Bahía Blanca | Viernes, 29 de marzo

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Hacia octubre: una marcha forzada entre deseo y realidad

La columna dominical de Eugenio Paillet, corresponsal de La Nueva. en Casa Rosada.

NA, Reuters y Archivo La Nueva.

   Parados en estados de ánimo diametralmente opuestos, Mauricio Macri y Alberto Fernández, a fin de cuentas los únicos protagonistas que parecen contar a estas alturas, han iniciado el recorrido del último tramo de la carrera hacia el 27 de octubre. Suena petulante el análisis de algunos observadores que ya dan todo por cerrado, en especial porque en política y en medio de una sociedad que ha hecho gala en el pasado de su ciclotimia, en este país todo puede ser posible.  

   Sin ir muy lejos, en 2015 Macri perdió las PASO a manos de Daniel Scioli, también resultó derrotado en la primera vuelta, pero se hizo de la presidencia en la revancha del balotaje. Hubo, sin ahondar en el detalle, cerca de 4 millones de votos "recuperados" por Cambiemos entre las primarias abiertas y aquel segundo turno del 22 de noviembre.

   Podrá decirse, sin que falte razón, que Macri ganó las presidenciales merced a una sociedad que estaba ávida de un cambio de rumbo político, y mejor dicho de un estilo de hacer política, y que creyó en sus propuestas de que llegaba "para cambiar la historia". 

   Del mismo modo que puede criticarse por fatalmente erróneo el argumento del macrismo de paladar negro según el cual la historia puede volver a repetirse. El Macri que se presenta ahora no es ni la sombra de aquel: fracasó en casi todas sus políticas en estos cuatro años, defraudó a millones de ciudadanos, deja un endeudamiento homérico, inflación y dólar por las nubes, y cifras de pobreza y desempleo peores que los que heredó de Cristina Fernández.

   "¡Vamos que lo damos vuelta!", les dijo Macri con verba inflamada el miércoles en Olivos a los candidatos a senadores y diputados y a los intendentes que van por la reelección en el conurbano y otros puntos del país. 

   Esa arenga, y la marcha del "Sí se puede" que planea recorrer treinta ciudades en los próximos treinta días, resumen con justeza esa mirada entusiasta de Marcos Peña y los macristas puros que lo rodean: que el votante de las PASO "se sacó las ganas" de castigar a Macri por todos los padecimientos a los que ha sido sometido, pero que en octubre muchos de ellos volverán al redil y lo habilitarán a competir el 24 de noviembre.

   Quienes sin embargo lo frecuentan en privado aseguran que el estado de ánimo del presidente parece no ser el que ofrece en público. En especial porque suele mostrarse incrédulo con el momento que le toca vivir y en el que lo ha colocado la historia. Si se mira desde dónde partió. Casi resignado, dirán esos confidentes, a que no le queda otro camino que convertirse en el primer presidente no peronista en completar su mandato constitucional en casi un siglo.

   Sobre llovido mojado, Macri buscó un éxito exterior en el último mes de campaña que alumbraría durante su visita a Nueva York. Por exceso de optimismo, o por simple error de cálculo, se volvió con las manos vacías. 

   Peor: sus 15 horas en Manhattan dejaron la sensación de un inexorable fin de ciclo. No hubo cumbre con Trump, solo la foto protocolar en la ONU. Tampoco las habituales bilaterales con otros mandatarios para tratar temas a futuro. Y el FMI no hizo ningún esfuerzo por disimular que no desembolsará un dólar más con destino a la Argentina hasta que no se conozca quién gobernará el país desde diciembre. Un gesto que desnuda las debilidades que le asignan a la reelección de Macri, y las expectativas que en cambio despierta el altamente probable pase de manos en la gestión de la Casa Rosada.

   Por su parte, quienes frecuentan el bunker de Fernández en San Telmo coinciden por estas horas en un diagnóstico. El candidato de Todos está preocupado más de lo que muestra en público por el curso, si gana claro, de sus primeros seis meses de gestión. Dicen sus voceros que ese tiempo será absolutamente clave para revertir la tremenda crisis social que heredará del macrismo al menos en su primera etapa. Superarla, afirma como también lo hacía Macri en sus comienzos, llevará por lo menos dos mandatos. "Es muchísimo el daño que han causado", lo escucharon empresarios cordobeses con los que se reunió.

   Enderezar la crisis del endeudamiento externo figura entre sus prioridades. Aunque Fernández, tal vez por aquello de que el que avisa no traiciona, ya ha enviado un mensaje a Washington. "Vamos a pagar, pero primero debemos crecer...". 

   En línea, dato no menor para orejear el futuro, con el cristinismo duro que personifica Máximo Kirchner, que ya le avisó al Fondo que "deberá esperar".