Bahía Blanca | Domingo, 13 de julio

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“Al `Flaco´ muchos le decían `papá´: Menotti cambió el destino del fútbol argentino para siempre”

Héctor Rodofo Baley, que nació en Ingeniero White y fue arquero de Comercial para complacer a su padre, recordó al “Maestro” campeón con Argentina en 1978, que falleció el domingo a los 85 años. “Los grandes nunca mueren”, dice con fuerza “Chiche” para los de “Guaite” y "Chocolate" para el mundo.

Fotos: Archivo-La Nueva y fotomontaje: Guillermo Kluin-La Nueva.

Instagram: @sergiopeysse

Twitter: @elpeche1973

(Nota ampliada de la edición impresa)

“En una palabra es imposible definirlo, el “Flaco” fue el maestro, el padre, el hermano mayor, la voz de la conciencia de todos aquellos que lo tuvimos como entrenador, el que cambió el fútbol argentino para siempre”.

Con un nudo en la garganta y una angustia que cala hondo en el alma de aquellos que tuvieron el honor de poderlo disfrutar, Héctor Rodolfo Baley recordó a César Luis Menotti como “un bohemio con la enorme capacidad de formar mejores personas que jugadores”.

Desde Córdoba capital, donde formó su familia y reside desde hace 43 años, el ex arquero nacido en Ingeniero White el 16 de noviembre de 1950 y campeón del Mundo con Argentina en 1978, aceptó el mano a mano con La Nueva., aclarando --y disculpándose como hombre de ley-- que desde el domingo, cuando recibió la noticia del fallecimiento del lírico de la pelota y de ese gran estratega del juego sin trampas, vive “unos días de m...”.

“Después de haberme enterado me fui a pescar al lago San Roque, quería estar solo para pensar en él y en todo lo que me dio, porque los consejos del `Flaco´ siempre fueron para toda la vida. Hace un mes, no más, lo escuchaba en una entrevista y lo que decía me seguía sorprendiendo; a los 85 años tenía una claridad admirable y una convicción absoluta en sus conceptos”, señala “Chiche” para los de “Guaite” y “Chocolate” para el resto del mundo.

“Lo que más distinguía al `Flaco´ era el tiempo que se hacía, y que a veces no tenía, para hablar con el que se lo pedía o con aquel que veía que no llegaba o no se iba bien de los entrenamientos. Estaba siempre disponible, con él podías tocar cualquier tema, personal o grupal, llegaba a las prácticas a las 8 y se iba como a las cinco de la tarde. Se desvivía por sus dirigidos, era especial, con una mirada o una palabra te transmitía una tranquilidad que no encontrabas en otro lado”, deslizó el ex golero de Comercial, uno de los más activos en el grupo de WhatApps “Campeones del '78”.

“Se conformó con los jugadores y parte del cuerpo técnico, aunque también integro otros grupos con ex compañeros de Estudiantes, Independiente y de Colón. Existe un contacto fluido y una gran relación entre todos, ¿qué querés que te diga?, estamos grandes... La pasamos muy mal con las muertes de Luque (Leopoldo Jacinto) y Houseman (René), por eso nos mantenemos pendientes y cercanos”.

Siguió con Menotti: “A partir de 1974, cuando se hizo cargo del seleccionado, marcó un antes y un después en el fútbol nuestro. Le dio una especial trascendencia al interior, formando preselecciones, selectivos y la famosa Selección `fantasma´. No te olvides que a la Mayor convocó a tres jugadores que no eran profesionales: Galván (Luis), Oviedo (Miguel Angel) y Valencia (José Daniel). Un visionario”.

--¿Te acordás de tu primera cita a la Selección?

--Como si fuera hoy. Y mucho tuvo que ver Ubaldo Matildo Fillol, pese a que me tuvo en el banco dos Mundiales (Argentina 1978 y España 1982) y ni un resfrío le agarraba (esbozó su primera sonrisa). En 1975, estando en Colón, me llamó el “Flaco” para un amistoso frente a Uruguay, en el Centenario de Montevideo. A ese partido no iba el “Pato”, quien había elegido, al igual que Alonso y Jota Jota López (no así Luque, que fue con la Selección), jugar con River un partido por Copa Libertadores.

“Se dio de esa manera, aunque nunca se me había pasado por la cabeza. Pero bueno, la varita mágica a veces te toca. Mi DT en Colón era el `Gitano´ Juárez, mano derecha y confidente de Menotti. Me llamó aparte, me informó lo que había hablado con el `Flaco´y viajé a Buenos Aires, para presentarme, me acuerdo, en cancha de Defensores de Belgrano”.

--¿Cómo fue ese encuentro con el “Maestro”?

--Lo primero que me dijo fue “usted no está atajando, pero yo lo conozco más que usted a mi”. Yo no estaba jugando porque, después de una suspensión de tres fechas, el “Gitano”, uno de los formadores del `Flaco´ como futbolista, me había mandado a “comer” banco en señal de castigo.

Después de ese debut ante la Celeste, el moreno whitense, que nunca atajó de manera oficial, lo hizo contra Francia en 1997 y otros 11 cotejos más. Sin embargo, antes de la cita mundialista de 1982, tuvo su actuación cumbre frente a Alemania en el Monumental.

“Ese día las pelotas me pegaban en el cuerpo y se iban afuera, me salieron todas”, rememoró.

--Menotti, en algún momento, ¿te contó por qué te eligió, eran épocas donde abundaban los grandes arqueros?

--Mucho más acá en el tiempo, en un video por los 30 años de aquel título del '78, el “Flaco” confío que Fillol era el 1 indiscutible, que La Volpe tenía personalidad para el puesto y que yo era el que mejor me manejaba con los pies. Un adelantado.

“Fillol era un fuera de serie, muy completo, el mejor que vi en esa época, aunque el `Loco´ Gatti tenía unas condiciones tremendas”, manifestó “Chocolatín”, que desarrolló toda su carrera en nuestro país, con 380 presencias oficiales en los arcos de Estudiantes de La Plata (1968-1972), Colón (1973-1976), Huracán (1976-1978), Independiente (1978-1981) y Talleres de Córdoba (1981-1987).

Cuando arribó al “Pincha” desde su White natal, no arrancó como inicial ya que adelante tenía a porteros con la experiencia de Alberto Poletti (uno de los grandes modelos en que basó su estilo) y Néstor Martín Errea. Le costó conseguir rodaje en el mejor ciclo histórico del “León” platense (apenas 3 cotejos en casi cinco temporadas), ese que levantó 3 Copas Libertadores y una Intercontinental, sin perjuicio de haber llegado a una cuarta final de América en la edición del ´71.

Y ahí surge una anécdota que lo pinta de cuerpo entero, que no hace más que “tirar” por ese amor hacia el Puerto, por su Ingeniero White tan querido, por la esquina donde nació: Avenente y Belgrano, el caserón que estaba enfrente del Almacén de Nabor, ya llegando --por Avenente-- a calle Lautaro.

Cuando corrían los últimos meses de 1967 y Baley era apenas un pibe de 16 años, lo fueron a ver desde un club que jugaba en Primera División. No era de los denominados “grandes”, pero ese año, Estudiantes de La Plata había conquistado el Torneo Metropolitano de AFA, transformándose así en el primer cuadro de los “chicos” en ganar un torneo liguero en el profesionalismo.

Pese al gran entusiasmo demostrado por la gente del “Pincha” para quedarse con sus servicios, a los pocos días el tipo se quería volver a Ingeniero White. Y eso que en La Plata le daban casa, comida y hasta una pequeña suma de dinero en viáticos, debido a que ya alternaba en la Tercera División.

Pero “Chiche” se quería volver, y no por una cuestión de mal rendimiento deportivo, sino porque extrañaba sus costumbres whitenses, añoraba, por ejemplo, la pesca y la caza que hasta el día de hoy lo apasionan con locura.

“Me fui a probar con un compañero, el `Gringo` Nani (Juan Carlos), aunque ninguno de los dos quería quedarse. Acordamos hacer todo mal así nos echaban, pero tuve una buena practica, atajé como loco y quedé (Nani se volvió). Debuté en el ‘70 y después pasé a Colón”, repasó con cierta nostalgia.

¿Quién lo convenció? Nada más y nada menos que el gran Osvaldo Juan Zubeldía, quien vislumbraba para él un brillante porvenir.

El técnico del primer equipo, provinciano como él (había nacido en Junín) y con trances parecidos en su etapa como futbolista, le pidió que aguantara un tiempo. Le habló paternalmente, lo acercó a la ventana de la pensión, desde donde se podía contemplar la ciudad de las diagonales; y así, como al pasar, le mostró un auto que estaba estacionado en el estadio. `Es mío, y me lo dio el fútbol”, le comentó, agregando: “Me dio eso y muchas cosas más”.

Según recordó Baley, Zubeldía le dijo: “Vos también vas a poder tener uno igual. Además de muchos amigos, vas a progresar, vas a hacerte un porvenir: quedate, te vamos a apoyar”. Fin de la historia.

 

Los autos, el básquet y el “fúlbo”, en ese orden

De no haber sido por su papá Walter, habría sido corredor de autos o basquetbolista. El gran Héctor se convirtió en arquero porque fue el único de los cuatro hermanos (los otros eran Osvaldo, Horacio y Oscar, quien también jugó al fútbol y tuvo el privilegio de ser parte del plantel que en 1967 fue campeón de la quinta división) que aceptó darle el gusto al “viejo”, y bajo los palos de los arcos del estadio de avenida San Martín y Vélez Sarsfield, en su Comercial amado, comenzó una carrera que ni él imaginaba como iba a terminar.

“Yo jugaba al fútbol, al básquet, al vóley, a todo, pero la verdad es que el fútbol era el que menos me llamaba la atención. En mi club, en el barrio, en los picados que se armaban en el puerto, donde sea, jugaba de “4” o de “7”, me encantaba ir al centro y correr”, resalta sobre sus inicios en una posición que iba a terminar siendo tan significativa en su vida.

El gesto hacia su padre le valió hacerse fuerte en el puesto más ingrato del fútbol, disputando dos Mundiales (Argentina ´78 y España ´82) y consiguiendo un campeonato Nacional con Independiente (1978) y tres títulos internacionales con Estudiante: Copa Intercontinental (en Manchester, 1968), Interamericana (en Montevideo, 1969) y dos Libertadores (en La Plata, 1969 y en Montevideo, 1970).

Se retiró con el “1” de Talleres en 1987 y hoy disfruta de su nieta Guadalupe, a quien llama “mi ángel”.

Hace varios años que ya que no fuma y camina con absoluta normalidad después de operarse de la rodilla (“en realidad fue un reemplazo de pieza completa, una intervención que venía postergando”, aseguró)

Lleva 35 años fuera de la canchas y repite una vez más que el haber dejado la actividad tan de golpe le “pegó mal”. En ese momento bajó 15 kilos, estuvo al borde de la depresión, no salía de su casa y se le empezó a caer el pelo.

“Es que no estamos preparados para el `adiós´, pasamos una vida yendo a la cancha. El fútbol, los compañeros, la gente, los autógrafos, las notas... y de un día para el otro, listo, se terminó, no los tenés más. Fue muy duro”.

“Me mató dejar el fútbol, perdí peso y estuve un año encerrado sin ni siquiera salir a la puerta de mi casa. La pasé muy mal. Ahí me hubiese hecho falta un psicólogo. En ese sentido, mi señora (Viviana, con ella en la foto), que es asistente social, me ayudó a salir adelante”, contó el querido “Negro”.

En el seleccionado, donde sostuvo 13 encuentros, usaba la camiseta número 13 (salvo en el Mundial ´78, que por orden alfabético le tocó la “3”) y con Mario Kempes fumaba un cigarrillo antes de cada partido.

“El `Matador´ no tuvo en su país el reconocimiento que se hubiese merecido, incluso se demoró mucho en ponerle su nombre al estadio mundialista de Córdoba”, aclara por las dudas.

Desde chico, Baley comparte la pesca con otras pasiones, y hoy en día sostiene un orden de prioridades en cuanto a gustos deportivos: 1) automovilismo, 2) básquet y 3) fútbol.

“Con respecto a los autos veo todo, Fórmula 1, Turismo Carretera, Fórmula 3, Turismo Nacional... Todo. Y con la naranja me llevé bien desde que era pibe, porque me ayudó mucho para ser arquero. Saltar, agarrar la pelota con la mano, dar bien un pase, todo sumaba. Varios en el puesto lo practicaron, como Carlos Goyén y `Chiquito' Romero, por ejemplo”, confirmó.

“Ya no miro fútbol argentino y a la cancha tampoco voy; me divierte más la Premier, la mejor Liga del mundo. Sigo al Manchester City, al Liverpool y al Tottenham, son equipo competitivos, ofensivos y que van al frente”.

--¿Seguís la campaña de Comercial?

--Sigo al club en general, por las redes sociales, y me llena de orgullo ver que crece socialmente o que ahora acaba de levantar el paredón sobre avenida Vélez Sarsfield que le tiró el temporal. Después de la pandemia no fui más a White, extraño las fiestas que se realizaban todos los años en el mes de noviembre, encontrarme con amigos y recordar anécdotas que, más allá de haberlas escuchado mil veces, siempre me despiertan esa nostalgia de haber nacido y crecido en un lugar tan lindo como White.

“En alguna que otra nota dijeron que yo me sentía cordobés o santafesino, y quiero mucho a esos lugares, pero yo soy whitense, como mi familia”, declara con orgullo.

Su mamá era rubia de ojos verdes; sus raíces paternas eran de Senegal. El abuelo de su papá llegó por Brasil y fue un buzo que participó en la construcción del puerto de Bahía Blanca.

Tanto le gusta pescar que, después de que la Argentina le ganara por 6 a 0 a Perú, le pidió a Kempes que gestionara con el DT, César Menotti, un permiso para ir al Paraná. Estaban concentrados en Rosario.

“Nos dejó. Salimos a las 5 de la mañana con Mario, Daniel Killer y Pagnanini (Rubén), y a las 10 teníamos que estar de vuelta. Una locura linda. Ahora, una vez por mes, voy a San Nicolás con tres amigos para despuntar el hábito”, indica sin ningún tipo de arrepentimiento.

Recuerda que en España, durante el Mundial, hablaba mucho de pesca con Diego Maradona. “A él le gustaba. Iba a Esquina, Corrientes”.

La historia de Baley con Maradona empezó antes, cuando en el ‘77 se convirtió en el primer arquero en atajarle un penal. Él jugaba para Huracán y el 10 lo hacía en Argentinos Juniors. Se tiró a su derecha y rechazó la pelota; en el rebote Maradona pateó de nuevo, pero por arriba del travesaño.

Volvieron a cruzarse cuando “Chocolate” debutó en Talleres y Diego en Boca: 4-1 para el xeneize.

“Lo tengo bien presente ese partido, dos me hizo Maradona y dos Brindisi (Miguel). Para nosotros marcó `La Pepona´ Reinaldi, que es mi hermano gemelo”, bromea.

En ese mismo certamen, en otro “clasico” ante Boca, sufrió la rotura de su tabique nasal.

Fue triunfo auriazul por 1-0 con un gol del “Ruso” Ribolzi, y contaba la revista El Gráfico: “Baley, en un acto de gran arrojo, se jugó la vida y chocó con el “Mono” Perotti, a resultas de lo cual sufrió fractura de su tabique nasal… Seguramente, cuando fue reemplazado a los 10 minutos del complemento por el joven Gustavo Moriconi y se iba por el túnel aplaudido por sus hinchas, “Chocolate” jamás imaginó que nunca más se iba a poner el buzo con el escudo de Independiente”.

En relación al arco de la Selección, lamentablemente le tocó ser contemporáneo de dos de los mejores arqueros de la historia argentina, motivo por el cual en contadas ocasiones pudo ser titular custodiando la meta nacional.

Primero fue Hugo Orlando Gatti, quien lo condenó a ser primer suplente durante el período 1976-77; y cuando el “Loco” se bajó por lesión pocos meses antes del Mundial ´78, quien tomó la posta fue Ubaldo Matildo Fillol, quien volvía así a la Selección después de un par de años de ausencia, tras una discusión con Menotti.

¿El último encuentro de Baley en el arco argentino? Fue en marzo del ´82, poco tiempo antes de la cita máxima en España. Esa noche, en el Monumental de Núñez, fue titular en el 1-1 ante Alemania Federal, Selección que pocos meses más tarde llegaría hasta la final del Mundial, cayendo 1-3 frente al campeón Italia.

“Me mataron a pelotazos, pero pateaban a donde estaba yo. Saqué unas cuantas, es cierto, aunque los periodistas fantaseaban con los comentarios. Me acuerdo un `voló Baley, sensacional´, y había sido una atajada tan simple como otras. Si antes lo hacían, imaginate ahora, al arquero que quieren agrandar, lo agrandan...”, resaltó.

 

El “dueño” del arco

Hace exactamente seis años, Baley pisaba por última vez su querido club, Puerto Comercial. Lo invitaron para el homenaje que le hicieron en la entrada al estadio, donde además de una placa en su honor se determinó que el arco ubicado sobre avenida San Martín lleve su nombre.

Ese año, la Liga del Sur decretó que el torneo Oficial de Primera se denomine “Héctor Baley”.

Querido por todos, fue campeón con la quinta comercialina en 1967, alternando la valla con el otro golero bahiense, nacido en el barrio Noroeste y con sus primeras revolcadas en los arcos del club El Danubio: Oscar Quiroga.

“Con `Torito´ jugábamos un partido cada uno, aunque a veces yo iba medio tiempo al arco y el otro medio de wing derecho. Oscar, excelente persona, un arquero muy seguro, sobrio y de buenos reflejos”, indicó con una memoria prodigiosa.

Una vez que se retiró, Baley arrancó a trabajar en ese mundo que le era tan propio, el del fútbol. Así fue que a comienzos de la década del ´90 se inició como ayudante de campo de Miguel Ángel Oviedo en la Primera de la T, cargo que repitió en el Nacional B, en Racing de Nueva Italia.

En referencia a los entrenadores que tuvo (José Omar Pastoriza, Ángel Labruna, Menotti y Miguel Antonio Juárez), fue más que sincero: “siempre me dirigieron técnicos que en sus equipos hicieron prevalecer el buen juego. En ese sentido, he sido un afortunado”.

“Como decía Menotti: "jugar, divertirse, tocar, pensar. Hay técnicos que lo hacen complicado", indicó el padre de Ayelén y Jonathan.

“Cada vez que me pongo a preparar la caja de pesca me acuerdo de White. Se me vienen los recuerdos de Galván, del puerto, de la infancia, de mi gran amigo `Petaca´ Antozzi. En esos tiempos era muy fácil divertirnos, se extraña la vieja cancha de Comercial, la pileta... Cuando me hicieron el homenaje fue muy lindo revivir todo eso”, agregó Chiche.

Y los recuerdos seguían aflorando: “nos íbamos en tren, a las 7 de la mañana, con Petaca y mi hermano mayor a cazar a Argerich. Y sino era ir al arroyito, a pescar a la casilla colorada. Todo lo que viví no lo cambio por nada. Yo soy de Ingeniero White y siempre digo que el Puerto es el de Ingeniero White”, remarcó.

--La Selección del `78, ¿se puede comparar con alguna de las otras que fueron campeonas, la de México `86 o la Scaloneta?

--Los tiempos fueron cambiando, pero la del `86, con Maradona, Burruchaga y Valdano tenía un parecido a la nuestra, tal vez por cercanía en los años o porque Diego estuvo tan espléndido como Kempes en el '78.

“Ahora el mundo del fútbol se mueve en base a resultados, pero es lo que hay. Lo que queda, y nadie puede discutir, es que Argentina llegó a cuatro finales y a dos títulos mundiales después de la era Menotti, el que revolucionó el futbol argentino, el que pidió a gritos que la Selección debía ser prioridad Nº 1 para la AFA y para cada uno de los equipos que animaban los campeonatos nacionales. ¡Cuánta razón tenía!”.