Historia repetida: el gobierno vuelve a ingresar en zona de turbulencias
Resignar la meta de sumar reservas es una jugada muy arriesgada en un país donde las corridas cambiarias son muy frecuentes.
Licenciado en Economía por la UNS y periodista económico con 16 años de trayectoria en La Nueva. A la largo de su recorrido profesional, se ha especializado en el seguimiento de los grandes problemas de la economía argentina y sus posibles implicancias para la bahiense, con una mirada local.
También se desempeña como profesor de los niveles secundario, formación profesional y terciario en Economía Política, Administración y Contabilidad.
El gobierno cierra una semana tan compleja que el propio ministro Luis Caputo, en un trasnochado y casi inadvertido tuit, admitió que el mercado no logra incorporar la batería de medidas que empezaron a tomarse, de manera secuencial, en los últimos quince días.
En una apretadísima síntesis, la administración de Javier Milei dejó de lado la meta de acumular reservas en el BCRA para concentrarse en que no se dispare la brecha entre el dólar oficial y los financieros, conscientes de que, de no lograrlo, la inflación subirá su velocidad.
El resultado inmediato fueron algunos pocos días de pax cambiaria seguidos de otros con sobresaltos, pero dejar de lado la meta de reservas abre muchas incógnitas y obligan a preguntarse acerca de la salud del Plan Milei-Caputo.
Durante la jornada del viernes, los dólares “libres” (financieros y blue), se mostraron en la zona de los 1.300 pesos (bajaron entre 3,4 y 6,5% con respecto al viernes anterior), lo suficiente como para mantener la brecha cambiaria a la zona del 40%
El tándem Milei-Caputo insiste en que el superávit fiscal es el gran ancla del modelo, convencidos de que la mayor austeridad de las cuentas públicas es suficiente para restarle impulso a los precios, ya que un Tesoro que no gasta de más no pide prestado al BCRA, quien no tiene que imprimir pesos para asistirlo.
Desde la repetida lógica presidencial (“la inflación es en todo momento y lugar un fenómeno monetario”), con eso debería bastar y sobrar para evitar problemas inflacionarios y, de sostenerse en el tiempo, también alcanzaría para llevar a la economía nacional a la recuperación.
Por este motivo, exhiben orgullosos el superávit financiero del sexto mes por 238.189 millones de pesos, construido en base a una reducción del 35 por ciento en términos reales (es decir, por abajo de la inflación del mismo período) del gasto público nacional.
De acuerdo con la consultora Analytica, ese 35% de contracción del gasto fue uno de los más altos del año, por detrás del 39% de marzo y empatado con el de febrero.
Pero para lograr este cometido, se pasó la motosierra por algunas partidas que tienen alta valoración social (como las transferencias a las universidades, que cayeron un 81% interanual) y se licuaron otras, como las prestaciones sociales (jubilaciones incluidas), que, al subir por debajo de la inflación, cedieron alrededor del 19% en términos reales.
El gobierno confía también que que la batería de medidas que lanzará progresivamente el ministro desregulador Federico Sturzenegger, harían la parte restante del plan económico, de modo que, basados en su propio marco teórico, se obtendrá en el mediano plazo un apuntalamiento de la productividad, permitiendo al país ingresar en la esquiva senda del crecimiento económico sostenido, la deseable antesala del mucho más esquivo desarrollo.
Muchas dudas
Pero en lo inmediato, el mundo financiero con el que tanta afinidad mantiene Caputo parece decirle que sin reservas no hay paraíso.
La obvia conclusión a esta sentencia es que la volatilidad cambiaria es un duro trance que habrá que soportar, haciéndole ver al gobierno que la batalla contra los precios, al menos por ahora, no está ganada.
Es que temerosos de que el mago de las finanzas los atrape con sus trucos, los tenedores de bonos argentinos hacen cuentas y ven que de los 27.600 millones de dólares de reservas brutas acumuladas a la fecha, una parte sustancial se obtuvo en base a frenar importaciones de bienes y servicios, producto de las restricciones que siguen pasando sobre el comercio exterior.
Y si bien hubo un repunte con respecto a lo que ocurría a finales de 2023, cuando la pesada herencia económica de Sergio Massa dejó un Banco Central prácticamente en quiebra, contabilizando el indicador de reservas netas, las mismas son negativas en más de 5.000 millones de dólares, de acuerdo con las mediciones del Fondo Monetario.
Por este motivo, no debería sorprender a nadie que los fríos números se mezclen con los recuerdos del pasado reciente, de modo que la combinación invite a la prudencia de quienes hacen de las apuestas arriesgadas un cuantioso negocio.
No es de extrañar que se citen experiencias recientes, como las pérdidas de miles de millones de dólares que sufrió el fondo de inversión estadounidense Templeton por sus compras de bonos argentinos durante la presidencia de Mauricio Macri, gobierno del que Caputo también fue funcionario.
Y es allí donde se entienende como el posteo de Caputo deja entrever la sorpresa y la indignación de la falta de respuesta de un mundillo que conoce como pocos en la Argentina.
Pero la historia económica de nuestro país, riquísima en materia de crisis de todo tipo y color, nos recuerda que cuanto más dure la volatilidad cambiaria, menor será probabilidad de éxito del plan del gobierno, porque, al fin y al cabo, sin liquidez en dólares poco y nada se puede hacer para frenar una corrida cambiaria.
“Cuando hay crisis que duran mucho tiempo, toda reserva del Banco Central parece poca”, ironizó el ex ministro de Economía Roque Fernández hace 17 años atrás.
En los próximos días, habrá que abrocharse el cinturón y apretar los dientes.
Sean bienvenidos, otra vez, a la zona de turbulencias.