña de encarar acciones militares impensadas. Baste recordar los resultados que está teniendo, para muchos países de Medio Oriente y Asia, la declamada guerra contra el terrorismo. En la guerra de Malvinas, Margaret Thatcher estuvo dispuesta a usar armas nucleares contra el territorio argentino, según reveló, años atrás, un libro sobre el entonces presidente francés François Mitterrand. La intención de la "Dama de Hierro" de usar cargas nucleares para definir la guerra por las islas fue abortada por la decisión de Mitterrand de proporcionar a los ingleses información sobre las armas que Francia había vendido a la Argentina. Es decir, se estuvo muy cerca de la locura.




 Probablemente, las últimas informaciones sobre el posible envío al Atlántico Sur de un submarino nuclear inglés sea nada más que un bluff, ya que nadie duda de que la Argentina, aunque firme en el reclamo, tiene muy claro que el camino de la recuperación de las islas no pasa por las armas.




 La guerra antisubmarina es, fundamentalmente, una contramedida, una reacción planeada y deliberada. La ventaja más importante del submarino sobre el buque de superficie es su capacidad para eludir la detección. Esta capacidad, por sí sola, es tan significativa (especialmente, en la era de los radares, aviones patrulla y satélites), que muchos expertos piensan que el submarino es un arma dominante en cualquier conflicto.




 Con el arma submarina, cualquier país serio posee una inmensa posibilidad de aportar condiciones y crear situaciones muy favorables para que las fuerzas de superficie y el componente aéreo puedan realizar su misión con mucho mayor éxito. Los "oídos debajo del mar" alcanzan a detectar entre 60 y 80 veces más lejos de lo que pueden hacer los ojos del vigía de un buque y aun las ondas del radar, desarrollando, así, una importante labor de disuasión.

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Fuentes: Archivos personales, relatos del capitán de corbeta Horacio Bicain, comandante del submarino "Santa Fe" en 1982. "Poder Naval"; revisión de un artículo de Alberto Amato ("Clarín"). Nota periodística al almirante Alejandro Maegli (durante el conflicto, integrante de la oficialidad del "San Luis"). Grupo de investigaciones de defensa. Submarinos de la Armada Argentina 81933/2000, Ricardo Burzaco, Eugenio B ediciones. Submarinos argentinos, Martín Ignacio Otero. Comunidad Submarinista Latinoamericana, artículo "Submarinos y recursos". Submarinos nucleares en primera línea de la defensa británica en Malvinas, AFP, Londres. Asesoramiento: capitán de fragata (RE) Osvaldo Goñi.

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Osvaldo Jorge Palacio VGM (palacios@delabu.com.ar), es periodista, corresponsal de guerra del Ejército argentino.