Bahía Blanca | Martes, 08 de julio

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El Peligroso Sendero del Antisemitismo: De la Fobia a los Judíos al Anti-Israelismo

En campus universitarios, tribunales internacionales y en la misma ONU se observa una tendencia preocupante de relativización de los actos terroristas perpetrados por Hamás.

Sergio Pikholtz

Por Sergio Pikholtz (*)

Desde el 7 de octubre, Occidente parece estar navegando por un sendero autodestructivo al reinterpretar y deconstruir uno de los prejuicios más antiguos de la humanidad: el antisemitismo. Lo que históricamente representaba una aversión hacia personas de origen judío ha evolucionado peligrosamente hacia una crítica intensa y frecuentemente injusta dirigida hacia el Estado de Israel, el hogar del pueblo judío, así como hacia el sionismo, el movimiento que aboga por su autodefensa y autodeterminación.

Este concepto ha sido elaborado y difundido desde las plataformas de odio financiadas por promotores de la agenda globalista 2030, donde se intenta redefinir a los israelíes no como semitas, sino como inmigrantes o descendientes de inmigrantes centro europeos. Esta reinterpretación busca desvincular el rechazo al derecho de Israel a existir de la noción histórica de antisemitismo, argumentando que aquellos que se oponen no son antisemitas, sino simplemente anti israelíes o anti sionistas.

Sin embargo, esta distinción omite deliberadamente que el antisemitismo es definido por las convenciones sociales como el odio hacia los judíos en todas sus formas, ya sea como individuos o como colectividad. Al enfocarse únicamente en la crítica al Estado de Israel y al sionismo, se corre el riesgo de subestimar o desatender la persistencia de actitudes y comportamientos antisemitas arraigados en la historia y la cultura contemporánea.

En campus universitarios, centros académicos, tribunales internacionales y en la misma ONU, se observa una tendencia preocupante de relativización de los actos terroristas perpetrados por Hamás el 7/10, que han cobrado la vida de más de 1200 israelíes en ataques indiscriminados en lugares tan cotidianos como sus propias casas o festivales públicos. Esta distorsión busca reemplazar el concepto tradicional de antisemitismo por términos que suponen corrección política como el anti sionismo y el anti israelismo, fragmentando así la percepción de estos fenómenos como partes divisibles de un mismo problema.

Ernesto Sábato, en su obra "Apologías y Rechazos" de 1979, describió el mecanismo del antisemitismo como una constante acusación que no deja al judío -o ahora al Estado de Israel- escapatoria posible, sea cual sea su acción o posición. Según Sábato, "el antisemita dirá sucesivamente -y aun simultáneamente- que el judío es banquero y bolchevique, avaro y dispendioso, limitado en su gueto y metido en todas partes. Es claro que, en esas condiciones, el judío no tiene escapatoria: cualquier cosa que diga, haga o piense caerá en la jurisdicción del antisemitismo."

Gustavo Perednik, en su análisis sobre el antisemitismo contemporáneo, advierte que "la crítica legítima a Israel se convierte con frecuencia en un vehículo para el odio hacia los judíos. La demonización de Israel es una manifestación moderna del antisemitismo, ocultando su verdadera naturaleza bajo el disfraz de crítica política."

De este modo si en la obra de Sábato usted cambia la palabra judío por Israel todo encaja perfectamente: Israel es el país que si permite el ingreso de palestinos de Cisjordania (Judea y Samaria) a su territorio para que trabajen es para explotarlos, y si no los deja entrar es porque quiere matarlos de hambre.

Incluso quienes adherimos al sionismo solemos recibir la misma diatriba en las redes: Algunos nos dicen que nos vayamos a nuestro país (Israel) y otros nos dicen que estamos usurpando la tierra.

Se cuestiona también al sionismo como un movimiento político legítimo que impulsó la creación del Estado de Israel en su histórico territorio con presencia ininterrumpida por tres mil años, presentándolo ahora como un proyecto supremacista y colonialista. Israel, por su parte, es pintado no como un logro político del pueblo judío, sino como un peón del "imperio americano" en el Medio Oriente.

En palabras de Deborah Lipstadt, historiadora y autora especializada en el Holocausto: "El antisemitismo es una ideología que acusa a los judíos de poseer rasgos específicamente negativos. Lo que hace única a esta ideología es su capacidad para mutar y adaptarse a los tiempos modernos, manteniendo su esencia de odio y discriminación."

Este fenómeno cobra aún más relevancia al observar cómo Occidente, para justificar sus críticas a Israel, acusa al país de prácticas que van desde el apartheid hasta el genocidio, mientras desvía la mirada de las atrocidades cometidas por regímenes islamistas radicales como el iraní que reprimen brutalmente a sus propios ciudadanos, lapidando mujeres, colgando a homosexuales de grúas y ejecutando de manera sumaria a disidentes políticos.

Ahora bien, es complejo entender cuál es la causa que genera fertilidad para que el virus se desarrolle en sociedades occidentales y democráticas que en el pasado se han beneficiado de los aportes de judíos a sus sociedades y ahora se benefician con los descubrimientos y patentes generados en Israel mientras que prefieren apañar terroristas y teocracias misóginas.

Una aproximación inicial nos diría que la creciente inmigración a Europa desde países arrasados por guerras civiles, en la que pasan casi inadvertidos entre gente común y corriente terroristas auspiciados por Irán, Qatar y otras teocracias (la mayor parte de las bandas terroristas tienen el mismo origen) ha sido el vector de una parte de la nueva judeofobia que en principio odia a Israel porque básicamente es el exponente máximo del estilo de vida occidental, el capitalismo y la libertad y actúa como muro de contención al sometimiento que reina bajo el gobierno de los ayatolas.

El socavamiento de Israel y de sus derechos a defenderse frente al ataque del 7/10 por ejemplo, también debilita las democracias y el sistema de libertad de Europa y EEUU, que quedan encerradas como en el Síndrome de Estocolmo deslumbrados por sus captores, en este caso terroristas antijudíos, y también anti occidentales, anti mujeres, anti democracia y anti todo lo que no se encuadre en su doctrina.

Es crucial comprender que el antisemitismo en todas sus formas no solo ataca a los judíos, sino que amenaza los fundamentos mismos de las sociedades democráticas y de occidente. La incapacidad para reconocer esta realidad ha llevado a que símbolos nacionales como la bandera estadounidense sean quemados en campus universitarios y la bandera francesa sea pisoteada en las calles de París, mientras autoridades británicas tienen dificultades para enfrentar manifestaciones violentas que agravian al Rey frente al Big Ben. En todos los casos los ejecutores son los mismos: sujetos que repiten como en una letanía “Palestina libre del río hasta el mar”, lo cual significa sencillamente que desaparezca el Estado de Israel. Judeofobia pura y dura.

Si no se aborda de manera efectiva, el antisemitismo en su forma moderna de anti sionismo y anti israelismo amenaza con debilitar no solo a Israel, sino también a las democracias y los valores occidentales que el país judío sostiene como un dique último frente a la oscuridad medieval.

(*) Ex Presidente de la Organización Sionista Argentina