Bahía Blanca | Viernes, 19 de abril

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"Necesitamos una mirada que contemple las necesidades de niños y adolescentes"

Alba Picardi remarca que "la salud emocional debe ser preservada".

Foto: Archivo La Nueva.

   La licenciada en Psicología y especialista en clínica de niños y adolescentes, Alba Picardi (MP 0490), remarca que la salud es mucho más que la salud física y, en el marco de una segunda ola de contagios, considera importante modificar la mirada adultocéntrica de 2020.

—Por supuesto que el contexto de pandemia requirió del aislamiento estricto para preservar el bien mayor, que es la vida, la salud; pero hubiese sido importante pensar más en las necesidades de los niños en relación a lo que tiene que ver con el contacto social y la escolaridad. Cuando se empezaron a dar permisos, fueron para actividades que tenían que ver con la productividad, con el mundo adulto. Se demoró mucho en pensar en los niños y adolescentes, que fueron principalmente afectados junto con los adultos mayores y las personas con discapacidad. 

   Teniendo en cuenta esa experiencia, la especialista propone para este año tener una mirada que contemple las necesidades de chicos y adolescentes. 

—La salud emocional debe ser preservada, por lo tanto de tener que cerrar o mantener medidas de aislamiento sería muy importante pensar en que sean en el menor tiempo posible dentro de la necesidad sanitaria; pudiéndoles explicar [a los chicos] que si se toma una medida de ese tipo es por pocos días y que luego tendrán otras posibilidades de encuentro. 

   Picardi remarca que es importante no desmerecer el impacto negativo que puede generar en su salud mental el quedar mucho tiempo aislados y fuera de las actividades importantes para su desarrollo.

—Los chicos en general se adaptan a las medidas de prevención con mucha naturalidad y las vuelven parte de su rutina, tal vez hasta más plásticamente que un adulto. Lo que puede impactar no es tanto el usar el barbijo o el tener que lavarse periódicamente las manos, sino la poca posibilidad de contacto físico o de juego. Pero eso también depende mucho de la forma de transmisión de los adultos: si nosotros planteamos que son formas de cuidado, de protegernos, sin generar temores excesivos ni culpas, y que es necesario sostenerlo por un tiempo pero que no siempre va a ser así, van a acatar con más facilidad.

   Con respecto a los adolescentes, sostiene que hay que encontrar un equilibrio entre las restricciones y los permisos, aunque reconoce que es un trabajo complejo.

—Los adolescentes están en condiciones de comprender perfectamente los protocolos, de saber cómo se hace para prevenir, por lo tanto el acercamiento a todas las medidas de cuidado son fundamentales. Pero en las familias también hay que evaluar las necesidades propias del adolescente en relación al contacto con sus pares y vínculos cercanos, facilitando encuentros y actividades que para ellos sean importantes, siempre con las recomendaciones y cuidados. 

   La profesional asegura que es importante prestar atención a los cambios que puedan manifestar los chicos y adolescentes, porque si bien hay reacciones totalmente esperables —mayor ansiedad, angustia, problemas para dormir, desorganización de las rutinas—, cuando el signo persiste o se vuelve rígido hay que consultar a un profesional. 

—Si vemos que persisten las conductas de aislamiento, que no sale de su habitación, que de ser alguien que disfrutaba del vínculo ahora tiene miedo de salir, que se angustia mucho cuando le planteamos alternativas de salidas y vemos que no lo podemos resolver en familia, es importante hacer la consulta.

   Por otro lado, destaca que este año los chicos hayan podido recuperar cierta presencialidad en las aulas, dado que la escuela "no es solamente el ámbito donde van a aprender contenidos, sino un espacio de crecimiento en muchos sentidos". 

—Lo introduce en lo que tiene que ver con la vida en sociedad, con la cultura; por eso la importancia de haber contado con cierta escolaridad el año pasado pese a que no pudo ser presencial. La escuela es fundamentalmente el lugar donde el niño empieza a formar vínculos fuera de lo familiar, una fuente de crecimiento esencial.

   Picardi remarca que a medida que se empezaron a retomar algunas actividades, no solo dentro de lo escolar sino también de lo recreativo, los chicos empezaron a rearmarse y hoy tienen "una funcionalidad mejor" que durante el aislamiento total. De todas maneras, queda trabajo por hacer, sobre todo desde la comunicación.

—En el consultorio se ven síntomas de ansiedad, de angustia y el temor de los niños de volver a salir y contagiar. Tal vez al no transmitirles bien lo que estaba pasando, en muchos quedó el temor de salir y de volver a la escuela porque se pueden enfermar y contagiar a sus abuelos.

   La profesional también explica que los chicos se encuentran en la situación de "hoy voy a la escuela pero no sé que va a pasar la semana que viene, no sé si voy a tener que aislarme…", y ante esa incertidumbre el adulto debe ser generador de la sensación de protección y seguridad.

—Es importante transmitir que las medidas que se toman son para protegerlos y que puedan tener una escolaridad y un vínculo con sus pares de la manera más segura posible. Hay que remarcar que las medidas tienen que ver con la protección y con el cuidado, no con poner una limitación que no tenga sentido.

   Además, es primordial que niños y adolescentes puedan poner en palabras lo que les pasa y que el mundo adulto esté para escucharlos.

—Tienen que tener la certeza de que el adulto está para contener, acompañar y escucharlos aunque no les pueda solucionar o dar respuestas certeras a todo lo que pregunten. Otra cuestión fundamental es la predisposición de los adultos a buscar ayuda si ven en algún momento que estos niños o adolescentes están atravesando una situación en la que este espacio de escucha familiar no está siendo suficiente.