Bahía Blanca | Sabado, 20 de abril

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El asesino que se hizo pasar por periodista de La Nueva. para cubrir el funeral de su víctima

Un cronista cuenta cómo conoció al "demente" que ahora busca la libertad.
Foto: Archivo-La Nueva.

Por Redacción La Nueva. (info@lanueva.com)

Domingo 12 de noviembre de 1995, 9 horas. Redacción de La Nueva Provincia casi desierta. Suena el interno 294.

    — ...Te buscan en portería, vino un cadete de Punta Alta con las fotos del homicidio.

   —Ya bajo.

   El periodista cortó y llegó hasta el viejo acceso de Sarmiento.

   —Hola, me mandan de la agencia de Punta Alta —dijo el joven que estiró su mano derecha para estrecharla y luego entregó un sobre papel madera con un rollo, que había que revelar para la edición impresa del lunes.

   —Ah, gracias..., ¡qué barbaridad! —dijo el cronista, casi como una formalidad ineludible acerca de la tragedia que para esa hora ya conmocionaba a toda la región.

   —Sí, una locura... —fue la respuesta lacónica del visitante, mientras se despedía y caminaba de vuelta por el túnel de acceso hacia la calle.

***

   El periodista retornó a su escritorio y continuó con la tarea de rutina: ampliar la información sobre el crimen del taxista rosaleño Luis Enrique Sender.

   Hasta ahí, todo normal. Solo matices que diferenciaban al domingo de cualquier otra jornada periodística.

   El estupor sobrevino 4 días después, cuando cayó el autor del homicidio, Carlos Alberto Lapuchesky, y se descubrió que el supuesto cadete no era cadete...¡Era Lapuchesky!

   Ese joven de 18 años, rubio, de ojos claros y con el mismo aspecto angelado que Carlos Robledo Puch (considerado uno de los mayores homicidas de la historia argentina) también había estado en el escenario del crimen.

   Se hizo pasar por periodista de este diario para entrevistar a vecinos y a los mismos investigadores en el velatorio de la víctima y acompañó hasta Las Oscuras al cortejo fúnebre que trasladó los restos de Sender a la localidad bonaerense de Marcos Paz.

   Algunos dicen que hasta llegó a entrevistar a la viuda de Sender.

Trastorno paranoide

   Se mostraba frío y calculador aquel sujeto que, con un cortaplumas, le aplicó al chofer casi 20 puñaladas —una certera en el corazón— en medio del robo de la recaudación, y que luego abandonó el taxi en las afueras de Bahía Blanca.

   Pero no. La justicia concluyó que no comprendió lo que hizo ni supo dirigir sus acciones. Que era un demente. Lo declaró inimputable y lo sobreseyó. Los peritos establecieron que padecía una alteración morbosa en sus facultades mentales bajo la forma clínica de trastorno paranoide.

   Hoy, a 21 años del gravísimo delito, se lo mantiene bajo una medida de seguridad, internado en la Unidad Penal N° 34 de Melchor Romero, destinada a enfermos con patologías mentales, aunque pugna por salir en libertad.

   La defensora oficial María Graciela Cortázar presentó la semana pasada un recurso de hábeas corpus ante el Tribunal de Casación Penal y aseguró que, desde 1999, la secretaría de Psiquiatría Forense del Servicio Penitenciario Bonaerense abona su reinserción al medio social. Consideró su internación como "arbitraria, desproporcionada e irrazonable".

   En junio, Lapuchesky obtuvo un régimen de externaciones transitorias de 48 horas mensuales. Sale acompañado por un asistente terapéutico y su madre, que lo visita de manera periódica en el instituto. Sin embargo, él y su defensora buscan alcanzar la libertad absoluta.

   Casación, y más tarde la Cámara de Apelación local, rechazaron el recurso, al estar pendiente una apelación presentada en septiembre por otra vía.

Alcances de la medida

   Desde el Juzgado de Ejecución Penal, a cuya disposición está, aseguran -a diferencia de Cortázar- que las evaluaciones sobre él y otros internos dementes se hacen de manera semestral y que la última de este año aún lo marca peligroso para sí y para terceros, con lo cual no es conveniente su libertad definitiva.

   “El criterio sustentado en estos casos es que la medida de seguridad se mantenga por el plazo máximo de la pena del delito que cometió. En su caso, el homicidio en ocasión de robo prevé 25 años de tope, con lo cual es difícil que por ahora alcance el beneficio absoluto”, reconoció una fuente judicial.

   Dentro de 4 años, con una nueva evaluación, sí se definirá su destino, aunque en caso de mantenerse el riesgo de liberación, podría ser tutelado, ya por la justicia Civil, y eventualmente enviado a un instituto privado.

Criterio “peligrosista”

   Cortázar insiste. Afirma que en su caso no hay una seria posibilidad de daño inminente o inmediato y considera "imperiosa" su libertad. Ubica a Lapuchesky dentro de un grupo vulnerable, al sufrir una patología psiquiátrica incurable, como lo es el trastorno de la personalidad.

   Cree que la imposición de una medida de seguridad sin plazo determinado viola los estándares internacionales que rigen en materia de derechos humanos y que se debe sustituir el criterio "peligrosista" por la aplicación de la ley de salud mental 26.657.

   Sin embargo, las pericias que atiende la justicia le dan la espalda y surgen preguntas casi inevitables: ¿cómo actuar en estos casos?, ¿qué hacer con pacientes así?, ¿todos aceptaríamos como vecino a “un Lapuchesky”, más allá del mandato legal?

   “El de la locura y el de la cordura son dos países limítrofes, de fronteras tan imperceptibles, que nunca puedes saber con seguridad si te encuentras en el territorio de la una o en el territorio de la otra”, decía el poeta italiano Arturo Graf.

El diario íntimo 

   Antes de llegar a Punta Alta, Lapuchesky vivía con su familia -sus padres y su hermana melliza María Eva- en el pequeño pueblito de Carnerillo, a 45 kilómetros de Río Cuarto, donde alquilaban un establecimiento de campo para la producción de maíz y maní.

   "Es un chico tranquilo. Le gusta estar mucho en casa", decía María Silva, su madre.

   Estudió en un instituto privado de Río Cuarto y se recibió de programador en sistemas de computación, especialidad a la que aún hoy se dedica, ya que arregla todos los sistemas informáticos del presidio de Melchor Romero y hasta da cursos para que aprendan los otros internos.

   Dicen que a los 18 años partió de su Córdoba natal luego de pelearse con su padre. Se fue a Holmberg, en colectivo, y desde esa localidad hizo "dedo" y un camión mosquito lo trasladó a Punta Alta.

   Llegó con la idea de incorporarse a la Armada, en carácter de voluntario, aunque no habría superado las exigencias de aptitud física y quedó "boyando". Sumó deudas y problemas.

   "Nunca merecí haber vivido", había escrito en un cuaderno contable de hojas cuadriculadas que le servía de diario íntimo, encontrado por la policía en la pieza de la pensión que alquilaba, en Colón al 300, donde también se secuestraron ropas ensangrentadas dentro de un balde con agua y efectos de Sender.

   "Estoy destruido y no tengo salida. Hice algo que a mamá no le va a gustar", "siempre dije que no iba a llegar a los 18 (años) y creo que hoy llegó ese día", eran otras de las frases registradas que reforzaron el arco probatorio de su acción homicida.

   Su madre aportó a los investigadores otro dato que se podría vincular con su patología: cuando era chico, sufrió una caída, se golpeó la cabeza y debió recibir tratamiento psiquiátrico y con psicopedagogos.

“Ningún profesional puede asegurar que deje de ser peligroso”

   El psiquiatra Félix Gayubo explicó que aquellas personas que sufren trastorno paranoide, como Lapuchesky, “piensan que las persiguen, que las quieren matar, que les quieren hacer daño” y puso en duda que, a partir de los antecedentes mencionados, pueda superar su condición de peligroso.

   “Además, puede tener otros aspectos de la personalidad, que le permiten reaccionar de la manera que lo hizo después, concurriendo al velatorio, haciéndose pasar por periodista. Es como una simulación, puede ser para controlar la situación”, amplió.

   En este tipo de cuestiones, existe otra posibilidad: un episodio súbito agudo, que provoque el delirio. “Este caso pareciera más grave, porque en una crisis circunstancial te pueden llegar a mandar a tu casa, pero acá decidieron internarlo”.   

   “Ningún profesional te puede asegurar que deje de ser peligroso”, opinó Gayubo sobre Lapuchesky, para poner en tela de juicio la manera de reinserción social de este tipo de personas. “¿De qué viven?, ¿quién les da trabajo?”, se preguntó.

   El psiquiatra local, por último, consideró que “la repetición” de actos agresivos (en referencia a una de las veces que se profugó de Melchor Romero y atacó a un policía) “va en contra de su intención”.

   “En ese marco, la alternativa de encierro es más segura para él y terceros”. 

Dos fugas, una con saldo violento

   Para completar una historia peculiar, Lapuchesky se escapó dos veces de Melchor Romero, entre 2004 y 2005.

   La primera volvió a demostrar peligrosidad. Fue atrapado en Corrientes, luego de que aparentemente atacara a un policía, lo encerrara en un calabozo y le disparara, sin herirlo.

   Al año siguiente se fugó en marzo y se lo recapturó en junio, en Chaján, cerca su lugar de origen, en el sur de la provincia de Córdoba.

7 con medidas de seguridad

   A disposición del Juzgado de Ejecución Penal bahiense hay 7 personas que cometieron delitos y tienen un padecimiento mental. Uno está en la ciudad y los otros 6, en La Plata.

   El último en ser trasladado, en septiembre, es Martín Trejo (20), quien mató de un tiro en la cabeza a la policía Ana Karen Krog (23), en Coronel Dorrego, el 8 de agosto. Trejo también es inimputable.