Bahía Blanca | Viernes, 19 de abril

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Opinión: no es solo el nombre de un parque

El Municipio convocó a una consulta popular para renombrar al Parque Campaña del Desierto. La opción más votada hasta el momento es "Julio Argentino Roca", aunque el jurado podría vetarla.

Por Sebastián Linares (profesor derecho constitucional, IIESS-UNS-CONICET) y Marcos Fernández Peña (Abogado, UNS)

  En las últimas semanas ha habido una polémica en torno a un supuesto “proceso participativo” lanzado por la Municipalidad de Bahía Blanca y que aspira a cambiar el nombre del Parque “Campaña del Desierto” por otro que surja de una votación organizada en las redes sociales.

   Las razones esgrimidas por el municipio para modificar la denominación del parque, según se ha podido leer de los considerandos de la ordenanza y de algunas intervenciones públicas de funcionarios, radican en que el nombre estaría reivindicando una operación militar que dio muerte a miles de personas, habitantes originarios de las tierras ocupadas.

   Pero lo que era para esos funcionarios una maniobra simple de marketing políticamente correcto para ser aplaudidos en las oficinas de La Plata, sufrió un traspié inesperado. La polémica se desató cuando una inmensa mayoría de participantes propuso y votó al mismo tiempo por designar el parque con el nombre de Julio A. Roca. Ante ese resultado (provisional al momento de escribir estas páginas), dos funcionarios del Municipio declararon que el nombre de Roca estaría vetado por sus “connotaciones militares negativas”.

   El intendente Héctor Gay, en una entrevista en La Nación +, aclaró que él no iba a vetar ningún nombre que fuera aprobado por el Concejo Deliberante (pese a que la ordenanza no contemplaba la participación de este órgano), pero señalando, con sorprendente tibieza y sin tomar partido, que para “un sector de la sociedad el nombre de Roca despierta antipatía”. El jefe comunal pareciera no haber advertido que la designación del Paseo “Juan Domingo Perón”, impulsada por el entonces intendente Bevilacqua, generó asimismo la antipatía de otro sector de la sociedad en 2014, y sin embargo ello no impidió que fuera votado por unanimidad por el Concejo Deliberante sin que hubiera mediado ningún proceso de consulta previa.

   Aún sin entrar en el fondo de la cuestión y suponiendo que el nombre “Campaña del Desierto” tuviera únicamente connotaciones negativas ¿es razonable que los representantes de los ciudadanos de Bahía Blanca veten el nombre de Roca asociándolo exclusivamente a la Campaña al desierto? ¿es propio de un sistema democrático que los políticos acepten las decisiones de los ciudadanos solo cuando les gustan a ellos?

Razones históricas para sostener el rechazo a la decisión de Gay

   Las tácticas del populismo para imponer su visión del mundo son sostenida e implacablemente tácticas de erosión cultural minuciosa y paciente. Pero siempre usando el aparato estatal y los fondos públicos a los que aportan los ciudadanos sin importar sus ideologías o preferencias de cualquier tipo. Por lo tanto, todos deben ser respetados por un estado que no pertenece a nadie, ni a ningún grupo, por más que este haya ganado coyunturalmente una elección.

   La Historia común es también compleja y no puede analizarse simplonamente como lo proponen los miembros del gobierno municipal. Mucho menos como si todos estuviéramos de acuerdo en la evaluación y el conocimiento de lo ocurrido en el siglo XIX. Pero la mirada parcial de los funcionarios de Gay merece también un contraste desde la Historia. Al menos para que la versión de folletín que ellos proponen no aparezca como la única posible.

   Abordemos esta pregunta con perspectiva exclusivamente localista, dejando de lado las grandes políticas de Estado que encumbraron el nombre de Roca como la ley 1420 de educación gratuita laica y obligatoria, entre muchas otras. Concentrémonos únicamente en la gestión de Roca para Bahía Blanca y la zona. La ciudad de Bahía Blanca no se concibe sin la prosperidad que supo gestar la generación de 1880. 

   A un año del inicio de su primer mandato, la ciudad tenía apenas 3.201 habitantes y un tercio de la población era rural. El 99% del territorio ocupado se dedicaba a actividad ganadera, había muy poca actividad cultural y la poca comercial que había tenía relación con la explotación pecuaria. El acceso al puerto era natural. Pasados cuatro años de su primer mandato, el 26 de abril de 1884 llegó el Ferrocarril del Sur, conectando por tierra la ciudad con Buenos Aires. A fines de ese mismo año, la empresa inglesa Ferrocarril del Sur emprende una obra gigantesca al construir, en hierro, un muelle de 400 metros, el origen del actual Puerto de ingeniero White.

   En 1883, se inician los planos del puerto militar Base Naval Puerto Belgrano, y en 1898, durante su segunda presidencia, se encomienda al Ingeniero Luiggi su construcción. Estas tres obras monumentales (el FCS, el puerto de Ingeniero White, y la base naval) marcaron un rumbo de modernidad a la ciudad que la transformaron en una de las ciudades más pujantes del mundo de la época, siendo un polo de atracción de miles de inmigrantes de todo el mundo.

   Los datos son contundentes: si en 1881 Bahía era un poblado rural con apenas 3 mil habitantes, en 1914 ya tenía 70 mil habitantes, contaba con teatros, clubes, asociaciones culturales y científicas, bibliotecas, escuelas, y su desarrollo económico y social era parangonable, a escala pequeña, con la California de los Estados Unidos.

   Nunca más Bahía Blanca pudo experimentar un proceso de prosperidad tan intenso, tan profundo y tan rápido como el de los dos mandatos de Roca. Hoy, en cambio, es una ciudad que languidece y con un Intendente que prefiere mostrarse distante o “neutral” con parte de sus ciudadanos en decisiones que afectan a la convivencia y los espacios comunes pero sumiso frente al delegado del poder provincial aun en los temas más nimios.

El pluralismo, la base de una sociedad abierta y democrática

   Para muchos de los que defendemos la participación ciudadana, resulta desconcertante y ver cómo se habilitan, desde arriba, procesos participativos para luego cambiar las reglas y desconocer los resultados si estos no son del agrado de la corporación gobernante. Eso es sencillamente una estafa y una inmoralidad.

   Pero, además, se pone al servicio de erradicar los símbolos asociados con un pasado de prosperidad y libertad, mientras nos imponen una historia partidista y que deja afuera a gran parte de los ciudadanos bahienses. Esta utilización “selectiva” del poder del Estado municipal está en comunión con lo que ocurre a nivel provincial y nacional donde se aspira a eliminar progresivamente el pluralismo social con el peso de un relato único.

   Vetar a Roca entonces es más que una controversia de Historiadores. En este contexto del país Roca es también un símbolo del Estado moderno, del respeto a la propiedad privada y la libertad económica y asociativa. Y, para los bahienses, sin dudas es el presidente que transformó un villorrio perdido en una ciudad pujante. Pero también es honrar la democracia presente, porque no solo fue un presidente constitucional elegido popularmente, además fue nuevamente escogido, en pleno siglo XXI, por una gran cantidad de bahienses para designar a un espacio público de la ciudad. Pensar que Roca fue un presidente sin legitimidad democrática sólo porque no fue elegido por un sistema de voto secreto (en tiempos en que dicho sistema era una rareza en todo el mundo), es de un anacronismo moral inquietante.

   Esta no es una discusión sobre temas del pasado, aunque la historia esté muy involucrada. Atacar la elección del nombre de Roca es atacar la libertad y el pluralismo y todo eso es un problema del presente. Más aun para aquellos que queremos preservar la llama de la libertad a punto de extinguirse tras ochenta años plenos de gobiernos populistas, corporativismos, avasallamientos de la libertad y la propiedad privada y aislamiento internacional.

   Por todo esto queremos que el Parque de Bahía Blanca se llame Julio Argentino Roca.