Bahía Blanca | Lunes, 14 de julio

Bahía Blanca | Lunes, 14 de julio

Bahía Blanca | Lunes, 14 de julio

¡Alma tuvo su cumple soñado!: le regalaron la fiesta que la inundación le robó

El 7 de marzo el agua arrasó con la casa donde vivían Estefanía Bath y Juan Ignacio Caporaletti con su hija Alma, de 4 años, quien ese día iba a celebrar por primera vez en una casita de fiestas. Casi dos meses después, muchos corazones solidarios lo hicieron posible.

Alma, sus papás (izq) y personajes de Frozen en Hakuna Matata, junto a Flor y Mariano, quienes donaron la casita.

El 7 de marzo era un día especial para Alma porque iba festejar su cumpleaños por primera vez en una casita de fiestas. Había cumplido 4 años el 28 de febrero y desde entonces soñaba con el momento de celebrar con su familia y sus amigos del jardín Tía Gimena. Le hacía mucha ilusión. 

Pero la catástrofe llegó y los planes cambiaron.

Fue así que, en vez de soplar las velitas, Alma tuvo que refugiarse durante horas –desde la mañana hasta media tarde-- sobre un placard con su mamá Estefanía Bath, para eludir el aluvión de agua que había entrado en la casa y se llevaba todo por delante: los muebles, la ropa, sus juguetes e incluso los preparativos para el cumple (los souvenirs quedaron flotando en una caja).

El papá de Alma, en el trabajo, estaba ajeno a la gravedad de la situación y una vez que pudo informarse ya era tarde para cruzar una ciudad anegada.

Por supuesto, ese día, nadie festejó. Recién a las 16.30, bajaron del placard y lograron cruzar la calle, que en Agüado al 300 (donde vivían y alquilaban) era un río.

Como estaban en una hondonada, enfrente no había agua. Las ayudó un joven que jamás olvidarán.

Su casa quedó un metro bajo agua y ni pensaban en reprogramar el cumple en una casita. Era inviable. Había que empezar de cero.

Los días pasaron y el cumple quedó en suspenso, pero Alma seguía expectante. 

Entonces llegó un gesto que vio a resarcir tantas pérdidas e incertidumbre: la historia conmovió a Florencia Albanesi y Mariano Ferracuti, dueños de la casita de fiestas Hakuna Matata y a través de otra mamá del jardín, le hicieron llegar a la familia de Alma un mensaje claro y hermoso: “Queremos regalarles la fecha. Están en libertad de aceptar o no, pero nos nace del corazón”.

Estefanía lloró. Pensó. Y dijo que sí. ¡Y Alma tuvo su cumpleaños feliz! 

Festejó con los souvenirs y la piñata que se habían salvado del agua. Una mamá hizo la torta, otra la decoró, le prestaron adornos y también se encargaron de conseguir donaciones en panaderías y casas de comidas: tortas, pizzas y chipalitos.

“Así, a pulmón, hicimos el cumple de Almi que tanto soñábamos. Verla ahí bailando con Frozen, que era su sueño, fue muy emotivo. La ilusión de un hijo es todo para un papá. Creo que no hubo uno al que en ese momento no se le frunció el corazón”, dijo.

Frozen Bahía, personaje que encarna Guillermina, iba a ir al cumple original porque la abuela de Alma iba a regalarle esa sorpresa. Cuando la fiesta se suspendió se ofreció a estar en cualquier otra fecha como regalo. 

“Además, después de la inundación se acercó a verla disfrazada para sacarle una sonrisa a Alma. Le escribí para decirle que íbamos a estar en Hakuna Matata y se hizo presente. Coronó ese momento como nadie”, recordó.

“No creo que nada pueda haber sido más emotivo que escuchar a Frozen cantar y el abrazo de los nenes a mi hija. Verla bailar con su heroína favorita fue como mirar a los ojos a la esperanza”, agregó.

Para Estefanía Bath y su marido Juan Ignacio Caporaletti, todo aquello era impensado; pero Alma, vestida de princesa, nunca había dejado de soñar. Quizás su impronta de bebé prematura marcó su personalidad y como dice su mamá ella siempre esta “Almando” y “Al mando”.

“No sé si el cumple original hubiera sido tan lindo, tan emotivo y tan soñado, como terminó siendo. Entre todos, logramos reescribir ese día de alguna manera”, reflexionó.

“No tengo palabras para agradecer tanto amor. Porque después del miedo, dolor y tanta pérdida, lo que queda es esto: la esperanza, el amor y una red de corazones que se unieron para que Alma disfrute de festejar sus 4 años de luz”, concluyó su mamá.

Cómo vivieron paso a paso aquel 7 de marzo 

Aquel día tenían todo listo para celebrar el cumple de Alma en una casita. Juan Ignacio, su papá, se fue al trabajo por la madrugada, sin dimensionar lo que iba a suceder horas más tarde. Estefanía, se quedó cocinando para los nenes y ultimando detalles.

“Estaba en el living de mi casa cuando mi marido se levantó, a las 5, para ir a trabajar. Y le dije: ‘Juan, no sabés cómo diluvia desde hace dos horas’. Desde las tres de la mañana que no paraba”, contó.

 “Se fue y me quedé con una sensación fea. La casa ya tenía problemas de filtración de agua en las esquinas y paredes y habíamos reclamado a la inmobiliaria. Sabía que si me acostaba a dormir iba a tener que estar atenta y por eso no me acosté”, recordó.

De pronto, empezó a salir agua por los focos de la casa y, a las 7, se quedaron sin luz. Llovía cada vez más. Estefanía puso baldes por todos lados para contener las goteras.

“Cerca de las 9, Alma se despertó, le hice el desayuno  y empecé a ver en las noticias que el alerta naranja había pasado a roja y me empecé a desesperar. No era la lluviecita a la que uno estaba acostumbrado”, dijo.

Armó una muda de ropa para ella y para Alma, calentó agua y se refugió en el cuarto con una linterna. A los 20 minutos, todo colapsó.

“Vi cómo entraba el agua a un nivel descomunal. Era como si me hubieran puesto una bomba de agua en la puerta de mi casa”, contó.

“Lo primero que atiné fue a decirle a mi hija: ‘Nos tenemos que subir al placard’. Tenemos un placard muy alto que nunca me gustó porque es viejo pero esta vez nos salvó”, agregó.

La subió como pudo, porque casi no llegaba, y pensando lo peor. Alma lloraba: ‘Mamá, no me dejes, vení’. Con el agua en los tobillos rescató algo de comida, una muda de ropa, cubrecamas y una muñeca y trepó con su hija a guarecerse.

“La señal de internet iba y venía. Me comunicaba con mi marido y con mi mamá, pero en algunos baches creí que se terminaba todo. No podía pensar que el agua va a dejar de subir”, narró.

“Cuando vi que el agua llegaba al borde de la cama perdí la cuenta de la cantidad de veces que me despedí de mi marido”, expresó.

El agua llegó a un metro y tumbó todo. Desde la habitación escuchaban cómo caían los muebles, las sillas, la mesita de luz. 

Aún así, la pequeña no perdía las esperanzas: “Mami, cuando el agua se vaya de casa, nos vamos a mi cumple”, le decía.

No hubo cumpleaños: hubo miedo, agua, oscuridad. 

A las cuatro y media de la tarde, cuando se animó a bajar el agua le llegaba a la cintura. El inodoro, el bidet y la bañadera estaban tapados. Cuando logró abrir la puerta vio la calle convertida en un río y a sus vecinos de enfrente con el agua al ras del piso. Entendió que estaban en una hondonada.

Perdieron todo: muebles, camas, colchones, ropa, libros, fotos. Rescindieron el contrato del alquiler por fuerza mayor. 

Muchos fueron los gestos solidarios desde entonces: desde los dos jóvenes que la ayudaron a cruzar, (uno arrojando un folio que llevaba en la mano) hasta su vecina Milagros y las mamás que se organizaron para lavarles la ropa y ver si algo podían recuperar. 

La vida no volvió a ser la misma después de ese 7 de marzo. Pero, a veces, cuando todo parece perdido, aparece la gente. Y lo cambia todo.