Bahía Blanca | Viernes, 29 de marzo

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Suspiro, cuestión vital

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   Luego de investigar y tras varias consultas llego a la conclusión que no hay onomatopeya para el tema de hoy, no encuentro ni letras ni palabras para “graficar” algo tan vital como el tema de hoy, tal vez con “una carita” del celular logra mi cometido, pero en esta columna solo caben letras.

   Ummmmm, ahhhh, en inglés emplean “sigh” que equivale a su traducción pero en nuestra lengua es imposible, no hay letras para recrear, para imitar este sonido.

   ¡Suspiros!

   ¿Te pusiste a pensar las veces al día que suspirás? ¿Podés llevar un conteo? ¿Suspirar está ligado al amor?

   Si revisamos la literatura, el cine y hasta la “psicología popular”, encontramos que con relación a los suspiros se ha entretejido -como en tantos otros temas- una idea romántica. Sin embargo ¿cuál es el motivo por el cual a lo largo del día siempre, siempre, suspiramos?

   Imperceptible o exagerado, breve o prolongado, el suspiro, esa especie de aire contenido, es expulsado durante el día casi un centenar de veces. Catarsis comparable a una “sensación” contenida que expulsa estrés, angustia, ansiedad, felicidad, impaciencia, o el significado que le puedas atribuir en ese mismo instante en el que el aire se libera.

   El suspiro forma parte del ciclo vital, y aunque te parezca exagerado suspiramos para no morir. ¡Sí, para no morir! y el responsable de “tamaño salvataje” es nuestro cerebro. Según las Neurociencias, dos grupos de neuronas “deciden” qué tipo de respiración “necesitamos” en cada momento.

   Estudios señalan que cuando el intercambio de oxígeno por dióxido de carbono no se realiza de forma eficaz, los alvéolos colapsan; células perciben “este desajuste” permitiendo una “entrada extra de aire” que se traduce en el suspiro. Sin darnos cuenta, y como su fuéramos una computadora, nos “reiniciamos” varias veces a lo largo del día.

   Seguramente a lo largo de la lectura ya has suspirado, de forma inconsciente, involuntaria, sin darte cuenta has evitado tu propia muerte; pero también están los suspiros ligados a lo emocional, “esos” de los que seguramente tenés registro.

   Esos suspiros son los que liberamos cuando el resultado no es el esperado, ante la frustración, la resignación, también una bocanada de aire se libera cuando evocamos una situación placentera o relajante.

   El suspiro se transforma en una puerta invisible y dosificadora, que de tanto en tanto se abre para liberar el estrés acumulado, la tristeza, dosis de dolor, recuerdos decepcionantes, desconsuelo, catarsis liberadora que nos “oxigena” la mente y el alma con un halo de aire nuevo.

   No en vano, cada vez son más los adeptos a la “respiración voluntaria”; dedicar unos momentos del día a inhalar y exhalar de forma consciente y premeditada mejora nuestra salud física y mental, libera el estrés, y nos ayuda a conocer y conectar con nuestras necesidades.

   Tal vez parezca un consuelo fugaz pero en estos tiempos críticos y dolorosos, suspirar debiera ser un arte; nuestra mente también se satura y nos merecemos poder reiniciarla.