La transversalidad K
La transversalidad está de moda últimamente. Ha servido como identificación de un sector de apoyo al presidente Néstor Kirchner, no pejorista (se dice así al aparato oficial del PJ). Pero, cuando uno intenta definir la transversalidad pretendiendo reducir la vaguedad del término, la cosa complica.
Transversal: que cruza de un lado a otro; que atraviesa.
Corte transversal: una línea horizontal que corta un plano.
Transversalidad: debe entenderse como la materialización de un corte horizontal sobre determinado espacio.
De esta manera, cuando hablamos de transversalidad en el espacio político, estamos hablando de lo contrario a la verticalidad que caracteriza a los partidos políticos. Hablamos de distintos sectores con experiencias diversas, dispuestos a apoyar la construcción de una nueva identidad, según convicciones comunes.
Ni más ni menos que esto está sucediendo en torno al gobierno del presidente Kirchner, quien, con mucha convicción y amplitud, convocó a la reconstrucción de un proyecto nacional, sin respetar los límites de un partido justicialista viejo y gastado por haber seguido a Menem en su feroz conversión al neoliberalismo, y por sus prácticas clientelísticas y corruptas de manejos de aparatos y punteros, con "cajas políticas" poco claras; rescatando en esta convocatoria a muchísimos hombres y mujeres valiosos dentro del peronismo, así como de otros sectores (radicalismo, ARI, Frente Grande, etc.). Pero no es éste ni un proceso novedoso ni su denominación original.
Podríamos situar en el resurgimiento del peronismo (año 1945) el primer antecedente de transversalidad. Es conocido cómo confluyeron al primer frente político que ubicó a Perón en su primera presidencia socialistas, comunistas, nacionalistas y radicales, nucleados en torno a la figura del general y su proyecto nacional. Desde entonces, el peronismo se identifica movimientista. Si revisamos el significado político de uno y otro término, coincidiremos en que expresan el mismo fenómeno.
Luego, durante el gobierno de Alfonsín, pasamos por un intento fallido que se dio en llamar tercer movimiento histórico, fracasado por la absoluta falta de apertura del radicalismo y las claudicaciones del entonces presidente.
Menem, ya en el gobierno, practicó a su manera la transversalidad. Dispuesto como estaba a virar hacia el neoliberalismo imperante en el mundo, y siendo su partido político totalmente ajeno a esta ideología, se nutrió, para la gestión de su gobierno, de los mejores cuadros de la Unión del Centro Democrático y de la derecha, algunos de los cuales se mimetizaron con el Partido Justicialista. Curiosamente, en la actualidad, vemos que el gobierno municipal de Bahía Blanca practica ese tipo de transversalidad (Bottazzi, Borelli, Otharán).
El Frente Grande de sus comienzos y el Frepaso que le siguió fueron tal vez la versión más completa de la transversalidad como práctica política. Con origen en el denominado "grupo de los 8" -- llamados así 8 diputados peronistas disidentes del menemismo, entre ellos "Chacho" Alvarez--, el grupo fue creciendo y convirtiéndose en el movimiento político más dinámico de la década de los 90, con un crecimiento vertiginoso, incorporando peronistas, radicales, socialistas, intransigentes, comunistas, demócratas cristianos. En 1994, el término transversalidad se usó por primera vez para referirse a un acontecimiento político. Fue por el encuentro en la confitería El Molino de Alvarez, Bordón y Storani, quienes denominaron el intento de coincidencia como un corte transversal de los partidos políticos tradicionales. Ese proceso degeneró en la Alianza, terminando allí todo intento de originalidad, conformándose un frente electoral con la UCR para vencer a Menem, llevando a la presidencia a un conservador como De la Rúa, para seguir aplicando las políticas de las que renegaba.
La reconstrucción del proyecto nacional está en marcha por la voluntad férrea del presidente Kirchner de ir desandando los caminos de destrucción y desguace del Estado en la década pasada y recuperar la Nación, también por la necesidad del pueblo argentino de recuperar la dignidad social e individual. De esto depende la recuperación de los niveles de empleo y contención social a índices más justos, para poder edificar desde ese piso una nueva nacionalidad más amplia, si se consolida la política de integración latinoamericana que se está intentando en materia de política internacional, fundamentalmente a través del Mercosur.
La impronta de esta construcción política es nuevamente la confluencia de distintos sectores, de los cuales el actor principal no puede ser otro que el peronismo que acompaña al presidente, sin especulaciones mezquinas, sin reclamos de cajas políticas, con la amplitud de entender que las viejas metodologías deben dejar paso a nuevas formas de hacer política, más transparentes, más de cara a la gente.
En los últimos días, con el recrudecimiento de la pelea que el justicialismo bonaerense (Duhalde) está dando para no perder el control de la Provincia y sostener su aparato político plagado de dinosaurios e impresentables, va quedando claro que la herramienta con que contará Kirchner para disputar la Provincia es el frente político que se organice a partir de la transversalidad, y Cristina Fernández de Kirchner, su carta de triunfo, no sólo porque mide bien en las encuestas. Hoy, Cristina es la voz que más claramente expresa la transversalidad; ha sido ella la voz solitaria (tiempo atrás) reclamando un cambio sustancial de la clase política; ha sido ella la que acusó al PJ de bloquear las reformas de Kirchner en pleno congreso partidario en Parque Norte, enfrentando con coraje y convicción a los exponentes del peronismo tradicional en el Senado.
Convengamos que no hay ni va a haber un partido o un frente político que se llame "transversal". El esfuerzo de estas líneas está cifrado en explicar y mostrar la transversalidad como un proceso de construcción que nuclea a varios sectores y desembocará en una construcción política con identidad propia, expresando más fielmente el proyecto nacional en marcha.
Porque la transversalidad kirchnerista se plasmará en 2005 o nunca, ya que acordar con los sectores enquistados en el PJ (liga de gobernadores, Duhalde, etc.) dejaría la suerte del presidente atada al pesado carro del pejotismo (como gusta decir Cristina).
El desafío que se le presenta al presidente en 2005 es tratar de renovar el peronismo desde la transversalidad. El de Cristina Fernández, encabezar la nueva construcción en la provincia de Buenos Aires (la madre de las batallas, según Kunkel). El desafío de quienes aportamos a esta transversalidad es dejar de lado las mañas adquiridas en nuestras anteriores experiencias políticas para construir un movimiento con mayor transparencia y representatividad. En eso estamos quienes, en Bahía Blanca, nos nucleamos en Confluencia Argentina; en eso están miles de compañeros en cada rincón del país, porque este proceso transversal ya marcha a su concreción.
El ingeniero Eduardo Matarazzo es miembro de la mesa provincial del Frente Grande e integrante de Confluencia Argentina Bahía Blanca.