Todos por Rivadavia en el Bochín Club
Luego de dos décadas el monumento a Rivadavia estaba cerca de concretarse
Es periodista, ingeniero civil y docente de la Universidad Nacional del Sud en materias relacionadas con el Patrimonio arquitectónico y el planeamiento urbano. Ha publicado notas en revistas Vivienda, Todo es Historia, Obras & Protagonistas y Summa +. Participa en varios micros radiales referidos a la historia de Bahía Blanca. En dos ocasiones recibió primera mención por parte de ADEPA en el rubro Cultura e Historia.
Hace 79 años, en agosto de 1945, el Bochín Club organizó un almuerzo para homenajear a Luis Rovatti (1895-1986), autor del monumento a Bernardino Rivadavia que por entonces se estaba empezando a materializar en el centro de la plaza homónima.
Casi 20 años habían transcurrido desde que Rovatti obtuviera el primer premio del concurso organizado por la municipalidad para homenajear a quien impulsara el primer intento de establecer un fuerte en Bahía Blanca.
Sin embargo, las demoras y postergaciones por parte del estado Nacional, que aportaba los fondos para la obra, hizo que recién en 1945 se iniciara la construcción del pedestal y comenzaran a llegar las figuras de bronce desde el taller que Rovattí tenía en el barrio porteño de Palermo.
Fue en ese contexto que el escultor visitó la ciudad y fue agasajado en la sede del Bochín club de Zelarrayán 357 a iniciativa fue de la Comisión de Homenaje a Rivadavia, muchos de cuyos integrantes eran socios de la entidad.
En la cabecera de la mesa se ubicó Santiago Bergé Vila, comisionado municipal, a su lado Rovatti y el presidente de la comisión mencionada, el médico Enrique González. Completando la mesa estaban, entre otros, Agustín de Arrieta, Manlio Fioravanti (constructor del basamento), Haroldo Casanova, Isauro Robles Gorriti, Mario Civetta, Humberto Régoli, Jorge Aguilar, Eduardo Palavecino y Germán García.
Hubo palabras alusivas de Agustín de Arrieta, quien elogió a la figura de Rivadavia, “uno de esos genios –dijo-- que produce la humanidad de siglo en siglo”. Enrique González pidió un aplauso para Rovatti y Fioravanti y “para todos los obreros” que los secundaban. Por último hizo uso de la palabra el propio Rovatti, agradeciendo la hospitalidad tan cordial que le había brindado la ciudad.
El monumento fue finalmente inaugurado en julio de 1946.