Bahía Blanca | Viernes, 29 de marzo

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Fortelli y Benedetti comparten mucho más que otro ascenso con San Lorenzo

Amigos de la infancia, compañeros de mil batallas dentro de la cancha y otra alegría en el club de sus amores. Una relación que excede el plano deportivo. ¿Cuánto influirá todo esto para que ambos decidan jugar un año en Primera división?

Lucho y Esteban, en su segunda casa. Fotos: Emmanuel Briane y archivo-La Nueva.

 

Por Fernando Rodríguez

Twitter: @rodriguezefe

Instagram: ferodriguez_

(Nota publicada en la edición impresa)

 

   "Cuando volvió al club le dije: 'dale, si vos volvés yo juego'”.

   Esteban Benedetti recuerda cómo decidió su regreso a San Lorenzo.

   El responsable de que lo hiciera fue Luciano Fortelli, su compañero, su amigo, su hermano de la vida.

   “Esteban es uno de los compañeros con los que siempre me entendí mejor. De hecho, cuando arreglé para jugar en San Lorenzo fue al primero que llamé para pedirle que vuelva. Yo soy derecho, él sería mi mano izquierda en la cancha, je. Afuera de la cancha siempre estuvimos juntos en diferentes momentos. Es una de las personas más importantes de mi vida”, destaca Lucho.

   El deporte les dio la oportunidad de compartir otra alegría.

   “A esta altura juego más por amistad que por tema económico. También iba a estar Nahuel (Diez), Seba (Branciforte), la mejor camada que tuvimos en San Lorenzo”, dijo Benedetti.

   Ambos crecieron juntos en San Lorenzo y, temporariamente, coincidieron en Independiente.

   Lucho también tuvo una experiencia en Olimpo, jugando el Federal y este regreso de ambos al club, lo coronaron con el ascenso a Primera, ganando el repechaje ante Pacífico.

   “Todos los años el club iba dando un pasito adelante hasta que se nos dio el ascenso en 2009 y 2011, y en medio, 2010, sufrimos una de las cosas feas como el descenso. Cuando pasaba algo malo era como que cargábamos energía para salir adelante y volver adonde queríamos estar”, entendió Fortelli.

   “A principios del torneo -contó Benedetti- estaba claro que teníamos buen plantel, pero no había buena sintonía. Y cuando encontramos química noté que podíamos luchar arriba”.

   —¿Influyó el vínculo entre varios de ustedes?

   —Sí, nos conocemos de muchos años, sabemos cómo juega cada uno y ayuda. Máxime que se sumaron Alejo (Agulló) y Franco (Ferrari) que son grandes jugadores. Nos salió todo redondo.

   —Lucho, ¿cuánto cambia el día a día durante una temporada cuando se rema de abajo o se está arriba?

   —Estar arriba es mucho más llevadero. Si bien a nosotros este torneo nos costó ensamblarnos como equipo y hasta perdimos tres partidos seguidos, siempre hubo buena predisposición. Sabíamos que si lográbamos formar un equipo, más allá de los nombres, podíamos tener la posibilidad de ser competitivos. Las veces que ascendimos nunca éramos candidatos.

Abrazados a la gloria, en 2011.

 

   —Esteban, ¿con qué se compara este ascenso?

   —Fue diferente a 2011, cuando logramos ser campeones. No esperábamos volver a Primera, nos quedó la espina contra Sportivo. Igual mantuvimos firme la cabeza y pudimos contra Pacífico.

   Fortelli trabaja en una empresa de seguridad.

   “Entro a las 6 se la mañana y estoy hasta las cuatro o cinco de la tarde”, detalla.

   Benedetti, por su parte, trabaja en una casa de repuestos para el automotor y también se dedica a la cerrajería.

  “Se hacía largo el día, porque uno terminaba cansado, pero llegaba al club y me motivaba, me daban ganas de entrenar, por los compañeros. Se formó un grupo de muy buena gente y se hacía muy fácil entrenar”, asegura Esteban.

El "increíble" Fortelli.

 

   Las responsabilidades a medida que transcurrieron los años, cambiaron las prioridades.

   A fines de 2018 Lucho había decidido dejar, más que nada, por una cuestión de cansancio físico.

   “Había sido papá, el trabajo me demandaba mucho tiempo y dejé de jugar seis meses. Fuimos a un partido y mi nene (Ciro, de 5 años) me preguntó por qué no jugaba más... Después tuve la posibilidad de ir a Independiente, por intermedio de Javi (Musumeci). Entendía que Primera significaba mucha exigencia y no tenía ganas de entrenar tanto y pelear abajo.

   Veníamos de dos o tres años esquivando a la promoción y ya estaba un poco agotado mentalmente, por eso puse la pausa. Pensé que sería para siempre”, argumenta Fortelli.

   Con el resultado puesto, hoy el base puede estar agradecido de haber tomado la decisión de retornar a las canchas y, máxime, junto a su amigo.

   “Cuando terminó el partido me llamó Andrés Hildemann, también Luis, su papá, que pasó mucho tiempo en el club y dio una gran mano. Mucha gente que estaba pendiente de nosotros, inclusive viviendo a la distancia y pendiente de nosotros. Eso te llena de emoción”, aseguró.

Esteban y Lucho, otros tiempos...

 

   Los dos nacieron en julio de 1986: Lucho el 3 y Esteban el 28.

   Compartieron la primaria en la Escuela Nº7 y el final de la secundaria, en la Media Nº3.

   “En un momento éramos como hermanos, andábamos todo el día juntos. Inclusive me cambié de escuela, porque me había cansado del doble horario en la Técnica y yo era medio vago para estudiar, je. Salíamos a bailar, hacíamos de todo juntos”, recuerda Esteban.

   Y en este compartir, el club resultó un nexo vital.

   “Más que nada el club nos formó -dice Lucho-. Nuestra camada vivía prácticamente todo el día ahí. Nos generó sentido de pertenencia, amistad, valores y mucha gente que estaba cuando éramos chicos nos ayudó en la educación”.

   —Y en lo basquetbolístico, ¿pasar tantas horas en el club fue tan importante como el propio entrenamiento?

   —Creo que va todo de la mano. También los entrenadores que tuvimos, que buscaban mejorar nuestra versión. 

El plantel ascendido.

 

 —¿Cuándo se dieron cuenta que podían mezclarse con los mejores?

   —A nosotros nos tocó debutar en mayores siendo cadetes de primer año. Y el roce con jugadores más grandes nos ayudó a crecer y sentirnos más seguros en nuestra categoría. A partir de ahí empezamos a creer que podíamos lograr cosas importantes. Y uno de los resultados fue terminar cuartos o quintos en juveniles y ya en Sub 21 jugamos la final contra El Nacional, que tenía un equipazo con Ramiro Heinrich, (Guillermo) Saavedra, José Gutiérrez... Ahí nos dimos cuenta que podíamos lograr algo con el club, que llevaba mucho tiempo sin conseguir resultados importantes.

   El mayor logro fue mantener y fortalecer la amistad a través de los años. Esa relación que comenzó entre dos nenes de 8 años.

   “El club nos llevó a forjar una amistad y mantenerla entre todos los que conformábamos nuestra camada. Y, también, fue importante ver que el club siguió creciendo. Eso nos incentivaba a tratar de pretender un poquito más y se fue mejorando, tanto en infraestructura como en lo deportivo, fundamentalmente con la camada de dirigentes de Néstor Diez”, destacó Lucho.

Ciro también festeja el ascenso.

 

   Ese desafío permanente, el renovar expectativas y alimentar la ilusión, ¿cómo hacer para bajarse ahora, después de dejar a San Lorenzo en Primera?

   —Lucho, así como habías decidido bajarte y no jugar en Primera, con esta posibilidad, ¿volvió a picarte el bichito?

   —Es la pregunta que me hago desde que terminó el último partido, je. La verdad que no sé si me picó el bichito, pero en porcentaje está un 50 y 50. Voy a terminar de desconectarme de la final con Sportivo y la serie con Pacífico. Lo charlaré con mi familia. Hay que poner otras cosas en la balanza; es mayor la exigencia, otra categoría que ya la conozco y en Segunda me siento muy cómodo.

   —¿Y si Esteban te pide que sigas?

   —Je, se verá. Ojalá que él siga. Yo veré.

   —¿Vos Esteban?

   —Todavía no pensé nada. Pero si sigue la mayoría de este equipo y se refuerza seguiría un año más. 

   —¿Y si te lo pide Lucho?

   —Y... si él se quedaaa... Si se queda la mayoría, yo también.

   Esteban y Lucho, juntos o separados, siempre coincidirán en algo: su amor por San Lorenzo.

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