Bahía Blanca | Martes, 23 de abril

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O’Higgins: la huella del coronavirus y una piedra cargada de misterio

En la década del 50 se la bautizó como La Gran Vía del Sur Argentino. Impactaba con sus letreros de neón, de todos los colores y tamaños, guiños a la noche, una estética única. Nada queda de aquel brillo.

La primera cuadra de calle O'Higgins. / Fotos: Pablo Presti-La Nueva y Archivo LN.

Mario Minervino / mminervino@lanueva.com

   Casi un año de cuarentena, más el aislamiento social, más el distanciamiento, más los protocolos, más un virus de altísima contagiosidad. Componentes suficientes para que el comercio (y todos) vivieran uno de los años más complicados de las últimas décadas.

   Hay muchas maneras de verificar esas consecuencias, pero en particular resulta contundente mirar la primera cuadra de calle O’Higgins, considerando apenas una de sus veredas y una parte de su extensión.

   Impacta el golpe de efecto de metros y metros de vidrieras cubiertas con papel, claro signo de negocios que ya no están, incapaces de soportar semejante crisis, sin alternativas para funcionar de manera adecuada.

   Uno tras otros fueron cerrando, cuando las herramientas que quizás ayudaron los primeros meses resultaron insuficientes.

   Esa primera cuadra de O’Higgins ha sido, desde principios del siglo XX, la cuadra emblemática del centro. En la década del 50 se la bautizó como La Gran Vía del Sur Argentino. Impactaba con sus letreros de neón, de todos los colores y tamaños, guiños a la noche, una estética única. Nada queda de aquel brillo.

   Nada dura más de tres días Eso dice un proverbio árabe. Con tanto de sabiduría como de engaño. Pero una manera de expresar que todo pasa, que siempre se vuelve a empezar.

   Cerró El Molino, mítico restaurante tanguero de Chiclana, donde se formaban largas mesas con amantes de la música ciudadana. Cerró la esquina, donde supieron estar Casa Muñíz, Famularo, Modart y Piazza, entre otros. Cerró la casa de electrodomésticos de mitad de cuadra y también el bar de la esquina, cuyo nombre rinde homenaje a la sastrería que, en un país casi sin moneda, aseguraba que un peso valía dos.

   En el medio, otros locales menores también han dejado de funcionar.

   Es el triste legado de una pandemia que no ha pasado. Que se esperanza con una vuelta a la normalidad. Porque eso es en definitiva la vida. Un ciclo donde todo vuelve a ser. Por eso, estos locales hoy cerrados se están reinventando. Con otros nombres, con otros dueños, con otros usos. Pero volverán a abrir sus puertas.

   El paisaje de veredas y vidrieras vacías dejará de ser y O’Higgins será (como otros tantos sitios de la ciudad) la buena señal que todos esperan.

En el medio, la intriga

    El cierre de Garbarino (se trasladará a calle Donado) permitió rescatar, del centenario edificio que ocupaba, una particular piedra, pulida y grabada bajo relieve con la frase Piedra Fundamental y, en número romanos, una fecha: 1878.

   La clásica piedra que se entierra en un sitio donde se construirá una obra destacada.

   Nadie sabe desde cuándo está en ese sitio, ni su origen y mucho menos si refiere a un edificio que se pretendió construir en el área del fuerte fundacional.

   El año, 1878, coincide con el 50 aniversario de la fundación de la ciudad. Dos años antes la manzana fundacional que ocupó la Fortaleza Protectora se había dividido en dos, trazada una calle en su centro (llamada entonces Buenos Aires, hoy avenida Colón).

   Una mitad –desde Buenos Aires a O’Higgins— cedida a la municipalidad; la otra, al Estado nacional.

   ¿Es posible que en 1878 se tallara esa piedra en el pueblo y se pensara en construir un edificio tan importante que ameritara ese gesto? Difícil saberlo. Bahía Blanca no tenía entonces más de 1.500 habitantes, no había llegado todavía el ferrocarril y Julio A. Roca organizaba su Campaña al Desierto. Era poco menos que una aldea en medio de la nada.

   Para Diana Rivas, doctora en Historia y docente de la UNS, “no hay ninguna hipótesis posible” que se pueda presentar “con la seriedad necesaria” sobre este elemento.

   “Una piedra tallada de esa manera aparece como impensada para la época. He leído mucho de esos años: documentos, cartas, partes y no encuentro ninguna pista que permita pensar en la idea de construir un edificio importante en 1878, menos en el contexto del momento”.

   La posibilidad de encontrar alguna explicación podría surgir de una futura e hipotética excavación en el inmueble de O’Higgins 35 aporte nuevos elementos o indicios.

   "Se puede fabular todo lo que se te dé la gana, pero no es serio, no corresponde, no hay ningún dato concreto que lógicamente pueda llevar a establecer una hipótesis”, agregó.

   Para el investigador César Puliafito resulta también muy difícil relacionar esa piedra con el fuerte.

   “Parece ajena a una época donde todavía había conatos de malones. Puede ser que algún ente oficial pensara en construir algo, pero es muy raro. Incluso, un cincelado de esa calidad es difícil que se haya hecho acá”, menciona.

   La piedra ha quedado a resguardo en dependencias municipales. El tiempo, el estudio y las investigaciones permitirán, quizás, encontrar algunas respuestas. Por ahora está el misterio. Y el deseo de saber. No es poco.