Bahía Blanca | Miércoles, 16 de julio

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La educación, crucial para reducir los efectos del CO2

Reducir las emisiones de los gases de Efecto Invernadero es una tarea urgente y multidimensional que requiere la colaboración de gobiernos, empresas, comunidades y personas.

Cada año se emiten a la atmósfera de la Tierra más de 36.000 mil millones de toneladas de CO2, el principal de los gases de Efecto Invernadero.

La mayor parte de estos gases nacen del uso de combustibles fósiles, la generación de energía por vías no renovables y las actividades humanas contaminantes.

La concentración alcanzó en 2018 las 407,8 partes por millón (ppm), lo que supone casi un 47% más que el nivel preindustrial, antes de 1750.

Debe considerarse que la población terrestre, en 1750, era de 1000 millones de habitantes, 2000 millones en 1900, 6000 millones en el 2000 y hoy estamos en más de 8000 millones.

Esto, asociado al aumento del consumo humano, del que se busca extraer rentabilidad en todas sus actividades y que sea capaz de lograr que el ser humano pueda permanecer en actividad laboral contínua por el acceso a la super información e hiperconectividad, hacen que la producción de CO2 tenga un crecimiento incontrolable.

Se habla del riesgo de este aumento para la supervivencia incluso de la vida sobre la tierra, pero no se habla para nada de reducir el consumo a las necesidades reales de las personas, evitando el sobreconsumo inducido.

De todos modos, la desigualdad de consumo entre el hemisferio norte y el sur es realmente sorprendente, no sólo por la diferencia de población sino por las diferencias de consumo.

China asume el 30% de emisiones mundiales, EE UU el 14%, India, el país más poblado del mundo, el 9%, al igual que Europa, sin Rusia. Argentina alcanza el 1%, pese a que su matriz energética aún es dependiente en gran medida de los combustibles fósiles.

Reducir las emisiones de CO2 es una tarea urgente y multidimensional que requiere la colaboración de gobiernos, empresas, comunidades y personas.

Las acciones mencionadas son un paso hacia la construcción de un mundo más equilibrado, donde la naturaleza y el progreso humano puedan coexistir en armonía. Cada pequeño esfuerzo cuenta, y solamente juntos se podrá enfrentar este desafío global.

Pero el combustible fósil no es el único malo de la película. El consumismo a veces innecesario, la celebración de lo nuevo, la novedad por la novedad misma, encubre daños que inevitablemente pagarán aquellos que aún no han nacido. Las hipertecnologías tendrán un efecto que hoy achacan a los combustibles fósiles. No hay producción de bienes sin consumo de energía, y no hay energía sin producción de CO2.

La educación, una nueva educación, enfocada en el consumo racional, probablemente sea la única herramienta que comience a revertir este proceso.