Bahía Blanca | Jueves, 28 de marzo

Bahía Blanca | Jueves, 28 de marzo

Bahía Blanca | Jueves, 28 de marzo

Vive en Bahía y es la única argentina en ganar un Ironman

Marplatense de nacimiento y radicada en nuestra ciudad, en 2003 fue la primera mujer argentina en transitar 3,9 km de natación, 180 km de ciclismo y 42,2 km de carrera a pie. Todo eso, en ¡9 horas, 29 minutos!

Por Cecilia Corradetti / Ccorradetti@lanueva.com

   Nadie daba demasiado por esta chiquita asmática que iba y venía con problemas de salud en su Mar del Plata natal.

   Más bien sedentaria, a los 5 años debutó con una neumonía que la dejó un tiempo internada y, luego, a los 14, sus broncoespasmos no hacían más que llevarla a las guardias hospitalarias con mucha frecuencia.

   Bárbara Buenahora, 43 años, casada, dos hijos, recuerda que de chica probó con todas las disciplinas posibles: hasta incursionó con zapateo americano.

   Nada terminaba de convencerla, ni a ella ni a sus hermanos. Lejos estuvo de imaginar lo que vendría más tarde: su pasión por los triatlones y su logro máximo: constituirse en la primera mujer argentina ganadora nada menos que del Ironman en Brasil.

   Fue en 2003 y corrió 3,86 km de natación; 180 km de ciclismo y 42,2 km de carrera a pie.

   Todo en 9 horas y 29 minutos. Pero eso fue apenas una parte de la historia.

   Su vida completa cambió desde que se volcó a esta disciplina, casi de casualidad.

   Y hoy intenta transmitir ese hábito desde “Team Buenahora”, donde trabaja con todo tipo de personas: las que nunca han hecho nada y quieren cambiar su actitud y aquellas que tienen experiencia.

   Bárbara cuenta sus inicios con gran entusiasmo. A los 15 años se le ocurrió dar una vuelta corriendo en una placita cercana a su casa; al día siguiente regresó y sumó una más. Luego fueron tres y así hasta llegar a diez.

   “Quería ver qué pasaba si corría, la idea era no frenar, ver si aguantaba y me gustó. Mi papá me contactó con Oscar “Cacho” Bernatene, quien resultó ser mi inspirador del triatlón”, cuenta.

   Oscar había traído el triatlón a la Argentina. Vio ese deporte en Hawai y fue un gran organizador de triatlones en este país. No dudó en ofrecerle a Bárbara ser voluntaria. Y ella así recuerda esa sensación.

   “Estaba tan impresionada que no podía contener mi emoción, sentía adrenalina al verlos soportar todos los obstáculos, desde es cansancio hasta el clima, la distancia...”, recuerda.

   En un principio no tenía idea de lo que hacía, pero jamás fallaba a entrenar. Corría el inicio de los '90, esa moda no existía y ella era considerada “rara”.

   “Ibamos tres veces por semana al grupo, mi mamá me buscaba por la escuela y me cambiaba en el camino, lista para entrenar.

   “Cada entrenamiento era una satisfacción para mí, sentir la rudeza del cansancio, la sensación de ahogarme que para mí era tan familiar. Estaba totalmente enamorada de eso y mi vida transcurría alrededor de mis entrenos, era mi lugar, mi ocupación y mi motivación”, recuerda.

   Transcurrieron muchos años, cambió de entrenador y muchas otras cosas en su vida. Pero su pasión y sus sueños eran cada vez más grandes.

   “En el año ’96 corrí el Ironpaz, en La Paz, Entre Ríos, y me gustó mucho. Dos meses después se disputó el Campeonato Argentino de Duatlón, en Córdoba, obtuve el primer lugar y eso me clasificó para ir al Mundial en Guernica España”, relata.

   Luego llegó su primer Hawai en 1997 donde nadó, pedaleó y su maratón fue una caminata anticipada porque había sufrido un accidente y no pudo correr.

   “Tenía 20 años y muchos sueños por delante: estar ahí y haciendo lo que veía en fotos era un sueño, una gran aventura”, reflexiona.

   En el ’98 además, corrió el Ironpaz y el Ironman de Suiza, donde quedé tercera en la general de mujeres. Un año más tarde corrió el Half Ironman de Buffalo Spring Lake en Texas y salió primera en la general de mujeres. Ni ella lo creía.

   “Fue una gran carrera, estaba pedaleando muy fuerte y corriendo excelente, siempre me retrasaba en la natación, pero remontaba en las otras disciplinas”, señala.

   Dos semanas después corrió el Ironman de Austria, donde quedó cuarta, siempre en categoría Pro.

   En 2000 llegó el turno de IM New York, quedando tercera. Luego el Ironman de Australia, de Canadá en 2002 y Brasil, en 2003, donde obtuvo un logro impensado.

   De ahí en más, se le abrieron puertas en todo el mundo y aún hoy sigue disfrutando junto a su familia triatleta.

   “Porque mi esposo, Diego Chavez, también me acompaña en esto y es sumamente exigente”,cuenta. A partir de 2006 comenzó a entrenarse a sí misma.

   “Dejé un tiempo por algunas lesiones, mi papá estuvo muy enfermo, se recuperó y cuando nació mi primer hijo tomé un descanso”, relata.

   Habían cambiado sus prioridades, aunque siempre entrenando como podía. Hizo otro “click”, dejó nuevamente y pasó un tiempo largo.

   En septiembre de 2015 conoció a su compañero de vida, quien le contagió su gran entusiasmo y sistema de entrenamiento.

   “Fue como una gran fusión, ambos aprendimos y mejoramos nuestros conceptos sobre los entrenamientos. Diego es Infante de Marina de la Armada Argentina, su formación lo hace sumamente ordenado, enfocado en base a una planificación minuciosa y considerando más allá de las distancias la calidad del entreno”, lo define.

   Desde el momento en que se conocieron sus vidas cambiaron. Debido a su profesión, la familia se mudó a Bahía Blanca, en 2016.

   “Team Buenahora” es una gran familia, asegura.

   “Todos somos parte de una motivación colectiva, nuestros temas `correr-nadar y pedalear' son bajo una base de superación personal, saliéndonos de lo obsesivo para ser personas que buscamos nuestra mejor versión, ayudarnos a concretar nuestros sueños y ser ejemplos con actitud frente a los obstáculos”, enumera.

   El team está compuesto por gente de todo el país y funciona bajo su supervisión y asesoramiento.

   Cuenta que sus entrenamientos cambiaron y hoy se basan en la técnica y en la economía del esfuerzo, en trabajos precisos y en mucha preparación específica, fuerza y elasticidad.

Articular con otros roles

   “Diego me ayuda mucho, los dos nos ayudamos no solo entrenando, sino con las cuestiones hogareñas, el cuidado de nuestros hijos, los deberes, la casa”, señala y agrega: “Todo lo vamos resolviendo entre los dos y así nos complementamos”.

   “Nuestros días giran alrededor de los entrenos, el trabajo y la familia, amamos vivir así, es nuestra filosofía de vida y nos entendemos mucho el uno al otro. Nuestros viajes son siempre por carreras, entreno en Cachi (por altura), o por Clínicas de Triatlón, en su mayoría en la ciudad de Tandil, en el Hotel Piedras del Lago”.

   Un párrafo aparte, dice, son las muchas personas que son parte de su vida. Tantas, que prefiere no mencionar. También habló de su nueva etapa en Club Crisol, un proyecto privado que está pensado como un espacio recreativo, deportivo y familiar ubicado en el predio del Autódromo de Bahía Blanca.

   “Son 84 hectáreas forestadas y con terrenos en desnivel, lo que lo hace un lugar muy lindo y oportuno para entrenar, así como sede de carreras también”.

   Su objetivo como Coach de Club Crisol será la de asistir con entrenamientos, técnicas, y planificación aprovechar de manera productiva un espacio necesario para Bahía Blanca y la zona.

   Habrá vestuarios con duchas, servicios gastronómicos, estacionamiento y control de acceso, lo que lo hace muy seguro para todos en especial para los más pequeños, advierte.

   “Claro que esto se lo debo agradecer a Adrián Saschrgorodsky, como representante del Club Crisol y estoy orgullosa de ser parte”, asegura.

   Para concluir, reflexiona: “Esto es una herramienta, una oportunidad para aprender, superarse, construirnos, a veces mejor, a veces no tanto, pero el camino es ese, la vida propone y nosotros disponemos. Volver al plan es lo importante, no se trata de una carrera, se trata del sentido que le das a la vida, del plan que armes para crear tu vida”.