Bahía Blanca | Viernes, 29 de marzo

Bahía Blanca | Viernes, 29 de marzo

Bahía Blanca | Viernes, 29 de marzo

Joaquín Tuero y Tito Loustau, dos históricos que disfrutan el presente y el pasado de Sportivo Bahiense

En este momento de gloria tras el ascenso, una charla cargada de pasión por los mismos colores.

Tuero y Loustau, unidos por la camiseta. Fotos: Emmanuel Briane-La Nueva.

 

Por Fernando Rodríguez

Twitter: @rodriguezefe

Instagram: ferodriguez_

(Ampliación de la nota impresa)

 

   La tarde de Sportivo es una más, como tantas otras: el Colo Loffredo entrenando a los juveniles, el pique de las pelotas que retumban y los pibes que van y vienen en la cancha.

   Mismo día, a la misma hora. La tarde de Sportivo no es una más: porque el Colo ahora es el entrenador que ascendió con el equipo de Segunda, los pibes sueñan con llegar a ser como los que subieron a Primera y van y vienen con toda la ilusión.

   La tarde de Sportivo se llena de gloria: el encuentro entre Joaquín Tuero y César Loustau sintetiza el presente y pasado.

   Se abrazan, Tito lo felicita al Gordo. El cariño y respeto es mutuo. Ambos sienten lo mismo: pasión por su club. Esa que brotó la noche del martes cuando, con el marcador 68 a 64 sonó la bocina. Era el final de un largo camino. Se trataba del triunfo que devolvía al club a Primera después de 35 años.

   Tito fue testigo directo de la consagración, junto a un grupo de históricos que tuvieron su lugar preferencial en el colmado Eladio Santos.

   “Yo estaba preparado como para jugar; me temblaban las piernas como si me tocara entrar a la cancha. Después me aflojé”, confiesa, a los 78 años, este guerrero de mil batallas.

   Su emoción se refleja en esos ojos vidriosos. El pasado se hace presente y Joaco recoge la pelota.

   “Mi viejo (Eduardo) me dice que cuando venía a verlos a Loustau, Pacha (Eyheraguibel) y a todos ellos, en los años 70 o 71, -recuerda Joaquín- la cancha siempre explotaba, como la otra noche”.

   —Vos vas a decir lo mismo cuando recuerdes el ascenso de 2022, je. ¿Te conmovió el respaldo de la gente en la final?

   —Miraba la tribuna y estaban diferentes camadas: mis amigos de toda la vida, gente de nuestra edad y que se moría por estar adentro de la cancha... Los históricos del club, que siempre acompañaron y es un orgullo... También vinieron los nenes que están comenzando y se acercan con la familia. Todo eso se toma como una responsabilidad.

   —¿Era una carga?

   —Para nosotros era un compromiso y nos gustaba.

   —¿Se sacaron el peso que cargaban de haber estado cerca durante varios años?

   —Por un lado sí. También, siendo honesto, lo mismo que siento hoy lo sentí todos estos años que no se nos dio el resultado. Hoy el ascenso se valora por lo que fue todo el proceso durante las últimas décadas. Pero cuando no se dio, igual amaba al club, me hacía feliz venir. Con el paso de los años esto quedará como una anécdota increíble, pero el resultado deportivo pasa a segundo plano.

   Loustau: —Lo valorable de él es que tuvo posibilidades de irse a jugar afuera. Era el base titular del equipo argentino en menores. El club tira.

   —¿Ocupaste la cabeza con el hincha, el colaborador y el entrenador más allá del jugador?

   —Yo lo disfruto, me encanta. Trato de no mezclar el jugador con el entrenador o el hincha, pero la realidad es que me gusta estar, me hace feliz y me da fuerzas. Me siento afortunado.

   —Llegaste a jugar en Selección argentina y estuviste como juvenil en equipos de Liga Nacional. ¿Cómo fue el proceso mientras el básquet te fue poniendo en tu lugar? ¿La pasaste mal o lo aceptaste con naturalidad?

   —Siempre me consideré un afortunado por lo que viví. Durante un receso me rompí la rodilla jugando acá en el club y tuve posibilidades para ir al TNA, pero me asenté en Bahía, me hice entrenador, que es una de mis pasiones, y nunca me costó. Lo que queda son las vivencias y amistades. El básquet me permitió conocer gente de todo el país, gente que se preocupa y hasta festeja por este ascenso con Sportivo, porque sabe que lo anhelaba. Y eso me llena.

   Loustau: —Aparte, ¡se recibió de abogado! Yo jugaba al básquet, estudiaba contador, rendí algunas materias y al final no fui contador, dejé el seleccionado a los 23 años y el básquet.

   Tuero: —Hoy valoro más el ascenso que haber jugado un Mundial. Esto para nosotros no tiene dimensión. Cuando llegábamos al club y veíamos la foto de la Pandilla (denominación de un equipo histórico de Sportivo que fue campeón de Primera en 1938, 1939, 1940, 1941 y 1942), anhelábamos aportar un granito de arena para el club.

   —Tito, ¿qué sintió con este ascenso?

   —Una alegría tremenda. No pensé que iba a ponerme así.

   —¿Es de comparar épocas?

   —No, creo en la evolución. Es así la vida. 

   —Pero qué lindo hubiera sido jugar en canchas cerradas y con piso flotante, ¿no?

   —Ahhh, sí, je, je. Nosotros teníamos el vestuario donde están los baños. Había tres duchas, nos bañábamos acá cuando debía hacer siete grados bajos cero. Y jugábamos con pelota de tiento...

   —Joaquín, trazando un paralelismo, ¿con qué podría compararse lo que hacían en la época de Tito con la de ustedes?

   —Nosotros pasábamos las tardes en el club cortando papelitos, íbamos en bici a los partidos; a la tarde nos trepábamos por la casa de Pito Ross para entrar al club a jugar a la escondida o patear en la canchita de fútbol, el potrero le decíamos, el terreno que daba por Caronti. Son cosas que te marcan para toda la vida y que vivimos con los que festejamos toda la noche del martes.

   El éxito sensibiliza, los recuerdos afloran y la charla genera nostalgia uniendo generaciones, a pesar de los 50 años que separan a Loustau (78) de Tuero (28).

   “¡Si le habremos robado mandarinas del árbol de acá al lado Pito Ross, je!”, confiesa Joquín.

   “El era fanático de Sportivo -acota Tito-. Las pelotas estaban en el garaje de su casa y nosotros, con el Chino Silva, nos escapábamos después de comer, sacábamos la pelota y veníamos a tirar”.

   —Bueno, en eso coinciden.

   —Je, je. Me río porque mi viejo siempre me hizo referencia a la casa donde vivía Tito, porque yo vivo enfrente. Y toda la joda sana que disfrutamos en el club, la pasamos con gente que vino el otro día al partido. Eso a uno lo marca.

   En Alvarado 380 vivían los Loustau -frente al actual domicilio de Tuero- y a la altura del 317, en una habitación de la casa de soltero de Godofredo, el padre de Tito, se desarrolló la reunión fundacional del club.

   “Esta cancha -apunta Tito- estaba en 11 de Abril y Alvarado. Y Máximo Tapia, que era presidente, hipotecó su casa para comprar el terreno. Siempre se trató de juntar a los chicos, y todo se hizo a pulmón. En nuestra época, cuando terminábamos de jugar nos decían: 'Dame 10 para la luz'. No había para pagarla. Mi viejo fue tesorero durante 40 años, para sacarle un mango tenías que anestesiarlo, je”.

   La pasión por los colores se fue transmitiendo de generación en generación.

   “Desde que llegamos al club -contó Joaquín- siempre tuvimos mucho sentido de pertenencia con Nico Martínez, los Santarelli, Nacho Elorriaga, un montón de referentes que nos sirvieron para crecer en el club y la vida en general. El club es familia, presente y futuro, más allá de los jugadores y equipos que pasen. A nosotros nos hace felices estar acá adentro”.

   —¿Qué les permitió ascender?

   —Creo que el amor a la camiseta hizo que el grupo se mantuviera, que tuviera perseverancia y manejara las frustraciones cuando se nos escapó el ascenso...

   —¿Cómo vivieron los días posteriores a las dos derrotas como locales?

   —Particularmente, lo manejé con naturalidad, sabiendo que dependíamos de nosotros si hacíamos bien las cosas. Más allá que San Lorenzo nos hizo la serie muy complicada.

   Loustau: —Creo que a ellos también los mantuvo el acompañamiento de la gente. Algo que no pasaba en otras canchas.

   —¿Tuvieron un poco de todo como equipo?

   —Creo que sí: teníamos jugadores revulsivos, pensantes, con capacidad de gol, una carta ofensiva como Cristian (Miguel)...

   —¿Costó el día a día sabiendo que ninguno tenía minutos asegurados en cancha?

   —Nos sirvió para potenciar la competencia sana en el día a día y que cada uno encuentre su mejor versión. De lo contrario no entrabas a la cancha. Eso el equipo lo asimiló desde el primer día.

   —¿Cada vez estás jugando más con la cabeza que con el físico?

   —Sí. Y siempre fue mi estilo. De chico, cuando tuve la oportunidad a nivel profesional y en los seleccionados, mi habilidad era con la cabeza. A los 13, 14 o 15 años pensaba más como un jugador mayor que como un pibe. En eso es donde más puedo aportar. Y a este equipo es al que más le aporte, porque se venía renovando con los Sub 23 y tenía un jugador de referencia como Cristian Miguel, más el resto. 

   Loustau: —En Segunda, Joaquín era el diferente, el que hacía la pausa, ponía el pase, jugaba con la cabeza... La mayoría era velocidad y choque. El otro día, cuando salió, le decía a los muchachos que estaban conmigo: “Tiene que poner al diferente”, je.

   —Ganar casi siempre a veces se hace tan pesado como perder. ¿Cómo la llevaron ganando 17 de 18 partidos de fase regular y sabiendo que en muchos casos jugando mal igual no perderían?

   —Se hizo largo cuando pasamos dos o tres semanas sin jugar. Pocos partidos y el premio era de poca validez. Pero el esfuerzo y las ganas pasan por otro lado, venir temprano, tomarse un mate, compartir con amigos y gente que acompaña. Eso es un plus.

   —¿Hubiese sido insoportable no ascender?

   —Obviamente que uno siempre juega para ganar. Pero también no me imagino ganando en otro club, no lo disfrutaría de la misma manera.

   —¿Qué imagen te quedó guardada?

   —Creo que a medida que pase el tiempo vamos a ir dimensionando lo que conseguimos. Lo que me llena de satisfacción y orgullo es esto, ver a referentes de la institución que nos acompañan, que están contentos; lo mismo los chiquitos que se sienten identificados y los colaboradores, dirigentes, hinchas y ex jugadores que están felices como nosotros.

   —¿El ascenso borra un asterisco entre las deudas pendientes con el básquet?

   —Si había una deuda era esta. Los desafíos se renuevan, así que la idea es mantener al club en el lugar donde tiene que estar y que siga existiendo el amor por la camiseta, tanto de los ex jugadores como los actuales y las camadas que vengan.

   —¿Lo más difícil ahora es mantenerse?

   —Es un desafío.

   —¿Para qué debe aprovechar Sportivo este resultado y euforia?

   —Los enviones son para aprovecharlos. En estos últimos años se viene trabajando de una manera espectacular. Hay que llenar de chicos el club en categorías formativas. Uno de mis sueños es acercar a la cancha a toda la gente de Sportivo.

   El martes 24 de mayo de 2022 quedará grabado entre los días más felices de la institución.

   Y mientras los festejos continúan, el miércoles 1 de junio habrá otro motivo para celebrar: los 95 años. Otra buena oportunidad para que Tito Loustau y Joaquín Tuero simbolicen el abrazo de toda una institución.

Para el recuerdo

   * Las voces del ascenso que se siguen escuchando

   * Cristian Miguel: "Sabía para qué me habían llamado"

   * Tuero-Asnaghi: el abrazo de dos amigos que cumplieron el sueño de salir campeones en su casa

   * Los grandes también lloran: "Esto es un volver a nacer", dijo Tito Loustau

   * En imágenes: público afuera y disfrute adentro, ganó el básquetbol en cancha de Sportivo

   * Loffredo cambió el objetivo de los dirigentes

   * Videos: los festejos de Sportivo junto a su gente

   * Pasaron 35 años

   * Mismos equipos con diferentes protagonistas