La vigencia de la música de Astor Piazzolla
La profusa obra del extraordinario compositor y bandoneonista mantiene su sello al ser la inspiración de otros intérpretes.
Carlos Carrizo / Especial para "La Nueva."
Han transcurrido tres décadas de la muerte de Astor Piazzolla (ocurrida el 4 de julio de 1992 en Buenos Aires) y su inmensa obra es redescubierta y difundida por miles de músicos en todo el mundo. A tal dimensión, que es el autor más interpretado en los últimos años, sin distinción de géneros o estilos.
No sólo por su originalidad de neta raíz tanguera, sino por la emoción que genera en quienes la escuchan y acceden a sus partituras, intentando descifrar cómo ese código frío puede interpretarse con la pasión que él lo hacía con sus agrupaciones.
Astor me confesó en una ocasión: “pueden tocar mejor que yo, pero no como yo”.
Es llamativa la avidez por hurgar en su profusa obra, calculada en 3.500 temas, como están registrados en la Sociedad de Autores y Compositores de Francia, donde Libertango, Oblivion, Adiós Nonino y Milonga del Angel lideran los de máxima atracción.
Muchos leen las partituras originales de su famoso quinteto y otros las adaptaciones realizadas por su incondicional amigo José Bragato, que integrara su orquesta del 46, el Octeto Buenos Aires, el Conjunto Nueve y su último Sexteto..
A la vez, se han reeditado casi todos sus discos en el formato CD y han aparecido decenas de grabaciones obtenidas de sus conciertos en nuestro país y en Europa, algunas de mala calidad auditiva, pero que conforman un legado invaluable.
Sus obras para bandoneón solista y orquesta de cuerdas y percusión, por ejemplo, integran la programación de importantes escenarios del mundo, interpretados en su mayoría por solistas argentinos.
Martha Argerich se ha presentado en Europa con el bandoneonista Néstor Marconi para interpretar tangos, incluyendo varios de Astor Piazzolla. Algo similar vienen haciendo desde hace años el pianista y director Daniel Barenboim y su colega, el músico indio Zubin Mehta, al frente de las sinfónicas de Chicago, Berlín e Israel.
No le van en zaga el violinista Gidon Kremer, el chelista Yo Yo Ma y los pianistas Ralph Votapek y Emanuel Ax. El primero, por ejemplo, formó años atrás su Kremerata para llevar por el mundo la operita “María de Buenos Aires”, creada en 1968 por Piazzolla con los textos de Horacio Ferrer, donde se alternaron los cantantes Milva, Julia Zenko, Hernán Salinas, Jairo y Raúl Lavié, entre otros solistas.
También Gidon Kremer grabó una versión especial de las Cuatro Estaciones de Vivaldi ensambladas con las Cuatro Estaciones Porteñas de Piazzolla, que son la base de una coreografía que Mauricio Wainrot estrenara en el Teatro General San Martín de Buenos Aires.
Mstislav Rostropovich grabó Le Grand Tango, que Astor le dedicara en 1984, tras lo cual muchos chelistas lo adoptaron para sus programaciones.
El afamado Cuarteto Kronos, liderado por el violinista David Harrington, grabó con Piazzolla sus Cinco Sensaciones de Tango, para lo cual sus integrantes tuvieron que pedir asesoramiento musical al violinista Fernando Suárez Paz, que integró el quinteto de Astor desde 1978 a 1988.
“Me quise morir, me señaló Suárez Paz, Tuve que viajar especialmente a Nueva York por pedido de Astor, para que aprendieran los “yeites” de su música”.
Otro ejemplo de la admiración generada por la música de Piazzolla lo exhibe el Fugata Quintet y el grupo Sónico del bandoneonista franco-chileno Lysandre Donoso, que interpretan en Europa, de manera excelente, los arreglos originales del Quinteto Nuevo Tango y su Octeto Buenos Aires, respectivamente...
De la voluminosa discográfica grabada por Piazzolla merecen tenerse en cuenta los siguientes títulos:
Orquesta de cuerdas (1956), Octeto Buenos Aires (1956), Piazzolla, ¿o no? (1961), Nuestro tiempo (1962), Tango contemporáneo (1964), Philarmonic Hall (1965), El tango y Hombre de la esquina rosada (1965), La historia del tango I y II (1967), Adiós nonino (1968), María de Buenos Aires (1968), Concierto para quinteto (1970), Teatro Regina (1970), Conjunto Nueve I y II (1972), Reunión cumbre, con Gerry Mulligan (1974), Suite Troileana y Suite Lumiere (1975), Biyuya (1978), Concierto de Nácar (1983), Piazzolla y Milva (1984), Live in Colonia (1984), The New Tango, con Gary Burton (1986), En el Central Park (1987), Tango Apasionado (1987), La Camorra (1988) y Luna (1989).
“¿Cómo seguimos?”
Ha sido tan profunda la indeleble huella tanguera trazada por Piazzolla, que quienes lo han sucedido no han podido encontrar nuevas variantes. O directamente copian su persistente síncopa del 4 por 8, o se diluyen en un fallido bosquejo de vanguardismo híbrido e inexpresivo. Un callejón sin salida hasta el momento.
Oscar López Ruiz, su guitarrista durante 25 años (y compinche), escribió una nota en “Clarín” al día siguiente de conocerse la noticia de su muerte.
“Astor: ¿Y ahora cómo seguimos? ¿Quién va ser el que nos proponga siempre nuevos caminos, búsquedas, polémicas, de los “genios” sin talento, de los creadores sin creatividad?”
“¿Cómo podremos bancar que te sigan considerando elitista, justo a vos que te pasaste la vida creyendo que la gente es fenómena y que había que darle lo mejor de uno mismo?”
“¿Cómo lo vas a dejar a Gardel sin su ópera, a Buenos Aires sin su música de hoy, que vos comenzaste a crear hace 40 años? ¿Cómo nos vas a dejar, Astor, sin la luz de tu integridad incorruptible, sin la calidez de tu amor indeleble, profundo, enorme, hacia la música, a la que diste todo sin reparar en sacrificios, aun el de tu vida?”
“¿Cómo vamos a hacer para que nos perdones tanta incomprensión, incluso la de aquellos que te amamos y admiramos?”
“De todas maneras, encontrar estas respuestas que ya no nos podés dar, va a ser una manera de tenerte junto a nosotros, de seguir tratando de ser mejores, de subir, de no estar en la “pavada” de los mediocres. Chau, Astor, hasta pronto”.