Bahía Blanca | Jueves, 28 de marzo

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Home office en Bahía: una modalidad que crece por la cuarentena

Una maestra, una psicóloga, un empresario, una monotributista, un profesor de educación física y dos docentes de la UNS contaron sus experiencias. Para algunos es algo nuevo, otros ya lo habían implementado.

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Por Belén Uriarte / buriarte@lanueva.com
Audionota: Malena Ruppel (LU2)

 

   Home office, teletrabajo o trabajo a distancia. Llamado de distintas maneras, refiere a la posibilidad de trabajar desde un lugar distinto y distante al domicilio laboral del empleador —en caso de relación de dependencia—, usando la tecnología.

   Es una modalidad que va creciendo en la ciudad y que esta semana se incrementó de manera considerable a partir de la cuarentena por el coronavirus. Empresas que pueden —como las periodísticas— enviaron a sus empleados a trabajar desde sus casas, muchos profesores de gimnasio trasladaron sus rutinas a las redes sociales e incluso varias maestras y profesionales de la salud eligieron WhatsApp y el correo electrónico como principales vías de comunicación.

   Cuatro mujeres y tres hombres de Bahía Blanca que esta semana —o habitualmente— desempeñan sus actividades a distancia contaron sus experiencias.

   María Laura Lorenzetti es psicóloga y especialista en psicoanálisis con niños (Mat. 232). Ante las medidas preventivas, decidió cerrar el consultorio y proponerles a sus pacientes adolescentes y mayores sesiones por Skype o videollamadas. No es la primera vez que lo hace: atiende a personas que se han ido al exterior y siguen el tratamiento de esa manera. 

   —Cuando se pasa del cara a cara a una sesión de este tipo cambian algunas variables del encuadre; pero se mantiene lo más importante: el vínculo y la transferencia. 

   La psicóloga cuenta que, en general, sus pacientes se muestran receptivos ante esta modalidad. Señala que en caso de resistencia hay que prestar atención y trabajar para encontrar la causa, ya que “a veces se despiertan determinadas fantasías persecutorias frente a una camarita o este tipo de llamadas, que es necesario resolverlas”.

   Con los niños desarrolla la técnica del juego en el consultorio, por lo que no puede implementar sesiones a través de la tecnología.

   —Tuve que suspender las sesiones con los chicos, pero estoy en contacto con los papás. A veces decidimos cambiar los encuentros con los niños por sesiones con los padres donde trabajamos para que ellos puedan contener a sus hijos.

   En un momento como el actual, donde las ansiedades y angustias se incrementan, asegura que hay darle la bienvenida a todo aquello que nos acerque.

—Me parece maravillosa la oportunidad que nos brinda la tecnología de encontrarnos. No debemos quedarnos solos: el aislamiento excesivo genera más angustia.

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   Sebastián Bicciconti es profesor de Educación Física y trabaja en un gimnasio. Si bien siempre utiliza las redes sociales para mostrar lo que hace, a partir de la cuarentena comenzó a dar clases por Instagram.

   —En este contexto y sabiendo que va a ser así por un tiempo, me pareció muy importante mantener a la gente con tareas y motivarla a hacer algunos ejercicios, aunque sea 10 o 20 minutos por día. La cuestión física es muy importante: uno se siente mejor al hacer ejercicios, cambia el ánimo.

   El profesor cuenta que la gente responde muy bien a las clases por redes. Se genera un ida y vuelta, y muchos le escriben por mensaje privado para agradecerle o pedirle alguna actividad en particular. 

   Si bien a él le gusta más trabajar de forma presencial con los grupos, asegura que hay que adecuarse al contexto. No reniega de la tecnología, es parte de su trabajo.

   —Hay que mantener el deporte y la salud, y la tecnología es una gran herramienta que nos permite estar conectados y motivados. Además, es importante que cada persona, con el rol que cumple en la sociedad, trate de aportar algo: algunas cosas son más esenciales que otras, pero todo contribuye a que podamos salir adelante.

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   María Eugenia Rodríguez trabaja por su cuenta en comunicaciones para empresas de energía. Comenzó a hacer home office en 2012. Antes había trabajado en relación de dependencia, con horarios de oficina y bajo las órdenes de un jefe. 

   Aunque está acostumbrada al trabajo en casa, desde la llegada del coronavirus su rutina se modificó: las reuniones cara a cara y sus trabajos en bares —a los que recurre cuando necesita mayor concentración— pasaron a ser una catarata de chats, audios y mails.

   —Mis dos hijas están todo el tiempo conmigo, cuando por lo general es sólo una porque tienen distintos turnos en la escuela. Suelo trabajar en un escritorio, pero ahora está copado por sus fibras y el tele, así que estoy instalada con mi computadora en el living. Me alejo de ellas, me encierro, uso auriculares. Acabo de pegar un grito: “¡El volumeeeeeen!”.

    Define al home office como el cumplimiento de ciertos objetivos siguiendo un método: el suyo es de 9 a 17, con un corte para el almuerzo y la escapada al cole de las nenas. 

   —También es buscar un lugar para hablar por teléfono sin que se escuche un chico o un dibujito de fondo… Puede que te llamen para pedirte un trabajo y tengas que ir a hablar al patio: no da que se escuche un martillo de la obra de al lado, un perro o un loro barranquero con un ataque de histeria.

   Para quienes hacen teletrabajo es fundamental un tiempo fuera de la casa y tener autocontrol: remarca que hay que sacarse el pijama, comer saludable y dejar la comida lista el día anterior para el almuerzo; no entregarse a Netflix y al limbo de las redes.

   —Contratiempos tuve y tengo por el hecho de estar sola: a veces no me entero de cosas que pasan en las empresas para las que trabajo porque no comparto el día a día. Pero más que contratiempos, lo que puede suceder es que te sientas sola, que se te venga la casa encima, que extrañes almorzar con gente adulta que te hable de, no sé, el amorío de dos de la oficina. Puede ser triste, pero insisto: prefiero esto y no marcar una tarjeta. 

   Además, el home office tiene una enorme ventaja: el cuidado del medioambiente.

   —Evita el auto, el combustible, las emisiones. Dudo que seamos pocos los que trabajamos en casa de manera regular y con o sin coronavirus vamos a ser cada vez más. 

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   Romina Mazzaferro es maestra y da clases en una escuela privada de mañana y en una pública de tarde. Cuenta que los docentes tienen que cumplir con los contenidos que figuran en el programa de enseñanza por lo que es muy importante que los chicos continúen con las tareas desde las casas. 

   Explica que el modo de trabajo depende de cada comunidad. A los alumnos de la mañana, que son de 5°, les deja los deberes en la fotocopiadora del colegio o se los envía por correo a los padres para que los impriman. En ambos casos deja su mail de consulta para que puedan preguntar y sacarse dudas. Con los de la tarde, que recién comienzan la primaria, trabaja con el cuadernillo de tareas que había elegido para todo el año.

   —Tenemos un grupo de WhatsApp con los papás: todos los días mando una tarea y les explico por audio cómo trabajar. También envío fotocopias que los papás pueden imprimir o copiárselas en una hoja, canciones sobre las vocales e información para prevenir y pedir que no salgan de sus casas.

   Romina cuenta que cada maestra debe ocuparse de sus alumnos y garantizar que tengan los materiales para aprender. Después, dependen del compromiso de las familias.

   —Estamos en manos de los padres. Con los de primero, necesitamos que se sienten con ellos; y con los más grandes, que los orienten y les hablen porque los chicos necesitan conversar con un adulto. 

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   Leonardo Valente es fundador y director técnico de una empresa que hace estudios de mercado y opinión en Latinoamérica usando smartphones e inteligencia artificial, en la que trabajan 10 empleados.

   El home office forma parte de su cotidianeidad: varios colaboradores de Punta Alta trabajan desde sus casas y el equipo de Buenos Aires, que está cambiando de oficina, también lo está implementando. A su vez, algunos integrantes de Bahía lo ponen en práctica uno o varios días a la semana.

 

   —El lunes hicimos nuestro último encuentro presencial en un formato ágil llamado sprint, donde definimos la agenda a seguir del próximo mes, sabiendo que por unos cuantos días no nos vamos a ver.

   El candidato a intendente de Todos por Bahía en las últimas elecciones dice que la experiencia es “muy buena” porque los miembros del equipo cumplen con su trabajo y mejoran la calidad con la flexibilidad que brinda la modalidad. 

   —Tiene las ventajas de la libertad y la descentralización. También tiene desafíos, que son los tiempos de respuesta antes consultas del equipo, porque siempre puede pasar que alguien no está en su computadora y no lo sabés, o está en una llamada con un cliente u otra persona del grupo.

   Valente señala que esta metodología de trabajo es fundamental para el crecimiento de la ciudad, por lo que es importante su desarrollo.

   —Faltan cosas pero por suerte están llegando buenas noticias: en la campaña, y con la anuencia de todos los candidatos, pedimos que la UTN dé carreras vinculadas a sistemas y a partir de julio tendremos una tecnicatura universitaria en programación. Los mayores esfuerzos hay que darlos por el lado de la educación.

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   Diego Rossit es docente universitario y trabaja en el Conicet: da clases, se capacita, analiza datos y programa. Un 40 % de su tiempo laboral lo comparte en grupo y el 60 % restante lo emplea solo.

   Recurre al home office cuando necesita “cero interrupciones” o tiene una deadline (fecha límite) muy cerca. Pero a partir de la cuarentena, todo el trabajo se trasladó a su domicilio.

   —Tengo la ventaja de la flexibilidad horaria. Pero también hay desventajas como la pérdida de contacto personal con mis pares. 

   El docente explica que generalmente usa el correo electrónico y el WhatsApp para sus tareas a distancia, y que la única dificultad que encuentra es la distracción que a veces generan conversaciones en paralelo.

   —Los audios de WhatsApp son un gran invento para la comunicación laboral —dice el profesional que, cuando trabaja desde su casa, utiliza una notebook como nexo para conectarse a los servidores de la oficina.

   Para él, ninguna forma de trabajo es excluyente. Considera que un equilibrio entre el home office y el tiempo presencial es la mejor manera de trabajar ya que “el contacto personal es un valor agregado importante”. 

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   La profesora universitaria Corina Andrea Iuale (UNS y UNRN), Magister en Derecho Privado (UNR) y en Derecho Internacional Privado (UBA), quien hizo la tesis de una de sus maestrías sobre teletrabajo internacional, cuenta que el home office es parte de su rutina: lo implementa en el Máster o Especialista en Derecho del Comercio Internacional (España) con clases a distancia, corrigiendo exámenes, respondiendo consultas y también conversando con colegas. 

   Aclara que no es lo mismo trabajo a domicilio, en donde sí hay ley que lo regula, que teletrabajar. El primero refiere al trabajo desde la casa; el segundo, en cambio, no necesariamente implica trabajar desde el domicilio de uno sino desde un lugar distinto y distante al domicilio laboral del empleador, usando la tecnología.

  La profesional señala que esta modalidad tiene la ventaja de la inclusión ya que beneficia a personas que por distintas razones —salud, discapacidad motora, hijos menores a cargo, entre otras— no pueden salir a trabajar. Pero también, la desventaja del aislamiento que no es beneficioso para la salud psíquica. 

   Asegura que, fuera de esta emergencia, hay algunos aspectos a considerar cuando se trata de teletrabajo en relación de dependencia.

  —Es conveniente que exista un acuerdo en el que se estipule quién es el que provee los medios tecnológicos, quién paga internet —debiendo ser el empleador—, cuál es la duración de la jornada laboral, así como todo aquello relacionado con la salud del trabajador. 

   Señala que otro aspecto de relevancia es que el empleador debe respetar la intimidad del teletrabajador que cumple con su trabajo desde su domicilio particular. Vinculado con ello es lo concerniente al derecho a la desconexión, que avala que los trabajadores puedan poner un freno a las directivas y comunicaciones del empleador en horarios no laborales.

   La profesora remarca que es fundamental poner un límite real porque “la circunstancia de estar continuamente conectados termina opacando la eficiencia del trabajo que se realiza”. 

Más consumo

   Sebastián Colucci, encargado de una empresa proveedora del servicio de internet en Bahía Blanca, señaló que "en cuatro días el tráfico creció un 30 % y calculamos que va a seguir aumentando".

   Indicó que en la semana se duplicó el trabajo de la compañía, por lo que frenaron las instalaciones para dedicarse al fortalecimiento de los troncales y antenas, a fin de soportar la demanda del servicio.

   —Siendo el sistema de comunicación algo tan relevante para el país tenemos que prepararnos y estar a la altura de las circunstancias, ojalá podamos lograrlo.