Bahía Blanca | Jueves, 25 de abril

Bahía Blanca | Jueves, 25 de abril

Bahía Blanca | Jueves, 25 de abril

Los primeros pasos de la industria petroquímica en nuestra ciudad

Dow Chemical, allá por 1968, se fijó en nuestra ciudad para asentar sus operaciones. Hoy, Bahía se transformó en un centro industrial de excelencia.

   Hace 72 años, más precisamente el 26 de agosto de 1950, se inauguraba en la Argentina la primera planta petroquímica de América Latina. 

   De este hito surge esta fecha de celebración del Día de la Industria Química y Petroquímica.

   Aproximadamente en la mitad de ese camino hasta nuestros días, Bahía Blanca incorporaba su territorio para albergar el desarrollo de esta industria, después del frustrado proyecto de la Dow Chemical en 1968.

   Hacia fines de la década del 60 Bahía Blanca tenía un perfil comercial muy definido. Los pocos proyectos industriales que rondaron la ciudad habían encontrado contundentes motivos de recelo a su instalación ya que aquí no se podían garantizar de buena manera dos servicios claves para cualquier emprendimiento de envergadura: la provisión de agua y electricidad.

   Sin embargo, en 1967, el ministerio de Economía de la Nación recibió un pedido, por parte de una empresa estadounidense, para instalar en Bahía Blanca una empresa petroquímica, con una inversión de rondaba los 40 mil millones de pesos moneda nacional, magnitud que superaba cualquier otra inversión realizada hasta entonces.

   La novedad trascendió y el rumor llegó a esta ciudad. En febrero de 1968 los directivos de la Dow Chemical, tal era la empresa, llegaron efectivamente a este sitio y realizaron el anuncio oficial: Bahía Blanca había sido elegida para instalar su nuevo complejo petroquímico. 

   ¿La clave de tan trascendental decisión?: la respuesta final dada por una computadora.

   Sí. Allá por los '60, cuando pocos y nadie podía imaginar el rol que la computación tendría en los siguientes años, la Dow había realizado una prolija selección de sitios adecuados para radicar su industria, llegando a la instancia decisiva dos espacios: el sur bonaerense, Bahía Blanca en particular, y una zona próxima a Yucatán, en Méjico.

   Suministrados los datos finales a una computadora, ésta procesó los antecedentes y características de cada lugar, dando como "veredicto" que la ciudad bonaerense era la más apropiada para la instalación.  Leyenda o verdad? Lo cierto es que Bahía Blanca comenzó de esa manera a forjar su futuro industrial, relacionado con la Petroquímica.

   De inmediato comenzaron las voces de aprobación y también las de descontento, claro. Por un lado, las primeras, nacidas en esta ciudad, conscientes sus instituciones y gobierno de la trascendencia que tendría para el futuro bahiense semejante radicación.

   Las otras voces llegaron desde diferentes sectores de la industria nacional, que no veían con buenos ojos la llegada de una firma extranjera que, decían, los perjudicaría.

   Se estableció entonces lo que algunos llamaron "La guerra del Etileno", aunque lejos estuvo Dow de poner freno a su decisión.

   En varias ocasiones visitaron nuestra ciudad, se reunieron con los jefes comunales de turno, visitaron expertos de la Universidad Nacional del Sur y fijaron sus ojos en aquel sector de cangrejales tan cercano al mar, decidiendo la compra de terrenos en aquel lugar, operación que alcanzaron a concretar.

   Prueba de la paciencia de esta empresa es que recién dos anos después de la presentación de su proyecto, el 28 de noviembre de 1969, el gobierno nacional, a cargo del Juan Carlos Onganía, firmó el decreto 6908 que autorizaba su radicación en Bahía Blanca.

   Cuatro meses después, la empresa depositaba una importante cantidad de dinero en dólares como garantía de la inversión.

   En rigor, el proyecto Dow fracasaría: la variable situación económica del país y la pretendida participación de capitales nacionales en el emprendimiento, entre otras causas, hizo finalmente desistir a la empresa, la cual, en 1971, anunció oficialmente su decisión de apartarse el proyecto.

   La novedad cayó como una balde de agua fría entre los bahienses, quienes no permanecerían indiferentes a esta acción y en una activa participación colectiva llegarían al gobierno para que tomara a su cargo la real concreción del polo petroquímico.

Diez años después

   Hace ya 41 años, en una jornada calurosa y ventosa, como corresponde a nuestra ciudad, Bahía Blanca dio uno de los pasos fundamentales de su historia.

   No es una lectura de los hechos realizada al amparo del paso del tiempo y con la perspectiva propia de quien mira las cosas desde el umbral del siglo XXI.

   Así se lo pensó en aquel momento, el 24 de noviembre de 1981, cuando se calificó a la habilitación de las primeras plantas del polo petroquímico como "la incorporación de la ciudad a la era industrial".

   Cerca de 700 personas participaron entonces del magno acontecimiento, la mayoría de ellas funcionarios llegados de Buenos Aires, cual fue la inauguración de las plantas de etileno de Petroquímica Bahía Blanca SA, y las de polietileno de baja densidad e Ipako SA y Polisur SM.

   De las tres, sólo la primera estaba en marcha, mientras que las otras dos estarían en producción cinco años después (1986).

   El corte de cintas, el tradicional acto simbólico de apertura, fue entonces en gran medida la coronación de un anuncio, de un principio de esa historia ocurrido 13 años antes, cuando dirigentes de una de las principales empresas petroquímicas del mundo eligió a Bahía Blanca como punto de establecimiento de esa industria.

   Luego del proceso de privatizaciones, con el complejo industrial petroquímico totalmente en manos privadas, se produjo un aluvión inédito de inversiones en ampliaciones y nuevas plantas, apenas comenzado el siglo XXI.

   Ya en la actualidad, Bahía Blanca se ha convertido en los últimos años en un potente complejo industrial portuario, con el crecimiento conjunto de empresas vinculadas a la actividad petroquímica, agroindustrial y de refinerías de petróleo.

   Su importancia relativa es muy alta, ya que participan en conjunto en más del 70% del valor de la producción industrial local. Medida a través de su impacto nacional, representa el 40% de la producción petrolera y derivados petroquímicos del país.