Candombe con salsa criolla
Las penas son de nosotros. Y también los olvidos.
El que no quiere olvidar es Enrique Pinti, quien hace vibrar sus tamboriles, con más fuerza que nunca, en Candombe Nacional 2004.
Menem, De la Rúa, Rodríguez Saá... Siga el baile, siga el baile.
¿Sigue?
"Lo que nos pasa es nuestra falta de memoria. Por eso recurrimos a la `radio de la memoria'", explica el humorista acerca del público que lo convirtió en el favorito de otros veranos, cuando irrumpió en escena con su ya legendaria Salsa Criolla.
Tampoco a este caliente enero Pinti lo pasará cerca del mar. Y seguirá "candombeando" entre el cemento porteño, transpirando la camiseta con un espectáculo que observa la actualidad argentina con el humor que reflejan monólogos que van variando al compás de esa realidad nacional. A veces, de manera sorprendente.
Esa "radio de la memoria" es --a su criterio-- la encargada de narrar lo sucedido desde 1983, con la recuperación de la democracia hasta la actualidad, en un cúmulo de cantos, números musicales, jingles, anuncios y avisos llenos de intencionalidad e inteligencia.
"Hubo una época de más poder económico --comenta Pinti-- cuando el público veía la obra dos o tres veces por año, porque sabía que todo lo que había ocurrido lo nutría; en Candombe Nacional 2004 hay monólogos intermedios en que se vuelve de la `radio' a la realidad".
Esos monólogos se refieren al Fondo Monetario Internacional (FMI), la deuda externa, la clase política argentina y ocurren antes del número del cocinero, que da la receta sobre cómo tiene que ser un político y cómo no.
"Por allí pasan todas las macanas de Menem, de De la Rúa, de Rodríguez Saá, de Duhalde... En el último año hablé del `petrolio', como escribió Rodríguez Saá; la caja de té en saquitos que De la Rúa regaló al Papa; el `Harry Porter' de Menem y su base espacial para llegar al Japón desde Tartagal en 12 horas", ejemplifica.
"Ese tipo de barbaridades que son las lagunas culturales de nuestros políticos, como sus errores gramaticales, resultan de algún modo lo que nosotros elegimos. Nos pinta, también, de cuerpo entero", continúa.
Aclara que el monólogo anterior al cocinero depende de las aludidas últimas macanas que se mandaron los políticos.
Todo un monólogo.
Pinti es elocuente y mordaz con sus palabras, que surgen a borbotones, como cuando pisa el escenario.
"Lo que uno ve o se cuenta a sí mismo (siempre se cuenta lo bueno, porque si no deprime), es que desde 1983 cambió el eje de por qué la gente ve un espectáculo mío. Antes lo hacía por las malas palabras y la diversión, por lo liberador que era venir de las épocas oscuras; entonces sorprendía el desparpajo con que se podía hablar sobre la realidad política o social", considera.
"En los '90, la gente se planteaba: `¿De qué me río? ¿Por qué vengo si este tipo nos insulta todo el tiempo y se insulta él? ¿Somos masoquistas?' Al contrario, somos hedonistas. Nos tratamos muy bien, aunque después por eso nos va como el traste.
"Tenemos tendencia al `dolce far niente'. Nos gusta comer, `chupar', el sexo. Por lo menos es lo que decimos. De ahí a que lo hagamos... Nos gusta lo sensual, hacer la `macana' y después nos regodeamos en nuestra culpa.
"Pasó con el uno a uno. No había forma de explicarles a muchos que era pan para hoy y hambre para mañana. ¿Mañana? Dios dirá. Yo me compro la heladera, la quinta y si esto no `revienta' en dos años, lo sigo votando a Menem y me salvo'.
"Después decimos que es un país de m... --se queja--. Si algo es industria argentina, es una porquería. A los extranjeros les explico que la fanfarronería argentina tapa un complejo de inferioridad, aunque el típico `todo es una m...' oculta uno de superioridad".
Según Pinti, no tenemos el término medio: creemos que somos los mejores o los peores. Estas medidas extremas nos llevaron a una crisis de identidad y de moral. Uno es a medias lo que puede y eso es complicado.
"En las elecciones porteñas, Macri dijo que perdiendo ganó, porque los que lo votaron son más genuinos que los otros. Antes se hablaba de los `campeones morales', de `para ser un teatro vocacional o independiente no está mal'. Vos decís que metiste 700 personas en la sala que tiene 1.300 butacas y te dicen que te fue como el diablo. ¿Y las otras 600?, te preguntan. No existe la sensatez de decir `no soy el mejor, no soy el peor, soy como puedo'".
Realmente
1- Esperanzas
-- "Los taxistas, los mozos de los bares, todo el mundo tiene esperanza. Se siente que hay una diferencia y que se enfocan los problemas desde otro ángulo".
2- Seguridad
-- "Se está tratando de hacer una limpieza donde una parte de la gente cree que hay que hacerla. Hay otra parte que no está muy contenta porque no se ataca lo que a ella le interesa, que es la seguridad, lo que implica que no haya un solo robo, un solo secuestro, un solo crimen, de hoy para mañana".
3- Cartoneros y mucho más
-- "Mucha gente cree que la seguridad pasa por la pena de muerte, por el endurecimiento y toda una serie de cosas que la tienen muy enojada, y como tienen que echarle la culpa a alguien, se la echan a los cartoneros que afean la ciudad o a los piqueteros. De los piqueteros ya sabemos que tienen un grupo que es de terror, pero hay otro mayoritario que está ahí porque no tiene laburo, que es lo que muchos se niegan a ver".
-- "`Sí, pero no quieren trabajar', argumenta una parte de la sociedad. Creo que eso podía ser dicho cuando están todas las fábricas y las oficinas abiertas y hay tipos que prefieren la fácil, es decir pedir limosna o salir con un `chumbo' a robar. Hace 20 años se decía `andá a levantar bolsas al puerto, negro de m...', pero ahora no hay fábricas, no hay oficinas, no hay bolsas que levantar. No hay nada".
El personaje en resumen
Principios
* Corría febrero de 1958 cuando Enrique Pinti asumió su primer papel de importancia en teatro. Fue con la obra El burgués gentilhombre, de Moliére. Desde 1973 ha concentrado su trabajo en unipersonales.
* Pinti se inició en el cine en 1958, en El secuestrador, de Leopoldo Torre Nilsson, donde había conseguido un papel secundario gracias a su amistad con Beatriz Guido, pero debió conformarse con hacer de extra, ya que el primer día de rodaje se confundió de calles, llegó tarde y fue reemplazado por otro actor.
Mucho tiempo después trabajó con Manuel Antín en Don Segundo Sombra; en 1974 lo hizo con Fernando Ayala en Triángulo de cuatro.
* La recorrida de Pinti por Bahía Blanca data de 1982, en el Teatro Rossini. Luego, actuó en el desaparecido Candilejas y el Municipal, donde presentó sus últimos éxitos, por caso, en junio de 1999, Pinti canta las 40 y el Maipo cumple 90 y, en 2001, Pericom.ar.