Bahía Blanca | Martes, 23 de abril

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La película que puso a Médanos en la pantalla grande del cine argentino

Con la dirección de Lucas Demare y las actuaciones de Ángel Magaña y Zully Moreno, “Nunca te diré adiós” fue uno de los éxitos de la temporada 1947. Aunque se filmó en las afueras de Buenos Aires, su argumento transcurre casi íntegramente en la localidad ubicada a 40 kilómetros de Bahía.

El título de la película, resaltado en los afiches de promoción, anticipaba la presencia de un drama, presumiblemente romántico, con la sombra del desencuentro flotando entre los protagonistas.

“Nunca te diré adiós” podía leerse en letras negras, marcando un efecto de contraste con las imágenes coloridas que cubrían el resto de la lámina.

Si el nombre permitía intuir un argumento intenso, a medio camino entre lo apasionado y lo trágico, los otros datos promocionales confirmaban que el filme reunía todos los elementos necesarios para convertirse en un éxito de recaudación.

El director era nada menos que Lucas Demare, uno de los cineastas más reconocidos del momento, creador de las celebradas “Pampa bárbara”, “La guerra gaucha” y “Su mejor alumno”, entre otras filmaciones.

A su cargo estaba un elenco encabezado por dos de las figuras más populares de aquella década: Ángel Magaña y Zully Moreno, quienes compartían la marquesina por primera vez en sus carreras, acompañados por un sólido reparto en el que se destacaban Orestes Caviglia, Malisa Zini, René Mugica y Julia Sandoval.

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El guión, además, pertenecía a una talentosa dupla creativa, el poeta Homero Manzi y el dramaturgo Ulyses Petit de Murat, quienes se asociaron una vez más para añadir otro capítulo al vasto catálogo de amores no correspondidos en la pantalla.

Todo parecía alineado, incluso la fecha del estreno.

Porque, aunque los datos obtenidos parecen indicar que se trató de una simple casualidad, “Nunca te diré adiós” fue presentada de manera oficial al público en la tarde del 29 de abril de 1947, exactamente dos semanas después de los festejos por el cincuentenario de la localidad de Médanos, el lugar elegido por los autores para el desarrollo de casi toda la trama.

Sin embargo es oportuno aclarar que ninguna de las locaciones elegidas -la estación del ferrocarril, el bar de un hotel, la comisaría, la iglesia y el cementerio- se filmó en el poblado vecino, sino que fueron recreadas por los escenógrafos de los Estudios Baires Films, ubicados en Don Torcuato, al norte del conurbano bonaerense.

La historia, en versión resumida, es una sucesión de acercamientos y desencuentros entre Marcelo (Magaña), un joven periodista de un diario porteño, y Beatriz Renoir (Moreno), una mujer elegante y melancólica que parece atrapada en algún secreto de su vida privada.

El melodrama, agazapado, no se hace esperar.

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Las primeras escenas transcurren a bordo de un tren nocturno que se acerca a la estación de Médanos. Sentado solo en uno de los vagones, Marcelo dialoga con el guarda que viene a verificar su pasaje.

-¿Estamos pasando el guardaganado grande y nos estamos acercando a las barrancas de arena?

-Se ve que ya estuvo en Médanos.

-No, no estuve nunca.

-¿Va por mucho tiempo?

-Tal vez para siempre.

-No lo creo. Nadie se queda allí sino a la fuerza. También, cuatro casas medio enterradas en la arena y golpeadas por el viento...

-¿Pero cómo? ¿No es aquí donde hay un cementerio lleno de flores?

-Sí.

-Claro. Está rodeado de tamariscos y ligustros. Don Ángel los hizo nacer entre la arena.

-Pero entonces usted sí ha estado en Médanos.

-No estuve nunca, pero recuerdo sus calles, sus casas, sus caminos borrosos. Todo.

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Pocos instantes después, el personaje de Magaña intenta quitarse la vida, pero falla y es trasladado de urgencia al pueblo para que el doctor Aguiar, el único médico en kilómetros, pueda intentar una salvación.

La delicada salud del protagonista posibilita al director la utilización del recurso del flashback para explicar cómo se llegó a esa instancia.

En minutos el rompecabezas queda integrado: el periodista, en medio de una cobertura en el puerto de Buenos Aires, queda impactado por la belleza de Beatriz e intenta cortejarla, pero ella se muestra esquiva. Finalmente, con la excusa del préstamo de un libro, quedan en reencontrarse.  

El juego de seducción transita lentamente por diversas etapas, entre poemas, llamadas telefónicas y citas furtivas, pero en algún momento se confirma la sospecha de los espectadores: es una mujer casada y su vida no transcurre en un amplio departamento del centro porteño, como lo cree Marcelo, sino en una lejana estancia ubicada en Médanos.

Decidida a ponerle fin a una situación que la compromete, finge su muerte. Y es entonces cuando un desesperado Marcelo emprende un último viaje al pueblo de su amada, con la esperanza de que, al menos, ambos puedan compartir un lugar en el cementerio.

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El argumento de “Nunca te diré adiós” recobra el impulso cuando ella regresa a Médanos pocos días más tarde, completamente ajena a lo sucedido. Ya no se hace llamar Beatriz sino que utiliza su verdadero nombre, Mónica Ramos de Wembley.

Instalada en la estancia, su vida parece retomar la calma familiar, pero la tapa del diario local la devuelve de manera inesperada a esa historia que quería olvidar.

Sin saber bien cómo reaccionar ante la situación, decide visitar al doctor Aguiar para interiorizarse sobre el estado de salud de su paciente y, al comprender que agoniza, se ofrece a pagar la operación de urgencia que se necesita para salvarlo. Sólo pide que su colaboración se mantenga en el anonimato.

La magia del cine permite una milagrosa recuperación de Marcelo, quien decide regresar a la Capital apenas reciba el alta médica. Pero antes de su partida quiere saber quién fue su benefactora.

“Si no hubiera sido por Mónica Wembley, que se hizo cargo de todo y trajo de Buenos Aires a un cirujano capaz, a estas horas usted estaría durmiendo en el caserío de Don Ángel”, le confiesa el doctor Aguiar.

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El joven periodista se presenta en la estancia para agradecerle y, en ese momento, descubre que Mónica es Beatriz. Entre reproches y confesiones, los protagonistas se van revelando los fragmentos de la historia que desconocían. Saben que el final se acerca.

-Marcelo...

-No nos digamos nada.

-Adiós Marcelo.

-Nunca te diré adiós.

El hombre se aleja por un sendero, envuelto en los restos de una tormenta de arena, mientras ella lo observa con tristeza.

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“Nunca te diré adiós” fue calificada en su momento por el diario Crítica como un “folletín asido a un leve cuento de semanario” pero que “se disimula, casi hasta lo irreconocible, bajo la sugestión de la imagen y el brillo de la palabra”.

Desde El Mundo concluyeron en tanto que “pese al estimable esfuerzo artístico, no logra la difícil comunicación perfecta entre el propósito y la realización” aunque destaca su “ambiente sugestivo”.

Aunque los comentarios de la prensa especializada no resultaron tan favorables, la cinta tuvo una buena repercusión de público -al punto que fue estrenada al mes siguiente en el Gran Cine Ocean, de Chiclana 250 -y la pareja artística integrada por Magaña y Moreno sería convocada nuevamente cuatro años más tarde para protagonizar “Cosas de mujer”.