Bahía Blanca | Viernes, 26 de abril

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Dólar, empleo e inflación: lo que viene para tres economistas bahienses

La Nueva. consultó a profesionales de la ciencia económica acerca de aspectos centrales de la economía local y nacional. 

Francisco Rinaldi/frinaldi@lanueva.com

     Inflación más alta, una recuperación del empleo formal muy acotada por las bajas expectativas de los industriales locales y una paz cambiaria de difícil perdurabilidad son el escenario más probable para la economía bahiense de cara a 2021, según tres economistas locales consultados por La Nueva.

     A cada uno de los profesionales se les solicitó un panorama para cinco variables que marcarán el pulso de la economía local y nacional: inversión privada, empleo, inflación, salarios y tipo de cambio.

      En esta oportunidad, dialogamos con el bahiense radicado en CABA Pablo Besmedrisnik, el economista jefe del Centro Regional de Estudios Económicos de Bahía Blanca-Argentina (CREEBBA) Gonzalo Semilla y su colega del Centro de Estudios Económicos de la Unión Industrial de Bahía Blanca (CEEUIBB), Martín Goslino.

     A continuación, los tramos salientes. 

     La gran duda

     Para Goslino, 2021 difícilmente pueda marcar el inicio a un ciclo virtuoso más inversión y empleo formal, en la medida en que los empresarios no tengan claro el rumbo económico a nivel nacional

     “Nuestro indicador Icepyme (Indice de Confianza Empresaria Pyme) arrojó que los empresarios locales tienen los mayores niveles de incertidumbre con respecto a la situación económica general del país, incluso por encima de la que tienen con respecto a su sector o a su empresa. Y esto es un gran problema, porque se necesitan reglas claras que permitan estimar la rentabilidad y los costos de las inversiones en maquinaria y equipos, que son las que crean empleo de calidad”, manifestó Goslino.

     Con relación al comportamiento de la inversión privada a lo largo del año, recordó que desde 2019 se repite que el 80% de los hombres de negocios bahienses y de la región que participan del Icepyme no muestran disposición a invertir.

     “Pese a ello, estas proporciones se alteraron significativamente cuando iniciaron los problemas cambiarios, a mediados de este año. Es que al esperar un dólar mucho más alto para fin de 2020, advertían, en la ola julio/agosto del indicador, que era conveniente realizar adquisiciones de máquinas y equipos ante el riesgo de no poder hacerlo después”, explicó.

     Con relación al empleo, Goslino adelantó que el repunte de la demanda laboral -muy deprimida en 2020- depende en gran medida de la inversión en máquinas y equipos, la que se complementa con la de recurso humano.

     “Me parece que la aparente dicotomía inversión-consumo no es tal: no se puede fomentar el consumo permanentemente, ya que si no hay inversión detrás, empiezan las tensiones inflacionarias. Pero el ahorro y la inversión por si solos no sirven de nada. Hay que buscar un equilibrio entre ambas variables. Además, los consumidores también necesitan reglas claras, sobre todo, a la hora de decidir la adquisición de bienes durables”, señaló.

      Con ayuda de la política monetaria

     Para Semilla, será clave la forma en la que el Banco Central manejará el exceso de emisión para paliar los efectos nocivos de la pandemia. Es que la asistencia del BCRA al Tesoro Nacional para financiar el mayor “gasto Covid” llegó al 3,5% del PBI, un récord histórico en tres décadas, de acuerdo con estimaciones privadas.

     “La política monetaria que ejecute el Central de cara al año que se avecina deberá ser lo suficientemente inteligente para evitar un desborde inflacionario, producto de este exceso de pesos. En 2020, la estrategia de las mini devaluaciones diarias que se implementó dio buenos resultados para evitar un descontrol inflacionario, a diferencia de lo que pasó el año pasado”, señaló Semilla.

     Pero, claro está, no fue lo único, ya que se impidió, a través de diferentes controles gubernamentales, que los precios subieran en exceso (por ejemplo, se prohibieron aumentos en telefonía y cable, alquileres, tarifas, etcétera) lo que difícilmente se repita (al menos no en igual magnitud) el año que viene.

     “A inicios de este año se proyectaba una inflación del 42%, pero que finalizará entre un 32 y un 35% y que es bastante más baja que la de 2019. Ahora, claro está, eso no es solamente por las buenas prácticas de política económica de este Gobierno, sino por una actividad económica muy restringida por la pandemia”, aclaró Semilla.

     Con relación a los salarios, con actualizaciones locales que rondarán entre el 33 y el 34% en 2020, coincidente con la inflación para ese año, estimó que será muy difícil una recuperación de peso, sobre todo, considerando la enorme pérdida de los años 2018 y 2019, donde las subas de precios (45,1 y 55,7% respectivamente) pulverizaron el poder de compra de los trabajadores.

     ¿Y el verde?

     Besmedrisnik es contundente: las altas tasas de inflación actuales y la dinámica esperada, y los notables retrasos en el salario real anticipan ajustes cambiarios. La magnitud y la velocidad de esos ajustes dependerán de la calidad de la política macroeconómica.

      “El mercado de cambios está experimentando una situación de gran complejidad y tensión estructural, como consecuencia de los fuertes desequilibrios macroeonomómicos. Temporalmente, esta realidad está disimulada por algunos aciertos tácticos del gobierno y estacionalidad en la demanda de dinero (N de R: la cantidad de dinero que la gente desea mantener, que suele subir a fin de año) propia de meses de diciembre, y con el Estado endeudándose de forma poco sostenible”.

     “Hoy hay una paz cambiaria, aunque relativa al extremo, porque se da en el marco de un férreo control de cambios y con devaluaciones menores, pero continuas. Pero no será sostenible en el tiempo si la Argentina no ejecuta políticas contundentes en el mediano plazo para frenar la demanda de dólares, incentivar la demanda de pesos, y explicitando un plan realista de absorción de los pesos emitidos”, advirtió.

     Para el economista y director de la consultora Invenómica, la tarea dista de ser sencilla, dado el repudio del argentino por su moneda.

     “Cuando la moneda doméstica es percibida como reserva de valor y hay una política monetaria consistente, puede haber tropiezos y movimientos un tanto más grandes que otros en su cotización que compensen situaciones macroeconómicas traumáticas, pero no devaluaciones persistentes y bruscas”.

     “No es el caso de la Argentina. El peso no es percibido como una reserva de valor por los argentinos. Cualquier activo que nos rodea lo podría ser, desde una casa, un terreno, un pasaje en avión hasta alimentos. Pero no el peso, que ineludiblemente siempre va a valer menos mañana que hoy”, explicó.